Capítulo Doce: Diferente

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Capítulo Doce: Diferente

No he podido pegar ojo en toda la noche pensando en mi descubrimiento. Aunque no estoy segura de que esa sea la palabra correcta, más bien es una teoría. Necesito compartirla con alguien, necesito que alguien la eche por tierra del todo. Porque me niego a pensar que esa es la verdad, no puedo creer que sea eso lo que ha ocurrido. He pensado en decírselo a Hana pero no sé si es buena idea. Va a pensar que son ideas de niña pequeña sin más, y no me tomará en serio, cuando para mí es algo que me ha quitado el sueño. Y Kim simplemente me miraría raro y se buscaría una nueva amiga. Vale, tal vez no sea para tanto, pero no me va a entender. Por si no era suficiente con mi apariencia habitual, esta mañana me desperté con ojeras bajo los ojos, y mi aspecto era de una persona desequilibrada. ¿Quién podía tomarme en serio así?  Pensarían que en cualquier momento voy a empezar a reírme como una descosida y a intentar agredirles. Entonces caigo en la cuenta de quién sí, de quién escuchará lo que tenga que decirle: Hugo. 

Cuando van a comenzar los diez minutos que tenemos de descanso después de la tercera hora, le digo a Kim que tengo que ir a hablar con un profesor y me dirijo a la segunda planta, donde están los cursos superiores. Mucha gente sale de las clases y pasan junto a mí arrollándome a su paso. Por suerte paso desapercibida entre la multitud ―una de las ventajas de ser de corta estatura― y a mi izquierda veo dos puertas entreabiertas de dos clases distintas, por las que sigue saliendo gente. En una se puede ver un cartel que dice : Quinto curso (Pre―universitario). En el otro se lee: Sexto curso (Pre―universitario). ¿Qué clase será la de Hugo? Nunca me ha dicho su edad exacta, y tampoco se la he preguntado. Me dijo que era mayor que yo, así que quinto cuso parece una opción poco probable porque entonces solo sería apenas un año mayor que yo, así que me asomo algo insegura a la puerta del sexto curso. Aún quedan estudiantes, que hablan entre ellos o se encuentran sentados en sus asientos haciendo algo en el libro electrónico. Pero no veo a Hugo. Una chica con un moño oscuro desecho y los ojos pintados de negro repara en mi presencia y me mira extrañada:

―¿Quién eres? ―me pregunta de mala manera.

―Estoy buscando a alguien.

―¿A quién? ―pregunta un chico muy corpulento que se encuentra sentado en  una mesa junto a la otra chica.

Pienso si debería decir su nombre o no, tal vez sea mi sentencia afirmar que le conozco de algo. Pero Kim me está esperando y no es cuestión de patearme todo el instituto buscándole.

―Hugo Woods.

Los dos chicos intercambian miradas.

―¿Hugo Woods? ―dice la chica.

Entonces dos personas más se miran al igual que los anteriores, y la chica se ríe, contagiando al resto.

―Anda, niñata, vete a tu clase de primaria y dejanos en paz, ¿quieres?

Me enfurezco por su respuesta y salgo de la clase como una exhalación. ¿Tan difícil de creer es que pueda conocerle? Es eso por lo que se han reído, lo sé. Tal vez Hugo siga siendo el mismo chico popular que era en la otra ciudad. Se me pasa la por la cabeza la idea de que tal vez yo sea un entretenimiento para él, que en realidad no le interese lo más mínimo. Pero eso no puede ser, se le ve a gusto conmigo, contento. 

Confío en estar equivocada. 

A cuarta hora, Kim comienza a sentirse mal, mareada y le duele mucho la cabeza, así que su padre viene a buscarla poco tiempo después y se va a casa.

―Nos vemos mañana ―se despidió de mí, algo débil. 

Estoy sola, y es nuevo para mí porque por raro que parezca desde que conocí a Kim no nos hemos separado. Es entonces, cuando estoy esperando a Hugo sentada en los escalones de la entrada para volver a casa, cuando Rebecca O' Brian decide entrar en escena. Rebecca O'Brian, alta, con una melena por la cintura y siempre a la última moda es de esas personas que siempre están rodeadas de amigos y les pasan cosas interesantes cada minuto. Me temo que no soy una de ellas. Pero también es de esas personas mezquinas que adoran encontrar una víctima a la que ridiculizar. Me alegro no ser una de ellas.

Los monstruos del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora