Capítulo #6. Nada queda oculto para siempre

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Hacia un par de horas que habíamos llegado a casa de mis abuelos, fue tan rápido que apenas y puedo recordarlo. En cuanto pusimos los pies en la tierra, el perro gigante de nombre Lelouch, de acuerdo a Hayley. Desapareció sin dejar rastro alguno.

Allen aun seguía inconsciente, debido a que la herida en su hombro resulto ser más grave de lo que parecía. También el hecho de que perdiera mucha sangre, no era nada alentador.

Por lo que mi abuela, Erania pidió que lo llevaran a la planta superior, para poder comenzar a curarlo y tratar de ayudarlo. Sin embargo, no pude ni siquiera subir con ellos, estaba tan sorprendida por toda esta situación que no pude moverme.

Continúe por varios minutos parada en el umbral de la casa, hasta que escuche pasos en las escaleras. Al identificar al dueño de las mismas, me di cuenta de que se trataba de mi abuelo, Michael. Con su cabello blanco, ojos marrón, rasgos muy masculinos, pero aun así con una sonrisa cálida, que me hacia confiar en el incondicionalmente. De niña tenía que mirar hacia arriba debido a su gran estatura, en ciertas ocasiones me asustaba su mirada, ya que podía a llegar a ser muy profunda. A pesar de tener 65 años, luce muy apuesto para su edad.

-Hola, cariño. ¿Cómo te sientes?- murmura mi abuelo con una sonrisa cálida en el rostro, mientras camina la distancia que nos separa y me envuelve en sus brazos.

-La verdad es que ni siquiera sé que hacer- digo. Respondiendo a su abrazo y apoyando mi rostro en su hombro. Irónicamente siento que la energía abandona mi cuerpo y mis piernas se doblan. Gracias a que mi abuelo me tiene en sus brazos no caigo al suelo.

-¿Qué sucede?- pregunta alarmado, siento sus manos en mi espalda -¿Qué es esto? ¡¿De dónde ha salido toda esta sangre?!- no para gritar pero su voz suena tan lejana.

-Lo... lograron herirme... du... durante el incidente- contesto al mismo tiempo que mis ojos se cierran y lo último que escucho es mi nombre.

Cuando abro los ojos, me doy cuenta de que estoy en mi antigua habitación en casa de mis abuelos. Al mirar a mí alrededor, estoy rodeada por mi abuela y Hayley que no paran de mirarme con preocupación, mientras murmuran entre ellas.

-¿Qué sucede?- pregunto con preocupación, pero ninguna de ellas parece haberme escuchado -¿Abuela? ¿Hayley?- digo nuevamente, pero sigo sin obtener respuesta. Debido a esta situación comienzo a sentirme un poco ansiosa. Y me levanto con rapidez de la cama. Al girarme para preguntarles nuevamente, me quedo congelada.

Soy yo, o al menos mi cuerpo es el que esta postrado en la cama y con las heridas expuestas, que no paran de sangrar. Por lo que no dudo ni un segundo en acercarme e hincarme al lado de mi abuela.

-¿Puedes oírme? ¿Estoy aquí? A tu lado- digo en un intento por qué me hagan caso, pero nada funciona.

-Vamos, Di. Tú puedes. Tienes que sobrevivir no puedes abandonarnos- dice Hayley con ojos vidriosos, mientras continua ayudando a mi abuela con las heridas- ¡Maldita sea, Diane! ¡No volveré a perderte otra vez! ¡Despierta!- grita mi amiga con enfado y desesperación.

-Hayley, tranquilízate. Enfócate, no ganamos nada con esto. Ayúdame- dice mi abuela con voz autoritaria. De un momento a otro el semblante de mi abuela cambia y puedo notar que la preocupación se hace presente- Hayley, quédate aquí un momento. Ahora vuelvo- dice mi abuela mientras sale de la habitación.

Al cabo de unos minutos regresa con un enorme libro, con la cubierta de color café. Pero no puedo poner más atención ya que un extraño sonido se hace presente. Se trata de mi cuerpo, parece que le cuesta respirar.

-Erania, tenemos que hacer algo- dice la pelirroja

-Hayley, necesito que tomes la forma de Allican- dice mi abuela con seriedad.

Fénix: La Chica con Cicatrices de Oro y PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora