Capítulo Dieciséis: Es esta noche

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Capítulo Dieciseis: Es esta noche

Doy una y mil vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. No porque no me sienta cansada, que lo estoy, sino porque mis pensamientos no me dejan tranquila. No puedo para de recordar lo sucedido hoy. He tenido que esconder mi abrigo en el fondo del armario, aunque temo que Nina lo encuentre, y me ha costado curarme las manos sin que nadie reparase en ellas. Aparte, el tierno e inocente rostro de Rod no me abandona, le veo cada vez que cierro los ojos, su cuerpo exánime en mis brazos, sus mejillas coloradas y mojadas cuando lo encontramos llorando por sus padres. 

Y, según doy la vigésimo tercera vuelta en las sábanas, alguien más se cruza por mi mente: Hugo. Recuerdo su rostro impasible cuando le conté lo que había descubierto, como si no fuese importante para él. No, importante no es la palabra correcta. Nuevo. Esa es la palabra, era como si no le resultase nuevo. Además recuerdo también su determinación y, podría decir que miedo, cuando me pidió que corriera. ¿Cómo puede suponer él que voy a correr peligro? ¿O es que acaso quería quedarse a solas con el androide? Porque cuando llegué después de ayudar a Rod a despedirse del mundo, él se estaba… ¿identificando? Y, ¿a quién pertenecía ese nombre, Caden? Me es sumamente familiar. 

En definitiva, solo se me ocurre una explicación lógica para esto: él ya lo sabía. Si vuelvo la vista atrás, hace un mes, unas semanas, unos días, no hacía más que darme indicios de que ya conocía la verdad. Esa mirada suya cada vez que comenzaba a elaborar una teoría sobre los acontecimientos, era como si estuviese tratando de que yo llegara a ella. 

Abro los ojos, dejo de dar vueltas. Lo sabe, lo sabía desde un principio. Sé que esto no son conclusiones precipitadas como sucedió respecto al responsable ―que luego resultó ser responsables― de todo, esta vez está más claro que el agua. No veo otra explicación, ahí está el secreto de Hugo, por fin lo he podido ver, ese es; siempre supo lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué nunca me dijo nada? 

Tal vez no conoce todos los detalles, pero lo principal, lo más importante sí, que eran androides los que estaban detrás de todo. Aunque dudo que sepa mucho más. 

Siento que no voy a poder dormir hasta que lo averigüe y salga de dudas, y pensar toda la noche en ello no va a beneficiarme, así que me levanto de la cama, me visto con lo primero que encuentro tanteando en la oscuridad, y salgo despacio de mi habitación. Echo un vistazo al cuarto de mi hermana, quien no ha dejado de hacer ruido desde que, en teoría, se acostó. Se remueve, y el corazón se me encoge, pensando que me ha descubierto escabulléndome en mitad de la noche, pero después se queda quieta, y mis preocupaciones se disipan. Mi otro vistazo va para la habitación de mis padres, que no se mueven como mi hermana, duermen profundamente, incluso escucho un leve ronquido por parte de mi padre. Me dirijo a la puerta principal, e ignoro el escalofrío que siento cuando paso por delante del lugar donde hiberna Nina, temiendo que esos ojos negros se abran súbitamente y no pueda darme cuenta. 

En el momento en el que abro con sigilo la puerta, y la luz de la luna ilumina suavemente el interior de mi hogar, un impulso me obliga a girar la cabeza y observarla a ella de nuevo. ¿Se ha movido? Antes estaba más al fondo del hueco de la escalera, ¿no? Me quedo en silencio, expectante, aguardando el más mínimo de los movimientos para ¿qué, huir, pelear contra ella? Debo dejarme de tonterías. Sé que estoy viviendo unos momentos muy difíciles, pero no es como para volverse paranoica. 

Cierro la puerta detrás de mí. Aún queda algo de nieve en la calle, diría que un par de centímetros sobre el suelo. No me gusta, estoy dejando mis huellas. Camino deprisa, consciente de que la ropa que he elegido no es la más apropiada para este clima. Llevo puestas unas botas y el abrigo sobre el pijama. No es que vaya muy elegante pero, ¿importa realmente? No he pensado qué voy a hacer cuando me encuentre en frente de su casa, en su jardín. ¿Llamaré a su puerta sin más? Es demasiado arriesgado, el no tiene una tubería que esté cerca de la ventana de su habitación por la que pueda escalar. Y de todas formas, no lo haría. Pero no me da tiempo a pensar en lo que haré, porque para mi sorpresa encuentro a Hugo caminando hacia mí. Me paro en seco. Ambos pronunciamos el nombre de nuestro objetivo a la vez y nos acercamos. Entonces veo la expresión compungida en su cara. 

Los monstruos del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora