Feliz Aniversario

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Como no actualicé el día de ayer, les dejaré una maraton.
Espero disfruten, lean y me cuenten que tal.
Besos


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Flashback

Regina


Víspera de año nuevo, hace cinco años

—Feliz aniversario.

Kathryn se sentó en el sofá mirando la revista People. Me incliné para besar su mejilla, y luego me incliné más allá para tocar con mis labios la frente de mi hijo de casi dos años, que dormía con la cabeza en su regazo. Estaba babeando. Una gran piscina de babas empapaba el muslo de mi esposa. Lo señalé y bromeé:

—Hace un par de años, mojarte en la víspera de Año Nuevo significaba algo muy diferente.

Ella suspiró.

—Ojalá pudiéramos salir. Este es el primer Año Nuevo que paso en casa desde que era una niña.

La víspera de Año Nuevo era una gran fiesta para mi esposa. La esperaba como un niño esperando a Santa. Y ayer, alguien le había dicho a Kathryn que Santa no existía. Habíamos planeado salir esta noche, ir a una fiesta en el centro de Atlanta de un amigo suyo por el cual no tenía ningún cuidado, pero la niñera nos había cancelado. Kathryn estaba devastada. Yo estaba feliz en secreto. Hoy era el primer día libre que había tenido en un mes, y quedarme en casa y ver películas, quizás recibir el año en la cama con ella, era lo más excitante para lo que estaba de ánimo.

Pero ella había estado refunfuñando por veinticuatro horas. Aún estaba teniendo dificultades para adaptarse al nuevo estilo de vida asociado a la maternidad. Era comprensible. Después de todo, solo tenía veintitrés años, y todos sus amigos estaban de fiesta como chicos despreocupados.

Tenía la esperanza de que hiciera nuevos amigos en la clase de "Mamá y yo" a la que se unió el mes pasado, tal vez amigos casados, con hijos, que no creyeran que beber responsablemente significaba no derramar su chupito de Goldschläger.

—¿Por qué no sales? Yo me quedaré en casa con Henry esta noche.

Sus ojos se iluminaron.

—¿De verdad?

No era exactamente como pensaba que pasaríamos nuestro aniversario, pero Kathryn lo necesitaba.

—Seguro. Estoy exhausta. Mi amiguito y yo nos quedaremos. De todas maneras, no pasamos el suficiente tiempo juntos y a solas.

Kathryn levantó suavemente la cabeza de Henry de su regazo, la apoyó en una almohada y se levantó para darme un gran abrazo.

—No puedo esperar a usar el vestido que compré. Lauren y Allison van a estar tan celosas de que ahora pueda permitirme comprar en Neiman Marcus.

Forcé una sonrisa.

—No puedo esperar a ayudarte a quitártelo cuando vuelvas a casa.

Habíamos llevado a Kathryn a casa de su amiga Lauren anoche, y me ofrecí a buscarla, pero insistió en que tomaría un taxi para que no tuviera que despertar al bebé. Resultó, que no era un problema.

El bebé estaba completamente despierto, considerando que eran las ocho de la mañana y mi esposa todavía no había vuelto a casa. Henry se sentó en su silla alta, chupando Cheerios e hizo un fuerte sonido de pato para llamar mi atención mientras me servía mi segunda taza de café.

Me llené las mejillas de aire, lo obligué a salir y le respondí con un sonido de pato mientras me sentaba. Pareció momentáneamente sorprendido por el sonido, y por un segundo pensé que iba a llorar. Pero luego dejó escapar una risa, que me hizo reír de inmediato

—Eso te gusta, pequeño príncipe, ¿ah? —Me incliné más cerca de él y llené mis mejillas de nuevo—. Cuack, Cuack.

Mi hijo estudió mi rostro como si yo fuera un extraterrestre, y entonces estalló en un ataque de risa. Después de la tercera o cuarta vez, se enganchó y lo observé mientras trataba de hacer el mismo sonido. Sus pequeñas mejillas se llenaban, pero solo una ráfaga de aire con algún escupitajo salía de su boca. Ningún Cuack. Eso no lo desalentó.

Después de cada uno de sus intentos, yo hacía el sonido, él lo observaba atentamente y lo intentaba de nuevo. En un momento, era su turno y pensé que finalmente podría ser su momento brillante. Chupó una gran bocanada de aire y luego... contuvo la respiración. Sus mejillas rechonchas comenzaron a ponerse rojas y su rostro estaba tan atento. Ese es mi chico. Si al principio no lo logras, trabaja con más ímpetu. Tuve un momento de madre orgullosa.

Mi niño sería un trabajador incansable. Hizo la cosa del rostro rojo por aguantar la respiración un par de veces y luego comenzó a reírse de nuevo. Fue mi turno. Así que me incliné para hacerle el sonido, y cuando aspiré, me di cuenta de que durante la última ronda no había estado trabajando en su Cuack. Estaba haciendo popó.

Ambos nos reímos durante diez minutos mientras lo cambiaba. Aunque creo que se estaba riendo de mí y no conmigo.

Poco después, la pequeña máquina de popo, terminó. Lo miré con asombro durante un rato. Así no era exactamente como había imaginado mi vida cuando visualizaba mis próximos años, pero no lo cambiaría por nada en el mundo. Mi hijo era todo para mí.

Cuando llegaron las diez de la mañana del día siguiente y estaba molesta porque Kathryn no había llegado a casa todavía, comencé a preocuparme. ¿Y si le había pasado algo? Tomé mi teléfono del mostrador de la cocina y revisé mis textos. Aún nada. Así que marqué su número. Fue directamente al correo de voz.

La ventana de la sala de estar de nuestro condominio en el tercer piso daba a Broad Street, una tranquila cuadra arbolada en las afueras de Atlanta. La mayor parte del mundo había estado de fiesta la noche anterior, así que la calle estaba particularmente tranquila esta mañana.

Fue por eso que no pude dejar de ver el Dodge Charger amarillo brillante, con el número nueve, pintado en un costado avanzando desde la esquina. A pesar de que las ventanas estaban cerradas, podía oír el rugido de un silenciador y el chillido cuando el conductor giró demasiado rápido.

Qué idiota. Esa esquina era un gran punto ciego. Kathryn podría haber estado cruzando la calle con el cochecito y ese idiota no los habría visto hasta que fuera demasiado tarde. Sacudí la cabeza y miré el auto desde la ventana mientras rodaba hasta detenerse unos cuantos edificios antes. Esperó en silencio durante unos minutos.

Entonces vi cómo la puerta del lado del pasajero se abría y un par de piernas asesinas se asomaban.

Estaba casada, no muerta. Mirar estaba bien. Entonces la mujer salió del auto y me di cuenta de que mirar definitivamente estaba bien. Porque la mujer saliendo de un auto unos edificios más allá de donde vivíamos, era mi esposa.

Fin del flashback

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