Capítulo XI: Final

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O'neal regresó a la sala de reuniones para pedir consejo sobre la recepción del helicóptero, pero se encontró con una enfervorizada discusión entre sus consejeros y los científicos.

-¿Qué diablos pasa aquí?- preguntó alzando la voz por encima del barullo general.

-Nos esta ocultando información...información que tal vez sea de vital importancia. Exigimos que nos muestre todos sus antecedentes y esa información que están ocultando a la prensa.

O'neal bajó la cabeza y suspiró. Las cosas cada vez iban peor. Se preguntó hasta que nivel apocalíptico o catastrófico tenía que llegar la situación para que todo volviera a la normalidad.

-Traigan el dossier que ocultamos hace poco, rápido, no sé cuanto tiempo podremos retener a Soo y cía, ahí arriba. ¡Y no sé, porqué demonios nadie me ha recordado la existencia de esos jodidos expedientes!

Uno de los consejeros se levantó, y abandonó la sala a paso rápido. Pocos minutos después regresó con una carpeta. Miró a los presentes buscando a alguien para entregarsela, Alvin Tosseau, especialista en microbiología fue el que menos indignado se encontraba de todos los presentes, y levantó la mano.

Recibió la carpeta con nervios, casi con ansiedad, y la abrió. Todos los presentes le observaron, analizaron sus gestos, buscando interpretar lo que estuviera leyendo. Primero contemplaron como Alvin enarcaba las cejas sorprendido, luego arrugó el entrecejo confuso. Poco después elevó parte de su labio superior derecho mostrando repulsión. Y finalmente su boca se ensanchó lentamente, formulando una sonrisa.

-¿Esto es una broma, verdad?.- todos los presentes comenzaron a murmurar entre sí. Algunos negaron con la cabeza, otros bufaron. Pero el noventa por ciento de los científicos se lanzó en picado sobre la carpeta con la intención de leerla, aunque Alvin, rápido de reflejos, recogió la carpeta y se puso en pie. Se acercó lentamente a la ventana, mientras releía algunos párrafos, y negaba con la cabeza. Todos le miraban curiosos sin saber lo que ocurría hasta que O'neal que no había recibido detalles del expediente, porque no había querido saber nada del mismo, exigió a Alvin una explicación.

-¿Qué quiere que le explique?- preguntó Alvin.

-¿Qué ha leído, y que interpreta? ¿La situación es peligrosa?

Alvin sonrió. Hizo un gesto burlesco con la boca, y volvió a sonreír. Bajó la mirada, releyó de nuevo un par de párrafos, y su sonrisa se tornó deslumbrante...teñida de un halo semi-psicótico.

-Llevo...un par de días en esta ciudad, sin dormir, comiendo mierda, a veces sin comer, sin poder hablar con mi familia...semi-secuestrado, preocupado por el estado de la nación, pensando...repasado todo lo que he aprendido en tantos años de carrera, para ser competente y correcta, la decisión que tomaron de llamarme para formar parte de este comité especializado. Y ahora, cuando tenemos totalmente descontrolada la situación...me enseña esto, y...lo más gracioso, es que quiere que se lo explique. Miró a todos los presentes, y sus ojos desorbitados recorrieron la estancia buscando más protestas, pero todos guardaron silencio. Sonrió. Se atusó la melena canosa de la nuca, y repasó con la mano derecha su brillante calva.

-¿Por qué no sonríen?- preguntó.

-¿Por qué deberíamos hacerlo?

-Por que es lo único que podemos hacer, y porque es lo último que vamos a hacer. –abrió la ventana y miró el campo verdoso y primaveral rodeado de mariposas. El jardinero recorría un sendero con unas tijeras de podar, y un sombrero de paja, y Alvin lo llamó:

-Eh...oiga.- el jardinero lo miró sorprendido. Normalmente todos aquellos personajes con trajes caros o cerebros pesados no solían ni mirarle.

-Corra...Corra todo lo que pueda...hasta...corra hasta el fin del mundo. –gritó entre carcajadas.

Después de decir aquello recogió sus papeles y se marchaba corriendo de la habitación cuando o'Neal lo detuvo cogiéndole del brazo:

-¿Dónde cree que va?

-A follarme a su esposa por última vez consecutiva esta semana.

-Le necesitamos...señor Tosseau.

-Lo que ustedes necesitan...-se quedó pensando y la sonrisa regresó a su rostro brillante. – Ese es el problema, señor O'Neal, que ni yo, ni todos estos cerebrazos, sabemos qué cojones necesitan. Mmm...ah pues...eso es precisamente lo que necesitan, cojones.



El nuevo Maker bajó del helicóptero con unas Rayban militares plateadas y sonrió. Miró a su alrededor, y vió a dos enormes guardaespaldas ante la puerta de servicio. Ambos vestidos con el traje blanco de protección radiactiva y una bombona de oxígeno. Cuando Maker vió aquellos trajes su sonrisa se ensanchó.

-¿No van a ayudarnos? Traemos un herido.

-Tenemos órdenes claras, de que no dejemos entrar a nadie hasta nuevo aviso.

-¿Por qué no? El virus ya no es peligroso. Hemos traído a la primera enferma que fue infestada por él, ya está curada y sana. Viene con nosotros.

-¿Entonces quién es el que está enfermo?- preguntó uno de los guardaespaldas.

-El jodido chino de mierda que mandaron a chinear a Arizona.

Los guardaespaldas se miraron y observaron las cámaras que transmitían aquella escena a la sala de reuniones. Pero allí nadie estaba prestando demasiada atención a aquel espectáculo. O'neal había intentado recoger el dossier pero los científicos se habían apoderado de él. Santos sacó su pistola reglamentaria intentando recuperarlos, el ambiente estaba cada vez más tenso.

-Devuélvanme eso.- gritó O'Neal.

-Tenemos derecho a saber la verdad. Está jugando con nuestras vidas y con las de toda la nación. Está demostrando una incapacidad clara para llevar a cabo su trabajo.

-Déjenos entrar.- dijo el nuevo Maker. La sonrisa de su rostro se había borrado, y en lugar de ésta los músculos faciales se habían tensado mostrando un rostro agresivo, a punto de explotar.

-¿Nos está amenazando? –el tipo, enfrente de Maker miró a su compañero, el cual desvió la mirada, en una clara muestra de desentendimiento. No se fijaron ninguno de los dos, en que después de un viaje largo, en un día tan soleado, aquel tipo con casco y chaqueta militar no estaba sudando.

Maker lo miró lentamente. Miró sut raje caro de protección estúpida que sólo servía en situaciones comunes y se enorgulleció de ser lo que era. Mientras lo miraba, inclinó un poco la cabeza hacia la izquierda. El guardaespaldas que estaba situado frente a él, sonrió pensando que el piloto le estaba vacilando. Luego se puso algo nervioso, porque el tipo no paraba de inclinar la cabeza hacia la izquierda y hacia la derecha. Era como si intentara encuadrar algo con los ojos.

Dentro del helicóptero, Soo gritó. En la sala de reuniones todos giraron la cabeza, y vieron el espectáculo que se estaba llevando a cabo. Del helicóptero bajó la chica, con aspecto famélico y rostro huesudo. Sus costillas sobresalían en el tronco rodeadas por un ínfimo pellejo carnoso. Cabizbaja, tocó su clítoris un segundo ante la mirada expectante de todos los presentes, y comenzó a andar algo torpe hacia los guardaespaldas. No paraba de mirarse, como si admirase la forma que estaba tomando su cuerpo, como la carne, se iba poco a poco adhiriendo a los huesos componiendo una forma humana. Sus rodillas estaban ligeramente inclinadas hacia la parte interna, y los tobillos no parecían tener excesiva fuerza, por lo que se apoyaba en el dedo gordo de ambos pies donde la tensión producida en los músculos del talón le ayudaban a estabilizarse.

La chica seguía andando, los cabellos permanecían envueltos en una especie de sustancia densa y grisácea, muchos se le habían caído y yacían todavía prendidos de los senos o en la espalda, estaban adheridos a la piel debido al veneno que emergía de los poros, a una temperatura tan alta que provocaba adhesión en los cuerpos cercanos.

-No gastes energía de forma estúpida- dijo con una voz ronca masculina. Alzó la mano izquierda y agarró la cabeza de uno de los guardaespaldas luego la estrelló contra la pared de cemento. El golpe fue tan duro, que la cabeza del tipo reventó dentro del casco del traje de aislamiento al colisionar contra el muro.
En la sala de reuniones, todos los presentes se quedaron expectantes y boquiabiertos. O'Neal tenía los ojos casi salidos de sus cuencas, y los científicos parpadeaban incapaces de creer lo que estaban viendo. Maker se acercó lentamente al helicóptero, y posó su mano sobre la cabeza de Soo, ésta, era más grande que la mano del piloto, sin embargo éste, con sus nuevas capacidades, tensó lentamente los huesos de la mano estirándolos, y los vió crecer lentamente hasta abrazar el cráneo del asiático con total facilidad. Lo sacó del helicóptero arrastrándolo de aquella manera, y se acercó a las cámaras. El otro guardaespaldas que había sobrevivido permanecía paralizado contemplando a los dos desconocidos. Su cerebro se había quedado atascado inundado de sangre, latía de tal manera que pensar algo inteligente era imposible. Dentro de aquel traje de protección anti-radiación, vió como Maker delante de las cámaras, apretaba el cráneo de Soo con una mano, y colocaba la otra en el hombro izquierdo. Vió como el piloto soltaba el cráneo de la víctima, y posaba la mano con la que lo había estado sujetando, en el otro hombro del sujeto, después agrandó la boca cuanto pudo y mordió la cabeza del asiático. Todos en la sala, observaron como el músculo de la mandíbula de Maker se iba abriendo de forma espectacular, sin desencajarse ni sufrir ningun riesgo, hasta el punto de que la boca de Maker abarcaba desde la frente de Soo hasta la nuca. Incrustó los dientes, en dichas partes, y tiró hacia arriba mientras mantenía paralizados y firmes los hombros de Soo, sujetos con ambas manos. La cabeza del científico chino se separó de su cuerpo dejando todavía visibles los músculos del cuello, y produciendo un denso reguero de sangre.

El guardaespaldas corrió sin pensarlo y se lanzó desde el tejado al suelo muriendo al impactar contra el cemento. Maker miró con sus Rayban plateadas militares a la cámara de seguridad, y sonrió. Mientras tanto en la sala de reuniones cundió el pánico, los científicos se dirigieron en tropel hacia la puerta, pero ésta estaba cerrada. Santos se subió en la gran mesa presidencial y habló intentando implantar la serenidad donde comenzaba a cundir el caos.

-Señores...escúchenme. Somos adultos, gente civilizada, muchos de ustedes son personajes de una inteligencia privilegiada, por favor, mantengamos la calma, tenemos fuera a los mejores soldados del país. Déjenles hacer su trabajo, y no les compliquen la vida.

-¿Pero ha visto lo que ha hecho con el doctor Soo? Lo ha degollado como si fuera una jodida...gamba. ¿Qué coño van a hacer sus soldados de plomo, tenderles una alfombra roja y echarles fotos para las revistas?

-Hombre...señor Toseau, ha vuelto usted con nosotros. ¿A qué se debe eso?

-Sus soldaditos no me dejaron salir. Bueno...¿Y qué piensan hacer? ¿Les van a disparar? Por que...no sé si han leído el dossier, pero las balas...apuntando bien...y siendo estas de gran calibre, pueden hacerles...si acaso cosquillas.

-Cierre la jodida boca, gilipollas.- gritó O'neal dejándose caer sobre su butaca de cuero.

Mientras tanto Maker, y la chica, atravesaban ya las escaleras en dirección a la sala de reuniones. Una patrulla de seis soldados se había colocado al final del pasillo que había justo después de las escaleras. Todos armados con fusiles de asalto HK G36, se habían colocado con la intención de disparar ráfagas lo más precisas posibles. Tres tumbados en el suelo con el rifle apoyado sobre la alfombra, y otros tres de pie. Algunos de aquellos soldados miraban de reojo las granadas de mano, habían oído los gritos desde el tejado, y sabían que no tenían pulso para contener la potencia de aquellas armas, y a la vez ser precisos con la puntería. En otro de los pasillos habían colocado una ametralladora sobre un trípode, para hacer potentes barridos horizontales. Era un arma de gran calibre, con una sola ráfaga podía lanzar a la víctima a unos cinco metros de distancia. En aquel entramado de pasillos, era el único arsenal que podían usar, y la única forma de utilizarlo, aun así, los riesgos de que los propios soldados fueran heridos por la metralla, era alto por la estrechez y las limitaciones del entramado arquitectónico del edificio.

-Tenían que haber abatido al helicóptero antes de que llegara hasta aquí.- dijo uno de los científicos.- Con misiles antiaéreos, o cazas...hubiera sido fácil. Ahora ya...no hay solución.

De repente se encendió de nuevo la transmisión por radio:

-Santos, aquí la primera patrulla, estamos preparados y colocados para la contención. No hay novedades, esperamos órdenes. Cambio.- el coronel Santo mostró una sonrisa de suficiencia a los científicos, e hizo un gesto con las manos que pretendía transmitirles serenidad.

-Sólo una órden, soldado: los objetivos son un piloto y una chica de mediana edad que va desnuda. Disparen a matar, repito, disparen a matar. Cambio y corto.

