Respirar

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Cuando volvió en si, sintió el miedo invadirla y de pronto no pudo respirar con regularidad; Su corazón latía furioso contra su pecho, el espacio se hacía cada vez mas pequeño y aunque golpeaba con todas sus fuerzas. Estaba encerrada. ¿Estaba en un féretro? no lo entendía. 

Palpó todo a su alrededor y no encontró la forma de salir, la oscuridad la hacía sentir más ansiosa y sus pulmones pedían por aire, lo que tenía al rededor no se sentía suficiente. Mientras seguía golpeando la caja en la que despertó, no pudo hacer más que pensar en Steve; Cerró los ojos con fuerza y supo que había sido un error no haberle contado sobre sus sentimientos... era tarde, se sentía tarde. 

Súbitamente el contenedor se abrió y la parte superior se estrelló contra la pared. Steve alcanzó las manos de Natasha con la propia y con la otra la levantó por la espalda, para abrazarla contra su pecho. Cuando pudo calmarla un poco, la cargó en vilo, hasta llegar al sofá donde había pasado las últimas noches; Tomó asiento y dejó que Natasha se refugiara en su cuello y dejara todo salir. 

Se dedicó a susurrarle palabras de aliento, de esperanza, porque aunque esa noche que enfrentaron a Thanos perdieron a un miembro importante de su equipo, habían logrado por lo que tanto habían trabajado y lo que casi le arrebataba a la mujer de su vida.

—Estás bien, Nat... todo estará bien, solo sigue conmigo, sigue respirando— Murmuró contra la coronilla de la pelirroja, la cual besó. Con uno de sus brazos la envolvía y con su mano libre masajeaba la espalda de la mujer. 

—¡Steve!— Helen Cho entró al laboratorio alarmada, junto a otras dos asistentes, que intentaron acercarse a revisar a Natasha, pero esta se encogió aun más sobre el cuerpo del Capitán— ¿Qué sucedió? 

Las enfermeras pidieron indicaciones a la Doctora, pero esta les pidió que se retiraran con un ademán. Cuando tuvieron privacidad, se acercó para observar a la rusa, aunque poco podía ver desde su posición.

—Salí para hacer una llamada a Tony y cuando volví cinco minutos después, Natasha estaba despierta y desesperada por salir... activé la alarma como me dijiste, intenté abrir el arca pero no cedía y tuve que usar la fuerza...— Explicó— Lo siento, no quería dañar el aparato... pero no podía dejar a Nat así un segundo más, estaba teniendo un ataque de pánico.  

—Esta bien, el arca puede repararse... les dejaré un tiempo para que Natasha se reponga, ¿Bien?

—Seguro, te llamaré cuando se sienta más repuesta para una revisión. 

—Avisaré a los demás que despertó, pero les daremos privacidad. Lo mejor será que la lleves a una de las habitaciones, así puedo llamar a los técnicos y ella puede descansar en un área más cómoda. 

Cho dió indicaciones a Rogers y este llevó a Natasha a una habitación. El lugar más que acogedor, lucía demasiado estéril y ordenado como para propiciar el descanso; Esperaba que Nat pronto estuviera bien para poder llevarla a casa. 

Al intentar dejarla sobre la cama de una plaza, la pelirroja no le soltó. 

—No me dejes—pidió en un hilo de voz. 

—Me temo que esa cama es muy pequeña, para entrar en ella y no destruirla. 

Natasha sonrió tímidamente, pero aún así siguió estirando de la mano del rubio y le hizo lugar, colocándose sobre su costado. Steve esperaba no romper también la cama, demasiados destrozos había hecho ya ese día... pero no podía negarse a lo que fuera que Nat le pidiera; Se sacó los zapatos y un minuto después, se recostó al lado de la pelirroja, solo viéndola, pasando sus dedos entre los rizos cobrizos.

—Pensé que estaba muerta— Susurró Nat, cerrando los ojos para disfrutar de las caricias de Steve, ahora por su mejilla y cuello— Era diferente, pero por un momento sentí que estaba en vor...

—Estás aquí...— Le interrumpió— Nunca más dejaré que nadie te toque, aunque tenga que guardarte del mundo en una vitrina de cristal. 

