Capitulo 7.

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Unos puntos negros aparecieron en mi campo de visión. Estaba mareada y sólo habían dos razones, o estaba embarazada o escuchar mi nombre salir por primera vez de la boca del jefe me había dado una punzada en el estómago. Antes de darme la vuelta completa para verlo y enfrentarme a la miel de sus ojos, preferí asegurarme bien.


—¿Me lo di-


—Sí, es usted a quien se lo digo.

Sus palabras sonaban atacantes, listas para apuñalar el alma más sensible. Y eso no me convenía para nada.

No tuve opción, tuve que acercarme hasta quedar a unos metros de él. Sentí que cada paso de mí temblaba. Espero y no se haya percatado de eso.


—¿Le puedo ayudar en algo, señor?


Debía ser lo más firme posible, ser como él en este momento.

Inhaló humo, exhaló. Sus ojos seguían centrados en mí. Desde mi postura la vista hacia ellos era increíble, la luz del sol se reflejaba en estos haciéndolos ver más claros. Era precioso el efecto en ellos.

Pero su parpadeo me hizo concentrarme más en la conversación.


—Si no me equívoco, usted es la nueva, ¿verdad?

Contestó evadiendo mi pregunta, la pregunta que tanto me había costado hacerle sin temblar. Odiaba sentirme así.


—Así es.


Sólo pude decir eso ya que el resto de mis palabras se las comían sus canicas. Tal vez fueran comunes, pero tenían algo especial que me atraía y me desconcentraba de la cosa más importante en la que tuviera.


—William me ha hablado de usted — Parpadee atenta. Él comenzó a caminar sin apuro con sus manos detrás y prosiguió — Dijo que había perdido su antiguo empleo por un accidente.


Otra calada.


—Es correcto — Le respondí sabiendo que él no lo estaba esperando, mientras seguía sus pasos con mis ojos —.


—Me mencionó muchas cosas de usted, tanto positivas como negativas. Por ejemplo: sus méritos, sus fortalezas, sus debilidades.

Inhaló, exhaló.


Él me miró creo que esperando esta vez mi respuesta, pero solo pude asentir ya que estaba nerviosa por su caminata tan lenta, parecía un animal tratando de cazar algo en especial. Ante mi gesto, rió amargamente y aún así eso no quitaba que se viera guapo mostrando ese tipo de emociones como esta.

Me quedé quieta, dio una última calada y le entregó el tabaco desgastado a el guardaespaldas más alto. Observé como el humo salía de sus labios aún. Frotó sus manos y se acercó, acortando quizás un metro más que antes y tapando con su sombra un relejo de luz.


—Llegaré al grano porque sé que es lo que usted más desea — Oculte un brinco. ¿Cómo sabía que estaba ansiosa por darme la razón de estar aquí? — ¿Dónde está su portafolios?


Quería cerrar los ojos y nunca despertar para no tener que dar una respuesta a esa pregunta.

Después de unos segundos de lucha, pude apenas abrir los labios.


—Está en mi oficina. Lo dejé antes de venir.


Opté por el peor camino, estaba segura. A este hombre se mira que en lo último que creería es en una mentira.


© EL JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora