Irene esperaba fumando en la puerta de casa de Inés cuando vio cómo se bajaba del Uber.
Puto Uber. Lo hace para joderme. La señorita no podía cogerse un taxi.
Inés se acercó seria y le quitó a Irene el cigarro de la boca y le dio una calada. Estaba tan nerviosa que se fumaria un paquete entero.
- No te pega fumar – dijo Inés
- A ti tampoco- le contestó Irene mientras volvía a quitárselo.
- Solo cuando estoy nerviosa – dijo la andaluza mientras abría la puerta de casa.
Irene tiro el cigarro al suelo y la siguió por las escaleras. Cuando cerró la puerta del piso, después de entrar, la cogió del brazo para pararla.
- Dime Inés ¿Ahora estas nerviosa?
- Creía que eras psicóloga ¿no deberías saber esas cosas? – dijo mientras iba hacia la cocina.
Irene la seguía de cerca.
Arrimadas se puso de puntillas para alcanzar una botella de vino de la estantería y noto el cuerpo de Irene pagado al suyo.
No sabía cómo el solo roce de Irene contra su cuerpo podía hacerle sentir tantas cosas.
Sentía que se le cortaba la respiración y tuvo que sujetarse a la encimera porque sus piernas parecía que no querían seguir sosteniendola.
Tan pronto como había empezado ese embriagador contacto, se terminó, dejando a una Inés desubicada.
Irene cogió la botella y se dirigió hacia el salón, sentándose en aquel lugar del sofá al que parecía haberle cogido el gusto.
Esperó a que Inés se sentarse y sirviera el vino para contestarle.
- Soy psicóloga y se perfectamente que estas nerviosa. Pero intento no psicoanalizarte todo el rato, no sería justo para ti.
- ¿Y porque estoy nerviosa según la experta en psicología?
- Por mi – dijo Irene tentando su suerte
No quería jugársela demasiado, le había costado mucho que Inés la invitará y no quería que la echaste antes de tener la conversación que llevaba más de una semana intentando tener.
- Para mí que alguien se cree el ombligo del mundo – dijo Inés de la forma más creíble que podía.
Irene se río descaradamente.
- Vale, supongamos que no es por mí. ¿Qué es lo que le pone tan nerviosa señora Arrimadas? – dijo la madrileña con cierto tono burlón.
- Estoy así por el debate, claramente – dijo muy seria- ¿tú no has venido a contarme algo?
- Madre mía los cambios de humor Inés
- No son cambios de humor. No me gusta que la gente se ande por las ramas. Si tienes algo que decir, dilo ya.
- A ver, no se como decir esto la verdad – dijo Irene pensativa.
Se quedó en silencio durante unos segundos viendo como la jerezana la miraba con intensidad.
- Pablo y yo no somos pareja desde hace tiempo, creo que es algo que debería haberte dicho antes, pero la verdad es que a veces se me olvida que la gente no lo sabe.
- ¿Perdón? – a Inés se le había congelado el cerebro
- Que Pablo y yo no estamos juntos
- ¿Desde cuándo?
- Desde agosto
- ¿¡Desde agosto!? – gritó la andaluza
- Madre mía Inés con los gritos. Relájate.
- ¿Pero cómo no vais a estar juntos desde agosto y no se ha enterado nadie? No me lo creo
- ¿Por qué te iba a mentir?
- No lo se – dijo Inés en un susurro que a penas fue audible
El silencio se apoderó de la habitación durante unos minutos.
- ¿Cómo no se ha enterado la prensa? – pregunto Inés ya más calmada
- No se lo hemos contado nadie. Solo nuestras familias y amigos más íntimos. Ni siquiera la gente del partido.
- ¿Por qué? ¿Pensaba que a vosotros no os importaban las apariencias?
- No es por apariencias- dijo Irene con cierta frustracion- Mira, llevamos desde que empezamos en el punto de mira, cada cosa que hemos hecho, cada decisión que hemos tomado, se ha cuestionado públicamente. Nuestra vida ha sido pública durante años y sinceramente necesitábamos que todo eso dejara de ser así, porque nos estaba consumiendo a los dos.
Irene hizo una pausa para contener las lágrimas.
- Cuando decidimos separarnos, queríamos vender el chalet y mudarnos, pero no queríamos que se supiese. No queríamos que nuestras direcciones nuevas se filtraran y si se sabía que ya no estábamos juntos se daría por hecho que lo íbamos a vender y no nos quitarían ojo.
- ¿Habéis vendido el chalet? - Inés no salía de su asombro
- Inés vivo aquí al lado, por eso nos encontramos en el súper aquel día y por eso vengo andando cada vez que quedamos.
Inés se quedó perpleja ¿Cómo había estado tan ciega? ¿En serio no se había dado cuenta antes?
- Pero la última vez que estuviste aquí dijiste que Pablo te esperaba en casa.
Irene tomó aire y se dispuso a explicarle lo de las casas adosadas intentando que no sonara demasiado raro.
- Es raro – dijo Inés cuando Irene término de explicar – es raro de cojones
- Lo sé. Pero nosotros somos felices así - Dijo irene
- Venga por favor, algo queda entre vosotros
- Si, amistad y dos niños – dijo Irene sarcástica, pero al ver que no convencía a Inés añadió – él tiene pareja ahora
- ¿Y a ti te parece bien?
- Claro que sí. Yo quiero que sea feliz. Quiero que los dos seamos felices.
- ¿Algún día me enseñaras tu casa? ¿O te da miedo que filtre tu dirección a la prensa? - no sabía si lo preguntaba porque no se fiaba de ella o porque realmente quería verla
- Puedes venir cuando quieras ¿Qué tal mañana? Y te presento a mis hijos.
- Me encantaría
- Me alegro de que hayamos hablado las cosas. Estos últimos días no he parado de darle vueltas.
A Inés le sorprendía la facilidad con la que Irene parecía hablarle de sus sentimientos. No entendía como no estaba tan acojonada como ella.
Eso por un lado la aliviada, pero por otro le daba pánico.
No sabía si ella estaba preparada para todo esto. Fuera lo que fuera lo que estaba pasando, empezaba a ser demasiado intenso e Inés no sabía si iba a saber gestionarlo.
- Y yo- dijo la jerezana casi en un susurro
- Debería irme ya, estoy reventada – dijo Irene levantándose.
No quería forzar la situación y veía en la cara de Inés los sentimientos encontrados.
- Vale, hasta mañana – le acompaño hasta la puerta y le dio un beso de despedida.
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Por esa sonrisa
RomanceInés Arrimadas sentía que su vida estaba desmoronandose. Las noches la consumían y nada parecía solucionar sus problemas de insomnio, hasta que, gracias a un programa de la sexta, se cruza en su vida una madrileña que pondrá su vida patas arriba.