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—Sólo he visto a hyung una vez en mi vida, no puede gustarme— contestó, empleando un tono relajado, más que todo, fingiendo estarlo. La realidad era otra, y agradecía que Nayeon no fuera capaz de escuchar los latidos acelerados de su corazón ni ver el inminente sudor de sus manos.

—¿Quién dice que no?— atacó, alzando una ceja inquisitiva.

—Yo digo que no, porque no me gusta Seokjin— imposta el pelinegro, frunciendo el ceño ante las insistencias de la fémina. En el mundo, no había cosa más irrelevante (u muerta) que su vida amorosa, y Nayeon debía de saberlo, la chica no era tonta—. Por si a las dudas, puedo asegurarte que no me gusta nadie.

La contraria infló sus mejillas, e hizo un mohín en sus labios. Resignada, se echó para atrás en su puesto en los que se cruzaba de brazos, mirando a otra dirección.

—Eres aburrido— murmuró.

—Gracias.

—También eres malo— masculla, en modo de ofensa. Jungkook no lo recibe de tal forma, siendo consciente de que el enojo de Nayeon no era algo que debía tomarse en serio. La contraria hacia lo posible para reprimir la sonrisa que amenazaba en surcar sus labios—. Eres un tiburón, cocodrilo, león.

La carcajada que le siguió, por parte del pelinegro, resonó en todo el local durante los próximos segundos de no ser porque fue interrumpida por cierta presencia al comentar:

—Wao, Jungkook, tienes una linda risa. Es como... La de una bruja malvada— aunque no pareciera, por la entonación y gestos amables del rubio, aquello pretendió ser un singular cumplido. Poco a poco, fue dejando los respectivos pedidos sobre la mesa cuidadosamente—. Qué suertudo, a mí me dicen que mi risa es de limpiaparabrisas.

Rápidamente, las mejillas del pelinegro se encendieron en rojo debido a la vergüenza de verse expuesto así ante los demás clientes gracias a su escándalo, y rayos, recibir dicho halago provocó una revolución en su sistema.

—G-gracias, Seokjin hyung.

—No hay de qué, espero que disfruten la comida— contestó, asintiendo y haciendo una ligera inclinación, acompañado de una adorable sonrisa que se encorvaba en sus abultados labios antes de alejarse. Jungkook pudo escuchar como su compañera dejaba escapar un suspiro, quedando prendada en el intenso encanto que desprendía Seokjin.

Jungkook se tocó el pecho, a la altura de su corazón.

Kim Seokjin era muy, muy, muy guapo. Jungkook maldijo la belleza que un ser como él poseía, ¡por Dios, con hombres así en el mundo se terminaría quedando solo por el resto de su vida!

—Ah, Jin oppa es tan perfecto— dijo Nayeon, en un estado de ensoñación que le hizo dudar al pelinegro de la veracidad de las palabras anteriormente dichas por la misma. El rubor de sus mejillas denotaban lo contrario—. Deberías aprender de él, Jungkook. Así, con suerte, conseguirás a alguien ante de los cincuenta.

A Jungkook no le supo bien el comentario de su amiga. Más bien, algo dentro de sí mismo se llenó de resentimiento y mucha, pero mucha molestia dirigida al hombre de cabellos rubios; ¿Por qué todos le querían tanto? Sí, él no podía negar el increíble visual que éste deslumbraba por cualquier lugar que pasase. Joder, que hasta desearía obtener un poco de la belleza que Seokjin tenía. ¿Y lo demás? ¿Qué hacía de Kim Seokjin tan grandioso?

—Deja de decir estupideces, Nayeon— soltó, malhumorado.

La susodicha bufó, sacándole la lengua. Con Jungkook no se podía jugar adecuadamente sin que éste saliera enojado en el proceso, no obstante, a Nayeon le fascinaba sacarle la piedra cuánta veces pudiera al muchacho. Al fin y al cabo, de aquella forma funcionaba su relación.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2020 ⏰

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