Capítulo 7 - Malas elecciones

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-Soy virgen. No era ninguna broma. Soy virgen de verdad.

Tras aquella confesión, Vanessa había gritado un "¡¿QUÈ?!" tan agudo y fuerte, que fue confundido con un grito por todos los trabajadores del local. Por lo que éstos junto con algunos clientes corrieron hasta los probadores, descorriendo las cortinas de golpe para encontrarse con el dueño del Ardent parcialmente travestido, medio desnudo, con sus mejillas ahogadas en un rabioso rubor casi igual de notable que el de la mujer que se mantenía aferrada a él, con aspecto igualmente agitado y con todo su labial movido.

La pareja no tuvo que pensar mucho para presuponer cual fue el pensamiento unánime de todos aquellos voyeurs involuntarios. Por lo que antes de que alguien pudiese dedicarles alguna grosería, o acusar a Des de algo, ambos ya estaban saliendo por la puerta del negocio a toda velocidad.

-¡No me lo puedo creer! -farfullaba Des completamente abochornado mientras sin perder su paso brioso, trataba con dedos temblorosos de abrocharse torpemente los pantalones y la camisa. -¡Nunca en toda mi vida había pasado tanta vergüenza! ¡NUNCA! ¡No, espera! ¡MIENTO! ¡En la inauguración del Ardent con tu fantástico regalo! ¡38 centímetros de grueso pene verde en la mano delante de Leo y de tres docenas de desconocidos más! ¡Maldita sea Vanessa! ¡Estas cosas solo me pasan desde que te conozco!

La aludida, con el pelo revuelto y el labial aún esparcido por media cara, continuó caminando a paso rápido mientras sus vertiginosos tacones provocaban un curioso sonido al golpearse contra el suelo. 

Mal que bien, Des terminó de vestirse, ignorando todas las miradas curiosas de los transeúntes que no pudieron evitar fijarse en él. Y sólo entonces agarró a Vanessa del brazo para que ésta se detuviese.

-¡Lo siento ¿vale?! -exclamó ésta mostrándose por primera vez igual de abochornada que él. -¡Yo- Mira hemos quedado con Elisa en cuarenta minutos. ¡Hablemos de esto en el restaurante! ¡Necesito ordenarme las ideas primero!  


*****************


Mediodía. 

Arrinconada de pie contra una de las puertas de un abarrotado vagón de metro Elisa navegaba de forma aburrida con su móvil. 

Por lo que tras llevar un buen rato mirando memes, fotos de gatitos y comentarios en redes sociales, se dio cuenta que tenía dos mensajes de Vanessa: En el primero una foto robada en los probadores de Des, encarnando a una versión extremadamente sugerente de una villana de película, le arrancó una sonora carcajada. 

Sin embargo aquella sonrisa tan sólo duró un instante, pues al llegar al segundo mensaje, el mismo remitente le pedía de forma urgida que se diese prisa en acudir al lugar acordado para comer.

Por lo que Elisa se encontró dándose aún más prisa en llegar al sitio citado: un local luminoso de decoración minimalista y con un gusto desmedido por el color blanco, en donde Des y Vanessa ocupaban ya una mesa desde la que ambos se miraban con cara de pocos amigos.

-Pero ¿como es posible? -preguntaba ésta ultima con expresión completamente incrédula mientras vertía más vino en su copa. Bebidas que habían servido pese a no haber aún alimentos en la mesa.

-¡Pues te estoy diciendo que no! -exclamó Des por su parte mientras Elisa tomaba asiento a su lado sin entender nada de lo que estaban hablando. 

-¿Tampoco sexo oral de ningún tipo? -y la abierta pregunta hizo que la propia Elisa pegase un respingo y se pusiese un poco roja, aunque nada equiparable al rubor que estaba presente en las mejillas de su amigo cuando replicó enérgico:

Esta es la cosa más estúpida que has hecho en toda tu vida [ AMOLAD ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora