Capítulo Tres: Sorpresa para cenar

741 47 35
                                    

Capítulo Tres: Sorpresa para cenar

Cuando pensaba que ya no podía pasar nada más, pasa. ¿El qué? Más bien habría que preguntarse ¿Quién?  Cuando Kim caminábamos por el pasillo de camino a mi tercera clase en ese día, Literatura, nos encontramos con nada menos que a Hugo Woods en el pasillo de mi instituto. Y eso no es lo peor, lo peor es que va con un libro electrónico en la mano. Antes de que pueda evitarlo nuestras miradas se encuentran y se acerca a nosotras. Me quedo  clavada en el sitio de la sorpresa.

―Hola, Jenna ―me saluda alegremente, como si fuésemos íntimos amigos de la infancia. Dirige una mirada curiosa a mi también estupefacta amiga―. Tú eres…

―Kim ―responde al instante.

―Hola a ti también, Kim, soy Hugo ―se presenta con una sonrisa que pretende ser encantadora pero lo único que hace es aumentar mi ansiedad.

―¿Conoces a Jenna? ―pregunta Kim.

Abre la boca, pero antes de que tenga la oportunidad de contestar algo indebido reacciono e intervengo:

―Es una larga historia. ―Le dirijo a mi amiga una mirada significativa, demostrándole que se lo contaré en otro momento. Carraspeo exageradamente para que lo interprete como una señal de que nos deje a solas pero está demasiado ocupada contemplando a su nuevo conocido.― ¿Kim? ―Consigo que me mire y dirijo disimuladamente la vista hacia la puerta de la clase. Lo entiende.

―Ah. Yo, eh… Nos vemos en clase, Jenna.

Cuando me aseguro de que se ha metido en la clase, le suelto en voz más alta de lo que pretendía:

―¿Qué estás haciendo tú aquí?

―¿En el instituto? ―me pregunta inocentemente.

―No te hagas el bueno conmigo porque no va a funcionar como con ella ―digo señalando mi clase. Unos alumnos de primer curso se nos quedan mirando según pasan.

Hugo se encoge de hombros.

―Supongo que no soy tan adulto como querías que fuera.

Ahora sí que me he quedado sin palabras. ¡Es menor! Precisamente lo que más me repetía a mí misma para demostrarme que no corría peligro era que había hablado con un adulto, ¡pero es menor! Creo que se me ha abierto la boca de par en par.

―¿Cómo dices? ―Estoy tratando de mantener la calma pero de verdad que me está resultando muy difícil.

―¿Por qué querías que fuese adulto, Jenna?

―¿Cómo que por qué? ¡Ayer nos podrían haber detenido!

―Sinceramente, no lo creo.

Me pellizco el puente de la nariz, nerviosa, tratando de ordenar mis ideas.

―No vas a mi clase ―le digo.

―No.

―Eso quiere decir que eres más mayor.

―Muy bien ―me felicita―. Sí, lo soy.

―¿Cómo sé que no me estás mintiendo también?

Me mira unos instantes con los ojos levemente entrecerrados, como si intentase averiguar en qué estoy pensando. De pronto, suena la alarma que indica que la clase está a punto de comenzar y me sobresalto.

―Me tengo que ir ―digo.

Pero según me estoy yendo me agarra con suavidad de la muñeca, reteniéndome y siento un cosquilleo por el cuerpo.

Los monstruos del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora