Cartas de amor a la Luna

Capítulo II

[Naturaleza]

Maxxie

El despertador suena a las ocho en punto, dándome la orden de levantarme de una vez. Sí, estaba despierto hace más de veinte minutos ya, mirando el techo, trazando pequeños círculos con mi mano según las manchas de la madera. Junté todas las fuerzas que pude para poder levantar mi cuerpo de la cama y dirigirme hacia el baño.

Tenía la mirada cansada, exhausta mejor dicho. Esto me ocurre más a menudo de lo que me gustaría admitir, pero cada vez que cierro los ojos para poder descansar, mi mente me lleva a los momentos más felices de mi vida y no estoy apto para permitirme eso. Porque cuando caigo en la cruel realidad, siento que voy a romperme otra vez.

Al terminar de asearme, me dirijo hacia la cocina pero detengo mi paso al escuchar su voz. Apoyo mi cuerpo de lado sobre la fría pared que separa la sala de la cocina mientras siento como bellos de mis brazos se erizan de tan solo estar cerca de su persona. Camino lentamente en reversa para asegurarme de que no me escuche.

¿Qué demonios hace despierto?

Mi espalda choca contra algo y giro rápidamente antes de crear algún sonido audible. Pero para mi suerte, me encuentro con el rostro de Amelia y mi pulso se tranquiliza. Siento alivio inmediato al ver su sonrisa comprensiva, sé que no me delatara y lo agradezco.

Tengo la impresión de que a pesar de cubrirme, no apoya mi decisión. Quizás soy egoísta, pero en este momento me importa una mierda quién me apoye y quién no.

Abandono la idea de comer algo antes de irme, simplemente salgo de casa antes de cruzarme con alguien que no quiero ver y menos por las mañanas.

No estaba enterado de que iba a estar en casa, simplemente llego ayer por la tarde y evité dirigirle la palabra. No es sano guardar rencor, pero este hombre es una de mis dos excepciones. Tenerlo cerca me acelera el corazón, mi mente me tortura repitiendo episodios posteriores al momento en que mi vida se transformara en una vacía rutina.

He soñado con decirle todo lo que pienso de él, del hecho de que siga respirando y mi madre no. Pero una de sus últimas voluntades fue el que pudiera vivir feliz, y si hago lo que me gustaría hacer, sé que no podré cumplirle ese deseo a mamá. Así que debo masticar y tragar cada uno de sus comentarios; guardarme el odio que le tengo en un lugar dentro de mi pecho bajo llave.

¿Qué hizo? Mentiría al decir que no lo recuerdo, pero es la respuesta que constantemente doy. Al parecer es más fácil mostrar que todo está bien que explicar el por qué detesto a mi abuelo.

Despojo mi mente de esos pensamientos, lo que me falta es ganarme una lesión por no mirar mientras estoy sobre la bicicleta.

El camino hasta el bar era algo largo, más aún al no vivir en la ciudad, pero estaba tratando de familiarizarme a ello. Además, me encanta vivir rodeado de naturaleza, puedo ver animales, flores y plantas que no se aprecian en los suburbios, e incluso, hay más estrellas en el cielo por las noches. El frio aquí es más despiadado que en nuestra antigua ciudad, pero sé que con el tiempo me acostumbraré, tengo que.

🌙

La campana que se encontraba en el extremo izquierdo superior de la puerta suena al ser abierta por mí. El bar estaba desierto, siendo un domingo por la mañana, aquí me encontraría con Will para rogarle que me permita quedarme con el trabajo en época de clases. Si, el trato que teníamos era solo por el receso de invierno, pero me gustaba trabajar aquí. Aprendes mucho, y sinceramente no quería volver a repartir el periódico en mi bicicleta.

Camino por detrás de la barra, hacia la puerta del depósito, donde también se encontraba una pequeña oficina que se utilizaba para hacer papeleo; básicamente Will trataba con la economía del negocio allí, siendo él el dueño. Una vez dentro de dicho espacio, me dirijo hasta donde supuse que ahí estaba mi jefe, y al parecer, acerté.