Engaño

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Vida mía, no reconozco mi rostro, ni la sangre que recorre mi interior.
Ha nacido toda descendencia del astro en oscuridad, que paraliza la mirada e inspira la ambivalencia de vida y muerte.
En el empíreo se encuentra la suave reina de la isla antigua, en ella las beatitudes grabadas en el epitafio gris y el velo ausente en su corona.
La siddharta duró dos semanas, con ella se han mudado catorce días, me ha estado esperando el adiós escondido en el belfo de tu rostro.
Elevate encima del alcor y escucharas el exégesis de mi persona, mi nombre no será un engaño para tus tiernos oídos.
Solo hemos sido engañados por la vida y por la muerte.

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