V - "Rompe con cada trozo de tu ser por el prójimo"

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—Bendito sea el señor y la santa virgen María —rezó en un susurro débilmente audible el abogado pelirrojo adentrándose al que era el mejor complejo de departamentos más lujoso que Hell's Kitchen podía afrecer. Sintiendo la pesada mirada de un ser demoníaco aún cuando tan solo había un guardia humano para recibirle e indicarle en donde estaban los ascensores.


Estaba armado, con sus bastones bien escondidos dentro de las mangas de su llamativo traje rojo y la boca seca y necesitada de una gota de vino aunque tan solo eso fuere. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, con los pelos de punta o los talones quemándosele, con cada sacudida que llegaba a dar el ascensor al pasar por un piso el corazón de Mattheo daba un vuelco que le parecía más un intento de suicidio al chocar contra su esternón.

Era algo que no le gustaba en lo más mínimo, pero ahí estaba el momento que tanto había anhelados en cada una de sus solitarias borracheras nocturnas desde el momento en que se convirtió en un cazador de demonios a medio tiempo. Finalmente estaba cerca de ese maldito devorador de humanos y corruptor de almas.

Finalmente las puertas se abrían y podía adentrarse a la pretenciosa morada del nefasto ser que tanto daño le hizo a él como a mucho otros en el pasado. Por fin, de una vez por todas, se sentaba en la misma mesa que aquel infame demonio.

Thomas Ellis, el ricachón más codiciado de la ciudad.

—Es bueno conocerte, Mattheo Murdock —dijo aquel de oscura cabellera y un pulso tan inerte como el de una piedra sin cederle la atención de sus ojos, estaba demasiado concentrado en la carne que cortaba como para esa burda acción —Me pregunto si debería de llamarte Daredevil por lo atrevido que fuiste al deshacerte de mis amigos.

El pelirrojo hizo una mueca, comía como un animal aquella chuleta que en definitiva fue arranca de un cuerpo humano.

—No me importa un carajo.

—¡Oh, por favor, no seas así! —rió cínico el gran diablo malo de Nueva York con la boca llena y la sangre chorreando por sus labios: Estaba crudo. Matt no pudo sentirse más asqueado, al parecer todos los demonios eran así de siniestros y creídos —¡Seremos grandes amigos después de esto! Aún me sigue impactando que el dolor en mi trasero durante tanto tiempo no fuera nada más ni nada menos que un abogado ciego.

Mattheo por nada del mundo probaría el filete en su plato, olía dulce, como tierno... Era de una niña; el pelirrojo apretó los dientes y deslizó los bastones hasta las palmas de sus manos mientras Thomas seguía ensimismado en el futuro brillante que veía para el cazador.

—¡Es fenomenal, tú eres fenomenal!, Serás mucho mejor que esos debiluchos y me harás más rico y poderoso de lo que ya soy —hubo un corto silencio al que le prosiguió una lejana brisa que velozmente chocó contra un costado del cazador de demonios, Matt logró reaccionar a tiempo y levantó sus bastones a la defensiva solo para encontrar la mano de Thomas sobre la suya propia. —Serás mi juguete favorito y te atesoraré por siempre. Venceremos por completo.

El diablo besó su mano, y aún con todo el asco y náuseas que se agolparon en el estómago de Mattheo, este no soltó su bastón.

—¿Y qué si no me da la gana de seguirte?

—Entonces machacaré cada gramo de cordura y descencia que habite dentro tuyo y te volveré mío —su voz se torció de una manera monstruosa, volviéndose grave y aterradora para luego silenciarse por momentos y recobrar su tono encantador y burlesco —Padre nos ha abandonado hace mucho tiempo, ahora te estoy dando una oportunidad única en la vida para salvarte del infierno. Porque créeme, Matty, tú no irás para allá arriba.

La Panacea Abunda en su Mirar [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora