CAPÍTULO 11.
—¿A qué os referís, señor Potter?
—A vuestro engaño, que ya dura demasiado.
—No sé de qué me estáis hablando...
—¿De verdad no lo sabéis... Lord GrandChester? Entonces sí lo miró de frente con gesto adusto.
GrandChester se quedó de una pieza sin argumentos, atrapado en la red que él mismo había tejido—. Puede que Candy sea tan cándida que se crea todo lo que digáis, pero no os confundáis conmigo por que no soy como ella... milord. —Casi deletreó la palabra como si la escupiera.
—Potter...
—Cuando os ofrecisteis a ayudarla se me dispararon unas cuantas alarmas —le cortó—, entre las causas porque vuestra línea de acción y vuestros modales desde que pisasteis la cubierta del Melody Sea no fueron las de un simple aventurero.
—Os aseguro que...
—Nada debéis asegurarme a mí, es a ella a quien debéis una explicación. Vos y vuestra madre, la duquesa.
—¿Como os habéis enterado?
—Un perro viejo siempre tiene sus fuentes.
Terrence había querido dar una excusa convincente a Potter, pero no era él quién debía recibirla desde luego. Tampoco tuvo lugar porque éste reprochando sus embustes con frialdad dejó de prestarle atención.
Ahora
venía lo difícil tenía que sincerarse del todo con Candy y temía su reacción porque no había sido ser honesto con ella desde el principio. Es verdad que la conoció haciendo un trabajo, pero también era cierto que había dispuesto de ocasiones la intimidad para haber llegado a este punto con los deberes hechos.
Ahora
le iba a costar Dios y ayuda afrontarlo porque las cosas habían ido demasiado lejos, todo se había complicado más de lo previsto y estaba metido hasta las cejas en una ciénaga de la que no sabía cómo iba a salir. ¿Cómo iba a reaccionar ella? En qué circunstancias normales, como basílico y conociéndola, con razón. No debió nunca dar por sentado que al saber ella quién era el en realidad iba a caer en sus brazos. No Candy tenía una personalidad y unos principios, y para una mujer como ella su sangre noble, su título y sus propiedades no eran el pasaporte para que se rindiera a él y aceptar hacer desposada sin más.
Lo
que estaba por encima de cualquier otra consideración es que la amaba más que a su vida. Y bajo esa premisa tenía que exponérselo. Porque aquella noche se estaba jugando su felicidad y el futuro de ambos.
Regresó
al salón con el objetivo definitivo de sincerarse de la humildad y pedirle perdón a Candy a sabiendas que cualquier reproche se lo tendría merecido dispuesto a lo que fuera, incluso arrodillarse ante ella y rogarle su absolución.
Apenas
dio un par de pasos ya dentro del salón y un hombre se interpuso en su camino. No tuvo otro remedio que atenderle: era Petter Balwin.
Candy le descubrió de inmediato, como si un Sexto Sentido le hiciera notar la presencia de Terry conversando con un caballero de un modo que se le antojó bastante amistoso o familiar, teniendo en cuenta que ese hombre le palmea la espalda. Quiso interrogar con la mirada a Potter, pero su contramaestre tenía también los ojos fijos en la pareja.
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EL MAR Y AMAR.
AdventureCandy y Terry descubren su amor en el mar. Una historia de piratas y la nobleza. Autora Nieves Hidalgo