—Niño. Este circuito mágico es el encargado de obtener una imagen unidimensional de todos los conjuntos de agua alrededor —dice Mirakel al señalar una placa de aluminio con dos cables conectados a un pequeño cubo metálico—, y comunicárselo cada diez segundos a este circuito encargado de convertirlo en una franja de ruido que se visualiza en la pantalla del conductor.
—Señorita. Algo está mal —comenta Hoved al escuchar la explicación de Mirakel—. Diez segundos es mucho tiempo. En diez segundos te pueden matar ocho veces y fumarse un puro.
Los cuatro estamos intentando reparar unos tornillos doblados que imposibilitan el correcto flujo del combustible y la tracción de los escudos superiores, pero el diseño del gólem de guerra no encaja con algo funcional.
—Ya sé. Es el convertidor de calor residual en energía que nos sobraba ayer; lo conectan al circuito sensor de agua para saturar la entrada y aumentar la frecuencia dependiendo de la temperatura del motor.
—¿Seguro que es así? —replica Mirakel dudosa de mi hipótesis—. Eso dañaría la salida del sensor y lo haría inútil.
—No. Generaría ruido, pero cuando detecte a una persona generaría un alto pico en aumento que podría comprobar con la ejecución del sonar. Y el ruido podría aislarlo con práctica, al conocer la temperatura del motor y la desviación típica del ruido que generaría a tal temperatura.
—Me convence —responde Hoved—. Enano agregalo a los planos como una posibilidad. Después validamos.
—Ustedes dos no agreguen cosas porque sí. Si ponen mal los planos será imposible repararlo correctamente.
—Señorita. Ya está en un estado en el que no se puede reparar correctamente.
—Ustedes tres seguro se divierten —interrumpe Ældre sentado en la mesa y analizando los planos que diseñamos de otras partes del gólem—. El muchacho tiene razón, el gólem usa el condensador de calor para amplificar la entrada del sensor de cúmulos de agua, pero la pantalla de visualización aplica una transformada exponencial a la señal. Aplastando el pequeño ruido, pero amplificando los más grandes.
—Bueno… —Mirakel aceptó el cambio de mala gana.
—Enano —Me llama Hoved—. Desconecta el motor y después súbelo al vehículo.
Acato la orden y comienzo a trabajar bajo el gólem de guerra. Los tornillos están oxidados, el olor a hierro se impregna junto al de aceite y el aroma de huevos podridos se filtra de una batería en pérdida total.
—Muchacho. —Habla Ældre—. ¿Cómo te soportas está peste?
—Hay cosas peores. Antes trabajaba en una panadería y hubo un momento en que me tocó tirar huevos podridos de verdad, el hedor se pegó a mi por días.
—Pobre de ti muchacho. —El chimuelo anciano jala una silla a mi lado y se sienta a observarme mientras pela una Løg ahumada—. Estoy diseñando varios circuitos mágicos para hacerlo lucir más genial. ¿Qué mejoras le harías tu?
—Si yo pudiera. —Detengo el restregar de la lija sobre el metal oxidado y me pierdo en mis pensamientos por un momento—. ¿Qué tal que vuele?
—Imposible. Intenta una idea con los pies más pegados en la tierra.
Ældre se burla de la barrabasada que comenté pero no me sentía mal, después de todo él me miraba expectante.—Los gólem de guerra se enfocan en su defensa y movilidad, por lo que podría solo mejorar su coraza y su artillería. —Hago una pausa pensando en algo eficaz. El tiempo lo siento eterno, cada mordisco del anciano me avisa del paso del tiempo. Terminó de comer y aún no respondo—. Si ignoramos todo y colocamos varios gólem voladores de tamaño reducido que se encargan de rastrear enemigos y comunicárselo al gólem principal.
—Voladores. Eh, te gusta volar.
—Sería algo fantástico.
—Sí se crearan estos gólems de rastreo, ¿cómo haces que se mueva y busquen?
—Pues. ¿No se puede hacer un circuito que lo haga mover solo?
El anciano se hecha una gran carcajada y con lágrimas entre los ojos se levanta de su puesto.—Sí. Moverse solo. Esa me gusta. Cambiando de tema. —El anciano se pone en cuclillas para llegar a mi nivel—. Mirakel llegó hoy a las tres de la mañana y desde entonces a estado bastante distraída. ¿Sabes algo?
¡La descubrió de inmediato! Si me pregunta es porque sabe que estuvo conmigo anoche.
—No. No lo conozco.
El viejo Ældre se levanta y me da ánimos en mi trabajo antes de abandonar el lugar.~La viajera y el aprendiz~
El aire invernal se filtra por la ventana y la luz del sol quema mi piel.
—Held. Organiza tu cama. —Mi madre comenta al recoger mi ropa sucia.
—Dile a Hexe que lo haga —respondo junto a un vano intento de cubrir mi rostro con la almohada.
—Hexe no durmió aquí.
No me sorprende. Mi hermana tiende a desaparecer los fines de semana y si es festivo se puede prolongar hasta el final del puente festivo.
Me levanté en el momento en que mi madre me quitó las sábanas para lavarlas y me dejó a morir lentamente por el aire helado.
Lo primero que aprecié fue el vacío en la cama de al lado, igual que todos los domingos.
Es domingo, mi día libre. Tiendo a ir en la tarde al pueblo y hablar con alguno de mis amigos hasta largas horas de la noche. Por el momento solo estoy recostado en la ventana de mi cuarto observando el exterior lleno de nieve.
—Niño. ¿Qué haces?
—Nada. —Solo estoy considerando que hacer esta noche—. Solo preguntándome cuál es el sentido de la vida, del universo y de todo.
—Ajá… ¿Y cuál es?
—Cuarenta y dos. —Mirakel me lanza una afilada mirada y una mueca de desprecio—. ¿Qué vas a hacer?
—Estoy cansada de comer Løgs, así que compraré unos Kartoffel para la cena.
—También puedes comprar unos Majroer.
—Mi padre se peleó con la granja de Majroer, por eso vivimos a base de Løgs y Kartoffel.
—Mi sentido pésame. ¿Te acompaño?
Mirakel observa a su hogar. Las ventanas están cerradas, la puerta se ve vacía y ni un alma parece habitar. La elfa arregla su corto cabello hasta los hombros y me responde con una ligera sonrisa.—Vamos.
El día es despejado, no hay nubes y el sol brilla claramente. Así que el domingo fue un día tranquilo y de paso lento.
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La viajera y el aprendiz
FantasyHeld, un enano con grandes deseos de encontrar su lugar en el mundo, y Mirakel, una semielfo que añora por la oportunidad de vivir una vida sencilla. Ambas vidas crearán una conexión con el otro, que ni la muerte podrá romper. Y los oscuros secretos...