Acuerdo

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Regina

Demonios.

—No entiendo. ¿Qué sucede? —La voz de Emma estaba llena de pánico.

Y no podía culparla. Todo el mundo sabe que las cobras, los tigres y los tiburones son peligrosos. ¿Pero el delfín nariz de botella? Luciendo tan dulce y amable, ellos silban armonías cuando les palmeas la cabeza. Pero si accidentalmente lastimas a uno de ellos, atacarán.

Es cierto. Mi hobby, después de follar y trabajar, es mirar el canal National Geográfic. Kristin es un delfín nariz de botella. Simplemente le recomendó al juez treinta días de prisión, el lugar del acuerdo que nos dijo que ofrecería hace menos de media hora.

—Dame un minuto. Siéntate en la tribuna e iré por ti en unos minutos. Necesito intercambiar unas palabras con la fiscal a solas.

Emma asintió, a pesar de que lucía como si estuviera al borde de las lágrimas, se tomó un momento para recomponerse. Luego abrí la puerta que separaba a los espectadores de los acusados en la corte y la conduje a una fila vacía en la parte de atrás. Cuando comencé a alejarme, vi una lágrima rodar por su rostro y eso detuvo mis pasos. Sin pensarlo, le levanté el rostro para que nuestros ojos se encontraran. Azul y verde.

—Confía en mí. Irás a casa esta noche ¿sí? Solo confía en mí.

(...)


Mi voz sorprendió a Kristin en el sanitario de damas al otro lado de la sala de la corte.

—¿Qué demonios fue todo eso? —cerré con seguro la puerta mientras se giraba para enfrentarme.

—No puedes hablarme así, Regina.

—¿Por qué hiciste esa mierda?

—Eres una imbécil.

—¿Yo soy una imbécil? ¿Qué demonios fue toda esa mierda de "qué bueno verte, Gina"? "Voy a recomendar una multa de cincuenta dólares y estarás fuera de aquí a tiempo para ir a jugar con tus espadas".

Se giró lejos de mí y caminó hacia el espejo, sacando un labial del bolsillo de su chaqueta de traje. Delineó sus labios con un rojo sangre, sin decir absolutamente nada hasta que terminó. Luego me dio la más amplia y brillante sonrisa que jamás había visto.

—Me imaginé que tu nuevo juguete necesitaba acostumbrarse a que le dijeran una cosa y luego hicieran otra cuando menos lo esperara.

—Ella no es mi juguete. Es una... amiga a la que estoy ayudando.

—Vi la manera en que la mirabas y la manera en que tu mano permaneció en su espalda. Si todavía no están follando, lo estarán pronto. Tal vez necesita una noche en la prisión del condado porque tú no eres capaz de manejarte en la sala de la corte. Tal vez la persuada tu encanto, Gina. Si lo pensamos bien, estoy dándole a esa mujer un servicio. Debería agradecérmelo.

—Estás loca si piensas que voy a dejar que te salgas con la tuya de esto. Emma no tiene nada que ver con lo que pasó entre nosotras dos. Le pediré al Juez Gordon que se inhiba si es necesario.

—¿Qué se inhiba? ¿Bajo qué premisas?

—Bajo la premisa de que tu padre juega golf con él todos los viernes y que tú misma me has dicho que él te da lo que le pidas. ¿Te olvidaste de cuanto te gustaba parlotear después de follar?

—No te atreverías.

Había estado tomando distancia, unos metros lejos de la puerta bloqueada, pero caminé lentamente a donde ella estaba de pie, siendo agradable y cercana.

SELF-CENTREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora