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Capítulo dedicado a todas las
personitas que lo
estuvieron esperando.




























❝ Cuando el Creador del mundo se dio cuenta del gran daño que sus hijos le hacían a su creación más importante; ardió en cólera y odio. Aquel ser todopoderoso no sabía que hacer ante el caos que azotó al mundo.

Las guerras tiñeron el mar de sangre. La hambruna dejó seca la tierra. El crimen manchó los cielos y la perversidad marchito las flores.

El pobre Creador lloraba triste, sintiéndose impotente cuando le impidieron intervenir. Los hijos que creó con amor y bendijo de paz se habían corrompido en lo que para los Dioses fue un instante.

El Creador le rogó al Dios de la Sabiduría, pidiendo un consejo. El ser más sabio de todos le respondió; "si están destinados a la destrucción, ni usted podrá ayudarlos".

Así que conteniendo el torbellino de sensaciones, se dedicó a mirar a sus hijos desde su trono.

Fue de esa forma por un tiempo, hasta que la Diosa de la Tierra lloró agonizante. Haciendo temblar el suelo bajo los pies de los hijos del Creador.

El Dios del Sol, quien era un hijo de perra y un bastardo enamorado; no soportó ver a su amada sufrir por unos suicios mortales. Así que, cuando ninguno de los otros Dioses miraba; se acercó al oído del Creador y lo llenó de veneno diciendo:

"Mancharon las aguas que creaste para que no murieran de sed. Secaron las tierras que les diste para que no pasaran hambre. Perpetraron el oxígeno que hiciste para que no se ahogaran y sobre todo... Comenzaron a dejar de creer.

Nuestra existencia es divina, Creador. Podrías restaurar el mundo e iniciar todo de nuevo. Crear vida nueva, bendita e impoluta".

El Creador, que era ingenuo y sin malicia lo pensó durante unos segundos y tomó una decisión. Reunió al resto de sus amados Dioses y dio una clara y simple orden:

"Abandonen a los humanos".

Los Dioses que bendecían la Tierra, festejaron internamente, ahogando sus carcajadas alegres y respondieron un simple "sí".

El Dios del Sol sonrió malicioso, sujetando a su amada con fuerza. Su cometido se había cumplido sin mucho esfuerzo. Los humanos morirían por la manos que les dieron la vida.





























¿O no?

La hermana menor del Dios; la Diosa de la Luna, quien se limitaba a hacer su deber, se opuso a la orden y encaró al resto de los Dioses, quiénes miraban atónitos.

"¡Creador!, sé que piensa que los humanos no tienen salvación, ¡aunque sí la tienen!"

Los Dioses comenzaron a murmurar, creyendo que la pobre Diosa se había vuelto loca. Aún así, ella continuó bajo la atenta mirada del Creador.

EDITANDO | Orgullo de Alfa | 19 DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora