III - "Ultio de cecidit"

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Era de noche cuando todo a su alrededor se derrumbó, ¿por qué aun después de tantos siglos dolía como si tan solo hubiesen pasado un par de horas? Mas vívidamente no podía recordarlo, caminaban bajo un mar de estrellas distantes y el susurro de los grillos a su alrededor había sido su banda sonora desde hacía varios minutos, Francesco sujetaba la mano de su amante como si su vida dependiera de eso y charlaban como siempre lo hacían... Nunca había un punto de silencio, siempre conseguían un tema nuevo del cual hablar y reír juntos mientras paseaban y se movían desde diversos puntos del mismo espeso bosque.

Francesco estaría perdido hace mucho, pero Matthaeus no; él nunca lo estaba. El romano enserio pensaba que solo sería otra caminata más de las muchas que habían llevado a cabo durante todos esos preciosos meses que pasaron juntos, entonces ella gritó:

―¡AYUDA! ―luego todo se desplomó con una rapidez intrigante, Matthaeus le ordenó correr hacia el origen del grito desgarrador de una mujer que muy seguramente fue al bosque en busca de un escondite seguro a costa de... ―¡Por favor, tenga piedad!

Era una mujer rubia con cabello tan corto como el de un hombre que escondía su fémina figura en un hábito de monje color café, pero su disfraz era frustrado por esas impactantes orbes verdes que representaban a sus ojos. Eran preciosos y derramaban inagotables lagrimas sin llegar a ponerse rojos e hinchados en ningún momento dado de su griterío ante el ataque de un soldado carolingio que levantaba una lanza en alto listo para clavarla en la garganta de la mujer. Algo andaba muy mal, Francesco podía oler a carne chamuscada desde el pecho expuesto de la rubia cuando las manos del guerrero -con un rosario enredado en cada una- tocaban la piel.

Bruja, sin duda una homologa de su pelirrojo amante ciego que percibía la escena con el horror trazado en sus gentiles facciones carentes de malicia alguna; con los labios apretados y comenzando a palidecer de la frustración y prepotencia del no poder responder con violencia ante aquel guerrero que quería acabar con la vida de una mujer simplemente por no tener una fe girando en torno a un hombre invisible que espiaba a todos desde una nube alta e "inalcanzable". Sí, ¿cómo no?

―¿General Francesco? ―llegó a inquirir el soldado dejando caer la lanza de la impresión al ver en carne propia como un hombre que había muerto y sido reemplazado hace meses reaparecía enfrente de él como si nada de eso hubiesen sido los hechos legítimos. Francesco no tuvo tiempo de responderle, el pelirrojo empujó su mano a través del aire y permitió que aquel hombre que vivía para seguir órdenes saliera volando por los aires lejos de ellos, lejos de la mujer maldita que miraba con profundo terror a todos los hombres que la rodeaban aun cuando Matthaeus le salvó la vida y Francesco nunca se atrevería a enfrentar a Matthaeus.

El pelirrojo se acercó a la herida mujer y cerró sus holgadas y mugrientas vestiduras para detener la senda humillación por la que pasaba al ser condenada por brujería y casi asesinada por un soldado al servicio de leyes extranjeras que no debían de tener nada que ver con la gente de ese lado de la frontera. Eso dejó pensando a Francesco, solo había una forma de que un guerrero carolingio estuviere andando por esas tierras paganas: La guerra estalló.

―¿Cuál es tu nombre? ―inquirió el pelirrojo hechicero entendiendo el pavor y el pánico de la rubia aun cuando nunca antes la había visto en su basta vida. La bruja tembló y se reincorporó velozmente; su cara estaba mortalmente pálida, sus ojos tan abiertos como cuevas y su cuerpo tiritaba como una pequeña flor que era arrastrada por los vientos veraniegos. Pobre mujer.

―Lieblich ―pronunció ella a duras penas dando a entender que no era ni por asomo una mujer del imperio de Carlomagno, una bruja simple que fue atrapada en el lugar y momento equivocados. Matthaeus la ayudó a reincorporarse y le pidió amablemente que volara, literalmente que desplegara alas y escapara de los hombres del rey al otro lado de la frontera por los aires; para sorpresa de Francesco ella acató las ordenes de su salvador y se transformó lentamente en una lechuza de vivaces ojos verdes y el pecho desplumado justo en el lugar por donde aquel guerrero la había tomado salvajemente.

La Panacea Abunda en su Mirar [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora