1 - Aprendiz de la vida

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"Al inicio de nuestra octava primavera. Mi hermana encontró el cadáver de un ángel."

—¿¡Qué son estas horas de llegar!? —mi madre regaña a mi hermana gemela Hexe, una enana de metro cincuenta y cinco, de dieciocho años, con imponente melena roja y ojos de un experimentado cazador—. Son las seis de la mañana.

—Estaba en una fiesta —replica Hexe de mal humor.

—Doy cuenta con ese tufo a aguardiente. Y te me vas a bañar. Held —Dejo caer el tenedor del desayuno al escuchar mi nombre—. Ve y trae un balde de agua a Hexe.

—¡Eso no es justo, yo ya me bañé y terminé de cambiarme para el trabajo! —ruego a mi madre por compresión.

—Held, hazme caso. —Pero no lo consigo.

Tras terminar mi desayuno, a regañadientes de mi madre, voy hasta el pozo del conjunto residencial y con mi caminar somnoliento comienzo a jalar la cubeta. La ventana abierta del vecino deja escuchar la radio, y con este se oye el bélico himno imperial, informando que ya son las seis de la mañana; aunque aún no comienza la salida del sol, así que uso una de las pocas magias que conozco y creo un flotante orbe de luz a mi lado.

Entre suspiros saco la cubeta de agua turbia, aunque suficiente para reflejarme. Veo mi rostro cuadrado, cabello largo y mi cuello; protegido por una oscura bufanda, que me oculta del frío invernal y la cicatriz que obtuve a mis ocho años.

—¡Mirakel, no vayas a olvidar el pan! —grita un hombre de setenta años, canas por todas partes, dedos tan delgados como ramas secas y una barba de tres dedos de largo.

Mi vista es robada por la chica de unos dieciséis años que sale sonriente del hogar; de chaqueta roja, guantes negros, botas cafés y unos hermosos ojos azules, que juegan perfectamente con sus pequeñas orejas de punta. Una elfo, de eso no hay duda, y una muy hermosa.

El grito de mi madre, me regresa al trabajo y por ello reanudo el transporte de la cubeta de agua.

Tras entregar el agua a mi hermana salí corriendo al trabajo, el cual consiste en ser ayudante de mecánico; entre mis funciones se encuentra limpiar la grasa de los motores, organizar las herramientas, reparar algunas máquinas y diagnosticar los fallos de otros.

El camino es largo, lleno de seco árboles invernando, completamente cubierto de nieve y edificios separados entre ellos por unos treinta metros. Al ser invierno pocos son los animales que corren libres por los alrededores; el más llamativo es una juguetona camada de Brand. Pequeñas lagartijas como ratas, cubiertos por un frondoso plumaje rojizo, que en la punta de la cola tienen una protuberancia que libera chispas eléctricas y lo más llamativo es su orina verdosa, la cual hacen estallar en llamas usando las chispas de su cola.

~La viajera y el aprendiz~

—Buenos días —saludo al llegar al trabajo. Una húmeda habitación sin ventanas y escaparates llenos de diferentes herramientas como llaves, destornilladores, tornillos, tuercas o cualquier elemento útil en la reparación de maquinaria.

—Enano, bienvenido —contesta Hoved, mi jefe; un hombre de cara gruesa, hombros anchos, gruesa barba y de dos metros de alto—. ¿Por qué la cara tan larga? ¿Otra vez tienes problemas con Hexe?

—No me la recuerdes. —Le cuento sobre su llegada en la madrugada y como tuve que trabajar por ella.

—Escucha enano. —Hoved revuelve mi cabello con su mano; me molesta que me trate como un niño por mi altura de metro cincuenta y cinco—. Recuerda siempre tener buenas relaciones. Sobre todo con gente problemática como Hexe.

—Hoved. —Ambos caminamos hasta los camerinos y hablo mientras me cambio al uniforme—. Tu que has vivido cerca de la ciudad. ¿Cuánto cuesta una habitación en la ciudad? ¿Me podrias conseguir un trabajo?

—Enano. —Me pasa un lazo para amarrar mi alborotado cabello carmesí; lo cual hago en una cola de caballo—. La ciudad es horrible. La gente muere atropellada por automóviles, todas las calles tienen hedor a una cloaca y los citadinos te apuñalan por una bolsa de monedas. En cambio a las afueras es tranquilidad y aire puro; en serio enano, debes disfruta el aire, no sabes lo repulsivo que puede ser el aire de la ciudad. —Finaliza su charla estirando sus gruesos brazos y tomando una gran bocanada de aire—. Aunque este cuarto huele a pies.

La mañana prosiguió como siempre. Yo pasaba herramientas a mis superiores, destornillaba lo que me indican, organizar las herramientas al terminar y limpiar la máquina reparada que hoy fue una vieja máquina de coser impulsada por perros de pinchos giratorios.

Al mediodía tuvimos de almuerzo pan de Byg remojado en caldo de Kyllinger, un ave de corral de grandes plumas anaranjadas y una cresta roja en su cabeza y cuello. Tras terminar la siesta se retomó el trabajo, con la misma rutina de la mañana, pero esta con una aspiradora eléctrica, hasta la llegada de un nuevo cliente.

—Mirakel. —Hoved dice el nombre de nuestra nueva cliente. Una chica elfa de metro sesenta y dos, de profundos ojos azules, unas tímidas orejas en punta y una indumentaria preparada para el frío—. ¿Qué trae para nosotros?

—Estaba preguntando por un mecánico. Y me comentaron que usted puede ayudarme a reparar el trabajo de mi padre. —Hoved le pide más información, por lo que ella le comenta que es un aparato enorme e imposible de mover, por lo que debemos repararlo en sitio. Así que yo soy escogido de inmediato al vivir al lado.

El viaje tomó poco tiempo en el automóvil de Hoved. Un cacharrito pequeño y de poco poder, pero con un estilo muy elegante de guardafangos circulares, sin techo, un motor pequeño y de un reluciente color azabache.

Al llegar el sol ya estaba comenzando su atardecer a las tres de la tarde. Mi casa está en un conjunto residencial que rodea un pozo de agua subterránea, nuestros vecinos son varias familias granjeras que venden los diferentes cereales que cultivan en primavera, como el Byg.

—Held. ¿Qué haces aquí tan temprano? —Hexe, mi hermana, pregunta al verme pasar desde la ventana de nuestra casa—. ¿No deberías estar trabajando?

—Lo estoy. —Indico a Hoved y Mirakel—. ¿Tu qué haces en la casa? ¿No tenías turno en la cocina con mamá?

—Me obligó a quedarme. Dijo que daría mala imagen si me atrevía llegar borracha al trabajo. —Ruidos suenan desde el interior de la casa, así que mi hermana me avisa antes de cerrar la ventana—. No llegues temprano. ¿Entendido?

—¿Qué le pasó? —comenta Hoved abatido al ver su agresividad—. Antes era una niña tan buena.

—Simplemente encontró un ángel. —Detengo toda conversación.

La viajera y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora