Capitulo 6.

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¿Acaso estaba escuchando mal? ¿Enserio el jefe ya está aquí? ¿¡Pero cómo!?


Los gritos de Kelly por llamar mi atención me hicieron volver a la realidad.


—¡____! — Gritó de nuevo —.


—¿Q-qué decías?


Me encontraba bloqueada. No podía despegar los pies del suelo con tan sólo saber que nuestro plan estaba a punto de fallar.


—Te decía que el señor Park está por llegar. Tenemos que dejar todo como estaba.


Corrió a la computadora, la apagó y arreglo la silla.


—Y escondernos antes de que abra esa puerta.


—¿¡Qué!? ¿Estás loca? ¡Se dará cuenta de que estamos aquí! Y lo peor de todo, se dará cuenta de que la llave no está.


—Es el jefe, no es tan tonto como para no tener una llave de repuesto en la administración de Larry.


No terminó de hablar cuando escuchamos pasos en el pasillo.


—Seguro es él. ¡Apaga la luz!


No me dio tiempo de responder ya que se escabulló perdiéndose de mi vista.

El tiempo era oro, y lo peor de todo: yo era pésima escondiéndome. Me sobre salté al escuchar la perilla moverse. De una arrastrada en el piso, quedé debajo de su escritorio. Era un buen escondite, siempre y cuando él no estirara tanto los pies.

Tarde para pensar.

La puerta se abrió al fin mostrando dos siluetas y cuatro pies. No venía solo.


—Y bueno, señor Park. Como ha visto, todos los representantes ya tienen hecha la tarifa que se estará cobrando para la fundación. Como sabe, la ley exige que para hacer una fundación, se tiene que recaudar el dinero requerido, no darlo directamente — Dijo un hombre como si se lo estuviera recalcando —.


—¿Y de cuánto estamos hablando con las tarifas recaudadas?


Habló otra voz. Como no había nadie más, supongo que era la de él.

Me desconcentre de la conversación, teniendo en mi cabeza su voz, jamás había oído una igual, la de él posee un toque peculiar, un toque más suave y ligero, pero a la vez, posee un efecto algo ronco, mínimo, pero se mira que si le hablara así en el oído a alguien, este podría derretirse.

Me alejé de mis pensamientos a la velocidad de la luz, cuando escuché cerca de mí el sonido de la silla hundirse de golpe, y para colmo sus pies estaban estirados, pero no tanto. Aún así mi corazón latía muy rápido, deseando que sus pies cubiertos por unos carisimos Versages, no chocaran conmigo.


—Pues, hablamos de una suma de cinco millones de dolares, aproximadamente.


Carajo, ni porque Josh intentara venderme obtendría esa cantidad.


—Perfecto.


Escuché como movió en toques un bolígrafo sobre la mesa, se presenciaba como la acción la hacía calculadoramente. Claramente este hombre se veía que era listo.


—¿Algo más que añadir? — Preguntó a su contador o algo así —.


—Sí — Hubo un silencio y después añadió: — Verá, la hija del vicepresidente de la fundación me solicitó verse con usted.


© EL JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora