Epílogo.

649 50 10
                                    

Según una creencia tradicional oriental, todos nacemos atados a un hilo rojo, el cual nos conecta al amos de nuestras vidas. Este hilo puede estirarse, acostarse, doblarse, y dar la vuelta al mundo, pero jamás se corta. Esta bonita manera de graficar el destino de nuestras vidas, nos explica qué tan fuerte son los poderes del amor. Dos personas entrelazadas por el destino, llámese hilo rojo o no, siempre terminarán encontrándose y permanecerán ligadas para siempre.



La primavera estaba llegando cuando ingresó a la cafetería con una expresión de cansancio, estornudando contra su bufanda mientras soltaba un quejido bajo.

A pesar de que hubiera sol, se seguía sintiendo un viento helado que obligaba a todas las personas a salir abrigados para no terminar con un resfrío, y él no iba a ser la excepción, porque siempre había tenido un sistema de salud algo delicado; por otro lado, no podía enfermarse porque tenía que seguir trabajando dejar sus cosas tiradas por algo tan mínimo como un resfriado.

Odiaba esos primeros días de primavera, cuando esos días eran una mezcla de calor y frío imposible de combatir.

--¿Qué va a querer, señor? --preguntó la cajera.

--Un capuchino de vainilla para llevar --pidió extendiendo los billetes para pagar.

--Lo llamaremos cuando esté listo, ¿cuál es su nombre?

--Jackson Wang.

La chica asintió y Jackson caminó para sentarse en la barra, mirando por el ventanal hacia la calle.

El día anterior, Ten le había enviado un mensaje diciéndole que ya no podía seguir en una relación con él, así que Jackson volvía a estar, "oficialmente", soltero, aunque si era honesto con todo el mundo, tampoco es como si hubiera tenido una relación profunda luego de su fallido matrimonio, cinco años atrás.

Cinco años desde la última vez que vio a Mark, llorando en la puerta, cerrándola para luego sólo existir el silencio.

Una vez Mark se marchó, Jackson terminó se relación con Bambam, que le miró con una frialdad enorme y desprecio en sus ojos, pero a Jackson no podía importarle menos, no cuando se sentía perdido y vacío por dentro, como si algo no estuviera bien a su alrededor.

Había vivido por más de trece años con la presencia constante de Mark a su lado, ya fuera como amigo, novio o esposo, y las cosas sin él se sentía extrañas, dolorosas, pero por sobre todo, desconocidas.

Luego de eso no tardó en ir a la oficina del gerente de la empresa, presentando su carta de renuncia para luego vender el departamento en donde había vivido con Mark por diez años, mudándose a un lugar mucho más pequeño, con una cama individual donde no sintiera esa constante soledad que le había invadiendo los últimos días desde que Mark se marchó sin mirar atrás, siendo contratado semanas después en una pequeña empresa mobiliaria, donde nadie le conocía ni juzgaría.

Aunque eso no evitó que rompiera a llorar cuando estaba guardando las cejas y encontró ciertos papeles que Mark había abandonado: eran esos papeles de adopción que nunca le mostró a Jackson, porque cuando lo iba a hacer, comenzó el principio del fin.

Jackson lloró, desesperado, leyendo los trámites, recordando todas esas veces que hablaron sobre adoptar, sintiéndose más miserable que nunca por no haber pensando un poco más en el corazón de Mark. Luego, guardó los papeles al fondo del cajón, prometiéndose que, algún día, los volvería a leer.

Apego;; MarkSonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora