Capítulo II

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Todo a su alrededor se movía gracias a que estaban en el auto. Elsa iba sentada en la parte de atrás del auto, escuchando a su madre hablar de manera dulce y encantadora con su padre quien apenas comentaba, como siempre.

—¿Elsa, qué te parece un helado? —le preguntó animada, observando a su sonriente hija por el retrovisor ignorando por completo a su esposo gruñón.

—¡Uno de menta! –chilló con su vocecilla añiñada de 6 años, abriendo sus brazos imaginándose un gran helado de menta con chispas de chocolate.

El hombre en el auto sonrió.

—Si comes mucha azúcar se te caerán los dientes, bebé

La pequeña negó, sonriendo enseñando sus perfectos dientes de leche, burlándose de su papá.

—¡Dientes fuertes! –aclaró la pequeña, intentando acercarse a su mamá pero el cinturón de seguridad se lo impedía.

—Claro, bebé. Dientes fuertes. Tu papá está algo loco...

—Papá loco...

Los tres en el auto rieron. El padre girando el volante para cruzar en la siguiente calle haciendo que la pequeña Elsa se emocionara observando la heladería a unos metros.

Pero no contaron con que un conductor borracho fuera a toda velocidad hacia su dirección.

El estruendo de ambos autos chocando hizo que la pequeña Elsa empezara a llorar, sacudiéndose intentando escapar del cinturón de seguridad para acercarse a su mamá quién gritaba muy poco placentero. Pero los nervios de pronto atacaron a la pequeña, observando con un poquito de conciencia a su alrededor ya destrozado, preguntándose por qué su padre no gritaba. Éste se había quedado sin palabras... y sin vida.

El sonido de las sirenas la despertó de inmediato de su sueño o más bien recuerdo de su peor momento en la vida. No sabía si seguía durmiendo pues las sirenas de aquella ambulancia seguían sonando, tan parecidas a las de sus recuerdos, tan envolventes y dolorosas. Ruidosas, aturdiendo su silencio.

Cuando ya pudo estar 100% dentro de sí supo que ya estaba despierta, oyendo como las sirenas se alejaban para luego hacerla suspirar de alivio.

Tontas ambulancias ruidosas... Nunca llegan a tiempo.

Observó su triste y descolorido alrededor, admirando su habitación, como siempre. Blanca, desordenada, silenciosa y calmada. Sólo para ella.

Salió de la cama, acomodando las sábanas azules y plata de ésta, le gustaba como esos colores rompían con las paredes blancas de su habitación. Sonrió, mirando la foto familiar que se posaba en su pequeña mesa de noche, a un lado de su lámpara nocturna. Papá, mamá y ella. Antes le era doloroso ver al familiar faltante en esa foto, pero ahora era tan normal que le importaba muy poco.

Sí, su sueño representaba claramente el accidente que le creó un efecto post-traumático, logrando que a ella le invadiera el silencio. Los doctores no saben decir nada más que "se pasará con el tiempo". 14 años y aún hay mucho silencio.

Caminó por su habitación sin intenciones de cambiarse su pijama azul cielo, mirando en una esquina de su habitación sus herramientas de dibujo, haciédola sonreír levemente para ir corriendo hacia ellos y buscar lo necesario para dibujar.
Si no hablaba necesitaba expresarse de una manera que no fuera su sonrisa.

****

El día brillaba considerablemente, siendo frío pero cálido por el sol.

Anna sostenía fuerte su cámara, enfocando el lente hacia el ave posada en un roble oscuro y seco, con las hojas caídas en las raíces del tronco siendo movidas por la leve brisa. Click. El flash se extendió hasta lograr hacer que la ave volara lejos, pero dejando que la pelirroja sonriera por haber logrado una linda toma.

Había decidido ir al parque a terminar su tarea, la profesora le había pedido una clara representación de la hermosura de la naturaleza y qué mejor época que el otoño para mostrar cómo la naturaleza se desgasta para volver a nacer. Últimamente pensaba cosas raras pero era así, tenía que captar los ambos lados de la moneda, su afición le enseñaba que todo lo bueno tenía su lado malo.

Sonrío encantada. Ahí está ella. No sobra decir que Anna había visto muy a menudo a Elsa en el parque, sólo que ayer fue cuando se dignó a hablarle llevándose una grata sorpresa de su silencio. Corrió hacia ella de la manera más silenciosa, enfocando su cámara en la chica de cabellos rubios platinos. Anna llevaba un suéter rojo con sus pantalones negros, obteniendo así una facilidad para moverse sin hacer ruido.

Elsa se veía tan placentera sentada en una pequeña banqueta, sosteniendo en una mano una tabla llena de colores, mientras que en la otra tenía un pincel, trazando líneas y figuras sobre el gran cuaderno que descansaba en su regazo, captando el paisaje del lago lleno de pequeñas hojas que a veces picoteaban los patos. Dibujando a su manera, recreando la imagen que veía en el papel, sonriendo obviamente satisfecha con sus trazos.

Eso a Anna le pareció lo más hermoso que pudo crear la naturaleza.

Sin Palabras 《Elsanna》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora