Capitulo 1.

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—¿Qué hacías con esa zorra de nuevo, eh? — Pregunté, al borde de quebrarme —.


—¡Ya te dije que yo puedo traer a quien se me dé la puta gana! — Me respondió con el tono fuerte —.


—¡Y yo te he dicho que no quiero ver a esa prostituta en mi casa! Ya te lo he dicho miles de veces, sólo quiere llevarse las únicas cosas que tenemos en la casa, las únicas que nuestros padres nos han dejado — Le contesté, mientras sentía que esta conversación no me llevaría a ningún lado —.


Nuestra historia empezó mas o menos asi: nuestros padres –si así se les puede llamar– se hicieron muy buenos amigos al poco tiempo de conocerse y de que Josh y yo nos casáramos. ¿Por qué nos casamos? Porque ellos lo quisieron así para aumentar las ventas de todas sus jerarquías. Todo lo tenían planeado desde un principio; mis padres querían aprovecharse de mí para ser multimillonarios, y Josh, quería tenerme como esclava para hacer todas y cada una de sus tareas, haciéndome creer al principio que la idea de casarnos no iba a ser tan mala como parecía, jurándome que iba a conseguir que me enamorara de él.

Y... Lamentablemente, con el tiempo lo logró, llevándome hasta aquí, hasta este horrible basurero en el que vivo después de que nuestros padres se fueran a quién sabe donde y nos abandonaran, encontrándome a mi esposo por segunda vez besándose en el mueble que está a punto de desarmarse –que por cierto, ya no uso–, con la misma chica de piel bronceada, senos extra grandes y labios más plásticos que los de las Barbies, de cuyo nombre desconozco.


—Mira, estúpida, a ella no le digas así. Mas te vale que te largues de mi vista y te pongas a arreglar mis revistas.


—¿Qué? Tus revistas las arreglé por orden del abecedario antier — Contesté con desconcierto —.


—¿Cuáles? — Caminó a la cocina y se dirigió a el pequeño comedor, tomó las revistas y con descaro las dejó caer haciendo que todas se esparcieran por el suelo — Porque yo las veo desordenadas.


Es una mala persona, cuánto lo odio. Nunca puedo llegar a tal punto, no es propio de mí, ni siquiera de decir vulgaridades, pero con él, con él todo cambia, con él un lado que desconozco sale a la luz y provoca que mi pecho arda de desprecio con tan sólo verlo.


—¿Cómo puedes ser así? — Intenté hacerme la fuerte, pero mis lágrimas me hicieron perder el juego — No sabes lo que me costó arreglar tus revistas.


Noté que tras mi voz suplicaría, él seguía ahí parado sin importarle nada, sin importarle nadie.


—¿Y? ¿Quién las arregló? ¿Tú o yo? Lo hiciste tú — Con su dedo índice empujó mi pecho, recordándome la gran diferencia de estatura que había entre los dos — Así que no me interesa en lo más mínimo. Arreglalas antes de mañana o no querrás conocerme realmente.


Habló cerca de mí, en tono amenazante, hasta que poco a poco se alejó y subió las rechinantes escaleras.

Tras sentir la soledad al rededor, lloré, rompí el llanto que quería salir desde hace días, semanas, meses y por supuesto, desde que encontré a esa mujer en mi casa, en el único infierno donde vivía, cuyo diablo reina en él.

No quería, no quería dirigir mis ojos y apreciar sus asquerosas revistas porno, ya estaba harta de ver tanto plástico y tantas vaginas abiertas. Era asqueroso, basto. Demasiado para el concepto sano que yo mantenía sobre el sexo. Esto hacía que se volviera despreciable para mí. Jamás había visto pornografía, mis padres a pesar de ser lo que son, siempre me inculcaron una buena educación e inocencia, desconocimiento. Pero Josh, él sólo hizo que todo cambiara. Un cambio del que no tenía derecho de negarme.


© EL JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora