Capítulo 8

1.6K 174 132
                                    

Santa Mónica, 6:58 PM

Nuestra querida pelirroja se encontraba sentada, un sábado casual, esperando a la chica misteriosa de la cual gustaba. Esta vez, se encontraba algo nerviosa, la noche anterior no la había dejado dormir, así que compuso un bonito poema para ella, y hoy era el día en que se lo entregaría.

Sin percatarse de que alguien estaba a su lado, sintió unos labios dando un cálido beso en su mejilla, haciendo que Sink sonriera y dirijase su mirada a la castaña, quien también mantenía una sonrisa.

-Hola bonita. -Saludó guiñando el ojo y sentándose en la arena blanca. Sink sonrió ruborizada.

-Tengo un regalo para ti. -Anunció entregando el papel donde escribió el bonito poema.  -Ábrelo cuando estés en tu casa ¿Entendido?

-No sé si me dejen traerlo, pero está bien. -Aceptó la poesía

-¿No te dejan traer papeles a tu casa? -Frunció el entrecejo, Millie rió

-Después te explico. -Dijo sonriendo. -Ahora, tenemos que irnos de aquí.

-¿A dónde? -Preguntó

-Sígueme. -Dijo levantándose de donde estaba sentada, dándole la mano a la pelirroja para que ella replicara su acción, y así lo hizo.

-Está bien, iré contigo, pero no te desaparezcas. -Condicionó

-Bien, bien, pero vamos rápido. -Agarró la mano de la pecosa y comenzaron a caminar lejos de la playa.

El punto en donde sus pies dejaron de tocar arena llegó, ahora tocaban el frío asfalto, pero parecía que a Millie no le importaba, para suerte de la pelirroja, ella llevaba zapatos, sin embargo le pareció extraño que a Millie no le inmutara la sensación del asfalto en sus pies.

La castaña llevaba a la pelirroja a lo que parecía ser una feria, bastante colorida y luminosa, con luces de todos colores y muchos gritos provenientes de algunos infantes.

Ambas chicas se encontraban jugando diversidad de juegos. Como todo un caballero, Sink se ofreció a un juego de puntería, donde evidentemente perdió, pero le consiguió un dulce pequeño a Millie, aunque ella quería un gran peluche, aún así, se apreciaba.

Sus sonrisas predominaron por toda la noche, Sadie cargó a Millie para evitar que ésta se cayera, haciendo que ella riera y casi la besara. Millie probó el algodón de azúcar rosa por primera vez en su vida, dijo que sabía igual que el azul. Entraron a la casa del terror, donde Millie se la pasó abrazada de Sink, ya que ella tenía demasiado miedo. Sadie se encontraba perdida en su hermoso reír, sin duda, estaba cayendo por enamorarse, al igual que Millie lo hacía con ella. Por último, Sink tenía una sorpresa para la castaña.

Ambas chicas se aproximaron a lo que parecía ser una rueda de la fortuna, Sink sacó algo de dinero de su billetera y pagó dos boletos, mientras esperaban, Sink comentó

-No puedo creer que me encantes y lo único que sé es tu nombre. 

-Hey, yo también solo sé tu nombre, y que eres de Texas. -Defendió golpeando amigablemente el brazo de la chica, ambas sonrieron

-¿Hay una razón por la cual eres tan misteriosa? -Arqueó la ceja

-Después te diré, linda. -Guiñó el ojo

Era su turno y pudieron subir, las dos chicas veían lo hermosa que era la noche, Millie se recargaba en el hombro de Sadie, y a decir verdad, le prestaba más atención a ella que a las estrellas

-Pudimos ver las estrellas en la playa. -Dijo riendo la pelirroja, refiriéndose a que era una pérdida de tiempo, bromeando.

-Tal vez, pero aquí se ven mejor. -Excusó la castaña

Algunos momentos de silencio, el corazón de ambas chicas latía fuerte, esperando el momento correcto para decir o hacer algo. Brown levantó lentamente su cabeza, buscando los labios de la pelirroja, quien no se negó a su acercamiento, posando su mano en la mejilla de de Brown para acercarla más a ella, para finalmente concebir ése tan esperado y romántico beso.

Entre el beso, Millie sonreía, al igual que la pelirroja. El ambiente era extremadamente bonito, ambas se encontraban perdidas en la existencia de la otra, en sus ojos y en su corazón, en sus profundos sentimientos y en su belleza, en su hermosura y sentimientos, en realidad se gustaban, y demasiado. Esta vez, no habría sol, mar, tierra o arena que las separara, Millie no se desvanecería para arruinar ese momento, quería quedarse, quedarse todo la noche para poder disfrutar cada segundos a su lado, en sus labios, no la quería dejar ir por nada del mundo, sentía una energía eléctrica que la llenaba. Ni hablar de Sink, su corazón revoloteaba por todo su cuerpo, y una inmensa sonrisa interrumpía un poco aquél bonito beso. Se gustaban demasiado, y por nada se iban a dejar ir, se tenían ahí, y no se iban a separar por nada. Un estallido de amor surgió, y ahora estaban más que claras en su vida que se amaban, se amaban demasiado como para separarse. Se sentían la una a la otra, una energía romántica, única, inigualable, y no se querían perder por nada del mundo.

El beso terminó con una sonrisa por parte de las dos, bajaron de la atracción y se marcharon de aquél bonito lugar para dirigirse de nuevo a la playa.

-Gracias. -Habló Millie en una sonrisa mientras sostenía las dos manos de Sadie.

-Gracias a ti. 

-¿Por qué? -Encarnó una ceja

-Por existir. -Habló con una sonrisa boba, Millie rió y Sadie apartó su mirada para que la contraria no pudiera ver su claro sonrojo

-No puedes estar muy segura de eso. -Habló, Sink volteó a verla confundida, sin embargo, se había ido, demasiado rápido, dejando de nuevo arena en sus manos.

Esta vez, una sonrisa y un claro sonrojo la acompañaron a casa, donde no pudo dormir de tantas vueltas que daba en su cama, totalmente emocionada por aquél bonito beso.

Arena ; SillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora