Mañana

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Mañana

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Se removió sobre las tablas del piso buscando la posición más cómoda doblando las piernas. Frente a ellos las tazas de té desprendían volutas de vapor y la lluvia caía rítmicamente sobre el patio. Se respiraba paz.

Mientras sonreía apenas, Akane observó con disimulo a Ranma, su rostro tranquilo, los brazos estirados y las palmas de las manos apoyadas en el piso para sostener su cuerpo un poco echado hacia atrás. Su mirada se perdía más allá del cielo gris.

Ella se acercó despacio a él hasta apoyar la cabeza en su hombro, ninguno dijo nada; la costumbre hizo que los dos cuerpos se movieran con familiaridad hasta encontrar la posición más adecuada. Akane se sintió feliz del silencio que compartían.

La lluvia se iba transformando en una llovizna persistente que se acumulaba en el techo y se derramaba en grandes gotas golpeando sonoramente sobre los charcos ya formados en el suelo. Akane se arrebujó milimétricamente en Ranma.

Tanto caos, quehaceres, obligaciones; tanto mundo allá fuera. Quería guardarse allí en el silencio unos cuantos minutos más, hasta que fuera mañana, por ejemplo. Sus ojos se cerraban involuntariamente.

Sopló una brisa un tanto más fría y el estremecimiento de Akane fue casi imperceptible, entonces sintió que el brazo de Ranma la encerraba y la atraía más hacia él y su calor.

Sí, podía guardarse allí unos minutos más.

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