Capítulo Dos: Reencuentro

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Capítulo Dos : Reencuentro

A la mañana siguiente, mientras desayuno, pienso que probablemente mi reacción anoche fue excesivamente dramática. No sé cómo no se me ocurrió que podía tratarse de Hana. De hecho, cuanto más trato de recordar más convencida estoy de que quien me persiguió anoche era una mujer.

Cuando pregunto a Hana si la noche de ayer anduvo sonámbula se encoge de hombros, y caigo en la cuenta: los sonámbulos no recuerdan lo que hacen.

―Por cierto, hoy  no voy a poder recogerte del instituto ―me dice después. Pone los ojos en blanco―. Mis superiores tienen una reunión importante sobre alguna ley nueva o algo por el estilo y necesitan toda la ayuda posible. ―Se ríe secamente.― Y por ayuda obviamente se refieren a «Eh, Holly, café solo», «Eh, Heather, café con leche», «Ana, tráeme un capuchino, ¿quieres?» . ¿Cuándo diantres se aprenderán mi nombre? No es tan difícil de aprender, de hecho llevo una placa en la camisa con él. Y mi trabajo ni siquiera consiste en llevar cafés a…

No sigo escuchando lo que me dice porque me he quedado pasmada ante sus palabras.

―¿Cómo dices? ―le pregunto.

―Que no son capaces de aprenderse mi nombre.

―No, me refiero a lo que has dicho antes. ―La miro horrorizada.― ¿No me vas a recoger?

Me mira por un segundo con esa sonrisa que pone ella, como si yo fuese una niña a la que hay que explicarle hasta lo más básico.

―Jenna, no pasa nada. Vuelve andando, no estás tan lejos de casa y si te para un androide de seguridad le dices que me llame y corroboraré tu testimonio. ―Hace una pausa―. ¿Sabes mi número?

No me parece ni medio bien lo que me está sugiriendo. No va a venir a por mí esta tarde. ¡Eso es ilegal, hermana irresponsable! Estoy segura de que ni siquiera se lo ha dicho a papá y mamá.

―Sí ―digo en cambio―. Lo sé.

Giro la cabeza y miro por mi ventanilla. Estoy furiosa, porque es demasiado insensata, va  a correr el riesgo de que me detengan y me lleven al correccional hasta que salga con un lavado de cerebro completo. Bien hecho, sí señor.

―Vamos, no te preocupes. No te va a pasar nada, ¿vale? ―trata de tranquilizarme―. Tú confía en mí.

Como si eso fuese a dejarme más tranquila.

―Te puede llevar mi padre, si quieres ―me sugiere Kim. A pesar de que me encantaría aceptar rechazo la oferta; no es menos arriesgada.

Cuando me despido de ella me dirijo a casa, apresuradamente porque no quiero encontrarme con nadie. Ya sea humano delator o androide de seguridad. Aprieto el libro electrónico contra mi pecho como si pudiera esconderme y miro de izquierda a derecha con frecuencia, por si acaso. En pocos minutos he dejado el centro de la ciudad atrás y me adentro en la zona residencial donde todo son casas y alguna que otra tiendecita de ultramarinos o una pequeña tienda de libros cerrada por la hora de comer. Las calles están vacías, e incluso triste sin gente que camine por ellas. El viento arrastra las hojas de los árboles por los suelos y es el único sonido que se puede escuchar, aparte de mis propias pisadas. 

No tengo más remedio que pararme ante una casa que capta mi atención inmediatamente. No es muy grande, ni llamativa, no es más que una casa normal, común entre las demás, con su buzón y su cubo de basura a la entrada. No obstante me es vagamente familiar. Me acerco a ella para observarla mejor. Son los setos que la rodean los que me suenan de algo, y en seguida descubro de qué.

Los monstruos del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora