Capítulo 10

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Santa Mónica, California. 6:50 PM

La pierna de Sadie temblaba debido a su enorme nerviosismo, ¿Qué haría ahora que sabía que su bonito amor de verano es una sirena y al mismo tiempo una leyenda? No lo sabía, sólo sabía que no la dejaría ir, aún así fuera un fantasma demoníaco o una no tan simple sirena. El sentimiento bonito de su corazón nunca lo había sentido antes, y no quería dejar de sentirlo sólo porque la persona que lo ocasiona vive en el océano, aunque eso se escuchara demasiado bizarro.

El típico local producía el mismo bolero que había sonado el día que se conocieron, algo nostálgico para la ocasión. Concentrada en sus pensamientos, pensando que debía decir o hacer, no le dio atención a la silueta que estaba a su lado derecho, la cual se acomodó en la arena junto a ella.

-Andas muy pensativa hoy. -Comentó balanceándose al cuerpo de la pelirroja, empujándola levemente, jugando.

-Es imposible no estarlo. -Dijo sin verla a ver, sin ninguna expresión. -Una pregunta.

-¿Sí?

-¿Cómo prefieres que te diga, Sirena o Millie? -La miró paralizarse, cada vez más pálida. -¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿Cuándo me dirías que eres una Sirena? -Preguntó frunciendo el ceño, con un grado de molestia.

Honestamente, Millie no sabía qué hacer, se había quedado muda, el amor que había esperado por tanto tiempo la había descubierto, y se sentía aterrada de sólo pensar que la dejase por ser un ser mitológico viviente en el océano. 

-No existe un buen momento para decirte que soy una sirena. -Explicó tartamudeando.

-¿Entonces qué? ¿Querías enamorarme y ahogarme en el mar cómo pasó contigo? -Exclamó molesta, no por la parte de que podría morir, sino porque la castaña no le había dicho nada de quién realmente era.

-¿Qué? -Preguntó al borde del llanto, con su corazón roto y un hilo de voz. -Sadie, yo nunca te haría eso. Me estoy enamorando de ti, lo que menos quiero es que sufras. -Habló tartamudeando mientras unas cuantas lágrimas caían de sus ojos. 

-¿Y ahora qué Millie? Estoy enamorándome de ti, si es que no lo estoy ya, y tú... Tú eres una puta Sirena. -Habló alzando la voz un poco. -Dios mío. -Se tocó la cabeza, desesperada.

-Lo siento, yo tampoco quería ser una puta Sirena y enamorarme de ti. -Sollozó limpiando algunas lágrimas. 

La pelirroja se balanceó sobre la morena y la abrazó, ella correspondió a su abrazo. 

-Quiero que te quedes más tiempo. -Habló arrugando su nariz, causando un sentimiento de ternura genuino en la pelirroja. -Quiero enamorarme de ti, más a fondo. -Pidió escondiéndose en el cuello de la contraria.

-Te prometo que vendré ¿Está bien? -Consoló acariciando su cabello.

-No te enamores de nadie más, por favor. -Rogó separándose un poco para verla a ver.

-No habrá nadie más. -Prometió sonriendo para después besar su frente, haciendo que la castaña también sonriera.

-Te esperaré, vendré todos los sábados hasta encontrarte. -Prometió sosteniendo el rostro de la pelirroja suavemente.

-Te quiero. -Dijo después de unos segundos con los ojos cristalizados.

-Yo aún más Sadie. -Habló antes de unirse en un beso tierno, el cual, largos segundos después se separó por la ida de la castaña convertida en arena, dejando a una pelirroja nostálgica en aquella playa.

Arena ; SillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora