Accidentes

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Emma

—No creo que esté roto — el médico de la sala de emergencias tenía mi tobillo hinchado en la mano. Ya se estaba poniendo azul —. Pero vamos a tomar una radiografía para estar seguros.

—Gracias.

—La enfermera llegará en unos minutos para obtener información y luego llamará al técnico de rayos X.

—Está bien — me volteé hacia Regina —. Esto es tú culpa.

—¿Mi culpa?

—Sí. Me estabas haciendo ir demasiado rápido.

—¿Demasiado rápido? Una abuela empujando un cubo sobre el hielo nos pasó. No deberías haberme soltado la mano.

—Me asusté.

Patinamos sobre el hielo por más de dos horas, y ni siquiera pude aprender. Debido a que estaba tan inestable, mis tobillos estaban constantemente temblado hacia adelante y atrás, lo que causó que mi patín se aflojara. La última vez que caí, el tobillo no tenía soporte, y la maldita cosa se dobló. Me dolía, pero no había pensado que estaba roto.

Regina, sin embargo, echó un vistazo a la hinchazón y decidió que necesitábamos visitar la sala de emergencias. No podía convencerla de lo contrario. Su amiga, Mérida, se había encontrado con nosotras frente al hospital y había llevado a Henry a su casa para que Regina pudiera quedarse conmigo. La enfermera llegó con un portapapeles.

—Tengo que hacerle algunas preguntas. Su esposa puede quedarse si quiere, pero tendrá que salir cuando el técnico venga a hacer la radiografía.

—Ella no es... — hice un gesto entre Regina y yo —. No estamos casadas.

La enfermera sonrió. No a mí, sino a Regina. También batió sus pestañas.

¿De verdad?

—Bueno, entonces tendré que pedirle que salga — le dijo —. Iré a buscarla después de terminar de preguntarle a su...

Esperó a que Regina llenara el silencio.

—Novia.

—Oh. Sí. Vendré a buscarla cuando termine con su novia.

¿Lo estaba imaginando o ella había intentado averiguar si estábamos juntas? Regina me besó en la frente y me dijo que volvería. Tan pronto se fue, la enfermera empezó a hacer preguntas médicas. Sólo entonces, me di cuenta que Regina acababa de llamarme su novia.

—Puedo caminar yo sola.

Regina me sujetó por la cintura por décima vez. Me había llevado así de la pista al taxi, del taxi al hospital, del hospital al taxi, y desde el taxi hasta el apartamento donde procedió a sentarme en el sofá con el pie elevado. Justo como el doctor había instruido. Ahora, acababa de recibir la comida y me estaba llevando a la mesa.

—El doctor dijo que no pusieras peso en eso.

—Está bien. Es sólo un esguince. La bota me impedirá poner demasiado peso en él de todos modos.

Henry apartó la silla mientras su madre se acercaba conmigo. Mérida, quien había estado sacando contenedores de comida fuera de la caja del domicilio, nos miraba divertida. Hoy era la primera vez que la veía, y probablemente pensó que era la reina del drama.

—Estoy tan avergonzada. Juro que normalmente no soy tan torpe.

Mérida siguió contemplando la escena, observando cómo Regina me ayudaba con preocupación y continuó colocando comida en el plato frente a mí. Tenía la sensación que aquella pelirroja no era una mujer que pasaba por alto muchas cosas.

SELF-CENTREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora