El lunes llegó e Irene se tiro todo el día esperando ese mensaje, pero nunca llegó. Cuando dieron las doce de la noche, comprendió que ya no la iba a avisar.
A lo mejor había llegado muy cansada del viaje, o a lo mejor seguía en Barcelona.
Irene no quería darle demasiadas vueltas.
Al día siguiente no dejó de mirar el móvil. Tenía la esperanza de que Inés la llamaría en cualquier momento. Pero tampoco fue así.
El miércoles ya empezaba a estar ansiosa y no sabía qué hacer. Después de horas planteándoselo, decidió escribirle.
- ¿Estás bien?
Pero la respuesta nunca llegó.
Irene lloro durante buena parte de la noche ¿Como se podía echar de menos algo que nunca había tenido?
¿Qué puto sentido tenía todo aquello? ¿Ines le guiñaba el ojo tres veces y le decía cuatro frases tontas y ella ya estaba así de pillada? ¿Qué tenía doce años?
Irene estaba enfadada consigo misma por no entender como todo esto podía estar afectándole tanto.
El jueves se levantó pensando en ir a casa de Inés, pero no quería parecer desesperada. Llevaba días ignorándola, a lo mejor era hora de pillar la indirecta.
Esa noche Pablo le dijo que habían confirmado el debate a seis del martes.
El resto de la semana había sido tranquila. Decidió dejar de darle vueltas a lo de Inés y ponerse a preparar el debate muy en serio.
A parte de eso, había disfrutado de sus hijos y había ido a ver a ver a su madre el domingo.
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Por esa sonrisa
RomanceInés Arrimadas sentía que su vida estaba desmoronandose. Las noches la consumían y nada parecía solucionar sus problemas de insomnio, hasta que, gracias a un programa de la sexta, se cruza en su vida una madrileña que pondrá su vida patas arriba.