Yellow | Jikook

Capítulo III

Canción: Light – Sleeping At Last

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Era un día nublado, las pequeñas gotas que las nubes lloraban comenzaban a mojarme el rostro. Extendí la mano para comprobarlo e inmediatamente guardé las fotocopias, que recién había hecho, dentro de la sudadera negra que cubría a mi cuerpo con una talla de más, para resguardarlos del agua porque no saldría a hacerlo todo de nuevo.

Octubre había acabado, Noviembre llegó... Un Noviembre triste y desolado al parecer.

Las nubes comenzaron a llorar y sollozar aún más fuerte, faltaba poco menos de una cuadra para llegar al edificio cuando el crugir del furioso cielo me hizo levantar el mentón y mirarlo con el entrecejo fruncido. Ni el sol se había atrevido a quedarse fuera y enfrentar la tormenta.

— Joven, hay alguien esperando por usted.

— Oh, gracias.— hice una pequeña reverencia y continué con mi camino.

El edificio silencioso me recibió justo cuando otro trueno iluminó el cielo nublado y me permitió ver la silueta de Jimin recargado en la puerta de mi departamento; sereno y con los ojos cerrados.

Cuando le vi, hizo una pequeña reverencia y sonrió, aguardando a que llegara a él.

— Jimin, ¿qué te trae por aquí?

— Nada realmente.

Asiento con una genuina sonrisa y abro el departamento para invitarlo a pasar. Sus ojos inspeccionan el lugar. Curioso, se acercó a mirar los cuadros minimalistas que adornaban la pared mientras se despojaba de sus zapatos, apoyándose en el mueble en donde coloqué despreocupadamente las copias.

Dejé las llaves colgadas y luego fui rápidamente a la habitación para cambiarme las prendas mojadas por unas secas y más cómodas. Al salir, Jimin estaba mirando por la ventana que daba a la suya y sonrió. Gracias a la poca luz que del cielo venía, pude ver su rostro siendo mojado por las gotas y él parecía disfrutarlo.

— ¿Te trae buenos recuerdos?

— Bueno, así nos conocimos.— ríe suavemente, girándose para mirarme y notar el gran montón de libros en una esquina detrás mío e ir a él; hincándose y ladeando la cabeza para leer mejor los títulos de aquellos anchos libros que siempre me salvaban de una u otra duda.

— La gran mayoría son de anatomía.

— ¿Los has leído todos?

— La mayoría, sí. Son mis mejores amigos para estudiar y responder mis dudas. Son tan valiosos que siento la necesidad de comprar un bonito mueble donde ponerlos.— contesto con una sonrisa cuando ya había tomado un libro de ellos.— Oh, ese es un libro que explica todo sobre el corazón.

Fui a sentarme a su lado, recargando mi espalda en la pared, mirando el libro conforme él lo hojeaba con su entrecejo fruncido; concentrado en las ilustraciones y en unos cuántos párrafos del texto.

— Este es el corazón de alguien que no hace ejercicio y su alimentación se basa en grasas y comida no tan comida. Este es mi corazón, hago ejercicio y mantengo cierto orden con lo que como. Espero que el tuyo sea así también.

— ¿Has visto un corazón en todo su esplendor?

— El de un cerdo.— sonreí, recordando la experiencia de hace más de un año atrás, en el laboratorio de biología.— ¿Quieres ramen? Podemos comerlo mientras vemos el resto.

— Pensé que cuidabas tu alimentación.— dijo burlón, siguiéndome por detrás a la cocina.

— Hay excepciones. Esta vez lo amerita.