Capítulo III

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El presidente O'Neal miró en derredor algo más tranquilo, al menos podría recuperar los documentos filtrados, el alcance del virus era ahora un asunto que estaba por completo en manos de Soo y de Guinian, que se mostraban reticentes a darle a conocer el verdadero problema del virus.

-¡¡Parker!!-gritó O'Neal cabreado. Su subordinado se levantó del sofá en el que por unos segundos había decido sentarse a descansar, y se dirigió ante él. – mande la lista que Soo le va a dar de los nombres de los periodistas implicados a Viltirrely, y dígale a Roberts que trace un perímetro en torno a las zonas afectadas. Que desplace fuerzas armadas a ese perímetro y que vigilen con prudencia pero sin armar excesivo revuelo los movimientos migratorios que se produzcan.

-Si señor. Ahora mismo.

Mientras Soo mezclaba al azar una serie de nombres ficticios con otros de periodistas reales, para ganar tiempo de investigación, Guinian se encontraba ya en el laboratorio donde investigaban la última víctima hallada que se encontraba ya en visible proceso de descomposición.

Escogió unos guantes de plástico, y se colocó el uniforme de aislamiento radiactivo propio de ocasiones de intoxicaciones ambientales dirigiéndose hacia la superficie metálica donde yacía el cadáver. Mientras caminaba, miraba de reojo a la pantalla reflectora tras la cual Ford, el alumno aplicado que pronto le superaría se encontraba en una cámara de aislamiento adyacente, controlando los niveles gaseosos del laboratorio.

-Sara Finnes, mujer de 28 años. –leía Ford ante el micrófono. En la otra sala Guinian escuchaba atentamente intentando memorizar cada rasgo y exprimirlo hasta hallar la composición del virus. Se sentía como un crío ante un juguete nuevo, un juguete que podía cortar si se manejaba con descuido. – Se dirigió hace un par de días a su médico de cabecera con 40º de fiebre. Relató los síntomas a su médico, y éste los encajó en un cuadro de gripe común, mandando a la paciente a su casa con diversas recetas de paracetamol y otros fármacos de la misma índole. Al día siguiente, Sara ya estaba muerta. Eso es todo, a partir de ahora grabaré todo lo que usted diga.

-Bien. Lo primero que puedo observar es que el estado de la piel de las extremidades presenta una serie de escamas, y un tacto áspero, la temperatura, al contrario que en el caso común de los cadáveres, es alta, podríamos decir que anormalmente alta, lo cual es susceptible de ser investigado. El vientre está inusualmente desarrollado, a pesar de eso la paciente mantiene todavía en estado aceptable el sistema digestivo. Los ovarios están completamente destrozados, y la vagina...pfff, la vagina está monstruosamente dilatada. –ante estas palabras Ford sonrió, y negó con la cabeza. Estaba asustado. – ¿La chica era delgada verdad?

-Mmmmm...si, aquí lo pone. ¿Por?

-Está hinchada...excesivamente diría yo.

-¿Y a qué cree usted que se debe eso?- preguntó Ford. Mientras realizaba la pregunta comprobó con asombro como los niveles de oxígeno cambiaban y se alteraban, y de repente entraba en juego una nueva variable desconocida.

-Señor, salga.

-¿Qué?

-Que salga, joder. Algo está absorbiendo el oxígeno de la sala. No puedo controlarlo, no sé que cojones pasa.

-No se preocupe, recuerde que estos trajes traen un sistema de respiración asistida incorporado. – dijo Guinian contemplando con detenimiento el tórax descubierto de la chica.

-He dicho que salga. Los níveles de oxígeno del sistema de su traje, están en negativo.

-¿Qué cojones...? ¡Hostia puta! Abra la puerta de la cabina de análisis.- Guinian se giró, aceleró sus pasos para intentar correr pero el excesivo peso del traje apenas era controlable por su fuerza. En la pantalla del casco podía visualizar como las barras que cuando había entrado en la sala, estaban en verde, ahora estaban en rojo, probablemente el sistema se había auto-activado ante la falta de oxígeno en el entorno. Y ese horrible pitido...

Era una especie de alarma que retumbaba dentro del casco para avisar al sujeto de que algo no iba bien. Pero el sonido era ensordecedor y le aturdía. La puerta estaba cerca, pero su visión comenzaba a tornarse borrosa, y sus movimientos eran cada vez más toscos. Desde la cabina de control, Ford veía a su maestro incapaz de respirar. Las cerraduras herméticas de la puerta estaban desbloqueadas pero Guinian no sería capaz de llegar hasta ella, sino se daba prisa. Estaba a punto de llegar ante la puerta, sólo tenía que realizar un último esfuerzo, pero sus pulmones estaban hinchados buscando aunque fuera una insignificante cantidad de oxígeno.

Ford contempló la posibilidad de entrar en la sala, miró en derredor y encontró con los ojos los trajes de protección, pero tenían múltiples broches y cintas que eran seguras pero excesivas quizás, y que tardaría demasiado tiempo en colocarse. Por ello cuando oyó la aleación metálica de las rodilleras del traje, chocar contra el suelo del laboratorio, no quiso mirar la pantalla, pero supuso que Guinian estaba al borde de la asfixia. Se levantó y se dirigió corriendo hacia el laboratorio, tan sólo tenía que empujar la pesada puerta y arrastrar a su jefe de aquel infierno. Pero algo aparentemente tan fácil escondía la posibilidad de que él resultara infestado, posibilidad que ya ni siquiera contemplaba.

Lo tenía entre sus brazos, a salvo. Le quitó el casco y vió como sus constantes vitales seguían un ritmo anormal, pero no mortal, se iban recomponiendo. Tomó aire, y se dejó caer junto al superviviente, se había llevado un susto que a sus veinticinco años de edad no desearía haber vivido jamás. Miró al techo de la cabina de vigilancia, agradeciendo a dios en silencio que todo había salido...aceptablemente bien. Y luego miró las pantallas de las cámaras de vigilancia del laboratorio, y asombrado, contempló como el cadáver se retorcía sobre la superficie metálica. Deseó que todo aquello fuera un sueño, cerró los ojos, y oyó al otro lado de la puerta, ruido de pisadas. Y entonces comenzó a toser.

PANDEMIAWhere stories live. Discover now