Natasha subió su mano por el brazo del rubio, descubriendo la textura suave y a la vez tensa; siguió hasta encontrar el hombro y el cuello de Steve. Cuando su pequeña mano acunó la mejilla masculina, se levantó un poco para inclinarse sobre él y poder besar sus labios; el principio fue lento, ella quería saborearlo sin ninguna prisa y guardar cada uno de los detalles en los que no pudo reparar la primera vez que lo besó en esa escalera eléctrica, o aquella noche en el jardín del complejo, cuando le dijo que esa era la señal. 

Durante cinco años que estuvieron casi en soledad, se dedicó a observar los labios del capitán, mientras le platicaba sobre sus reuniones, o sobre lo que estarían haciendo los demás en ese momento, si no se hubiesen desvanecido en el viento... pero imaginar como se sentirían sobre sus propios labios, no era nada comparado con sentirlo; era lo que había necesitado durante toda su vida, Steve Rogers era lo único que Natasha necesitaba. 

En el pasado, se dijo que algún día, cuando recuperaran a sus amigos de la forma que fuese, entonces podría dejar a su corazón hablar por ella. Y lo habían logrado, así que tomó distancia del rubio para poder respirar un poco y lo dijo. Sin más rodeos y en pocas palabras. 

—Es hora de conseguir esa vida de la que hablábamos.

—Eso estoy haciendo, Romanoff... no hay nada que me impida dedicar mi vida a amarte, a cuidarte y sostenerte cuando sientas que no puedes más. 

—¿Esto significa que...?

—Esto significa que nunca te dejaré ir. 

—Suena bien— Natasha rió cuando el rostro de Steve se hundió en su cuello y la barba de días le hizo sentir cosquillas— Me gusta.

—Bien, porque estoy hablando en serio.

Natasha sabía que había algo más que estaba preocupando al Capitán, con tanto tiempo de conocerse, era imposible que le engañara aparentando algo que no estaba sintiendo.  

—¿Hay algo que no me estás diciendo?— Preguntó, ayudándose de su mano para levantar el mentón masculino y hacerlo verla a los ojos. Pronto la expresión de Steve se contrajo en una mueca de preocupación.

—Me gustaría que Cho te revisara, después hablaremos Nat.

—Quiero ir a casa, me siento bien, Steve.

—Debemos esperar... pero prometo que en cuanto nos cercioremos que está todo en orden, te llevaré a casa... mientras tanto, ¿Quieres comer algo?

Natasha asintió, sentía el incómodo vacío de no haber ingerido alimentos desde hacía buen tiempo. Steve peinó los rizos pelirrojos fuera del rostro femenino y besó su frente antes de levantarse a tomar el teléfono en la mesita de noche, para hablar con la persona con la que se había comunicado durante esos días y se encargaba de proveerle lo que necesitara, mientras esperaba al lado del arca. 

Repentinamente la puerta de la habitación se abrió, dando paso a Clint, Wanda, Tony y tras ellos, quedándose al fondo de la habitación, Stephen Strange.

—¡Nat!— El arquero fue el primero en abalanzarse sobre su amiga para abrazarla con fuerza durante un rato— ¿Será que puedes dejar de asustarme de esa forma? No creo soportar una más, mi corazón no es tan joven ya, pelirroja...

Wanda y Tony le veían desde el pie de la cama, con una sonrisa de lado a lado, al verla recuperada. 

—¿Por qué de negro?— Rió Natasha— Parece que vienen del cementerio. 

—Eso es porque de ahí venimos—Respondió el Castaño, confundido.

Ambos vieron al Capitán, preguntando algo con la mirada que Natasha no entendió. 

—¿De que está hablando Tony?— También giró hacia Steve, que se sentía entre la espada y la pared.

—Natasha...

—¡Habla Steve!

—Carol— Dijo por lo bajo— Carol no resistió el chasquido... todos creíamos que sería de otra forma pero... 

Natasha se recargó contra el respaldo de la cama, encogiéndose hasta abrazar sus piernas. ¿Por qué nunca podían ganar, sin perder a sus amigos? Danvers tenía cosas pendientes, quería encontrar a su familia y ya nunca más tendría oportunidad... 

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