Maker se detuvo cuando llegó al último escalón y miró a su superior. La chica miró la puerta, y luego le miró a él. Maker pareció entenderla, y asumió la responsabilidad que le tocaba. Se situó justo delante de la puerta, y respiró lentamente intentando imaginar lo que había al otro lado. La patrulla de seis soldados dejó de oír el ruido de las pisadas de las botas militares sobre la escalera de hierro. Intuyeron que se encontraban ya al otro lado de la puerta. Todos con los rifles preparados, apuntaron a la puerta. Y de repente, ésta, comenzó a abrirse lentamente.

Se entornó, y al principio se coló en el pasillo el reflejo de las luces de emergencia que iluminaban la escalera, luego vieron un pie calzado con la bota militar del ejército. Y antes de que la puerta terminara de abrirse, las balas comenzaron a silbar en el aire, y las ráfagas que se pretendían cortas, fueron largas e imprecisas. Pronto vieron aparecer al piloto, justo cuando algunos de los soldados que se encontraban de pie, se quedaban sin balas y buscaban munición. Los de abajo siguieron disparando sin cesar. Maker comenzó a andar hacia ellos, y en su rostro comenzó a dibujarse una brillante sonrisa. Las balas golpeaban en su pecho y lo atravesaban. La sensación era de síntesis, fugaz, efímera, podría tacharse incluso de placentera. Sin ningún objetivo claro, el piloto se encaminaba hacia la patrulla hasta que una de las balas le atravesó la lente izquierda de las gafas, y posteriormente el ojo. Fue entonces cuando se detuvo. Se quitó lo que quedaba de las gafas, y gritó enfurecido. Corrió hacia la patrulla, y cogió de la pechera al primer soldado que encontró. Tal y como lo tenía sujeto del cuello, lo estrelló contra el techo, y sintió como su sangre le salpicaba el rostro. Luego comenzó a golpearle contra los soldados con tal fuerza, que las paredes se agrietaban y temblaban. Cuando acabó con los tres primeros, cogió a dos de los que estaban de pie y los hizo colisionar entre sí con un golpe seco que tuvo como consecuencia el crujido de ambos cráneos y hemorragias internas mortales para ambos. El tercero de los soldados escapó corriendo abandonando su arma, giró el recodo del pasillo y fue abatido, por error, por el artillero encargado de disparar desde el trípode.

El tiroteo cesó por un instante, y la madre del virus, penetró entonces en el pasillo, ya despejado por Maker, Caminó lentamente, oliendo el aire que la rodeaba, intentando formar parte de él, la curiosidad que sentía, como recién nacida, era indescriptible.

-Coronel...-dijo un soldado por la radio- objetivo uno abatido, repito, objetivo uno abatido, cambio.- en la sala de reuniones los científicos se miraron incrédulos entre sí, y Santos asintió y sonrió diciendo con la mirada su clásico "¿Veis? Lo sabía...os dije que confiarais en ellos"

-¿A cual de los dos objetivos has abatido soldado? ¿Lo has identificado?. Cambio.

-Creo...que es el piloto señor. No he podido verlo bien, pero se aproximaba corriendo por el pasillo de mi área, parecía haber sobrevivido a la patrulla, y lo he abatido.

-Bien, soldado, bien hecho. Ahora estése atento por si aparece la chica. Corto.

El artillero asintió para sí mismo y sonrió, más concentrado y motivado que antes, se sobresaltó al ver aparecer a un hombre por el recodo del pasillo. Había estado a punto de disparar. Mientras lo veía acercarse, pensó que no vestía como un soldado normal... "¿No es eso un traje de piloto?- pensó- ¿Pero entonces a quién coño he disparado antes?" "Lo hiciste bien – le dijo una voz dentro de su cabeza- no dispares, puede ser un compañero. Si fuera el objetivo, andaría de forma diferente, o le notarías algo...supuestamente se trata de algo...inhumano".

Tomó la decisión de esperar a que el tipo se acercara lo suficiente para poder, identificar su rango, pero mientras esperaba se percató de que al hombre le sucedía algo en uno de sus ojos. Parecía...que se podía ver, a través de él, sin embargo...cada vez se podía ver menos, es decir...el agujero, se estaba cerrando. Apretó el gatillo y la ametralladora comenzó rugir mientras vibraba, era una arma letal tan poderosa como difícil de controlar. Pensó que de una sóla ráfaga acabaría con el tipo, o al menos le detendría, sin embargo este seguía caminando a pesar de las balas que le atravesaban el pecho. Pronto se dio cuenta, el artillero, de que las balas se quedaban dentro del que ya había identificado como piloto. Se preguntó como era capaz de seguir en pie, hasta que de repente, una de las mil balas que volaban en el aire impactó en el pecho del objetivo y produjo un plop, similar al choque entre dos objetos de hierro o de aluminio. Fue entonces cuando debería haber aparecido un rótulo bajo el piloto en el que pusiera "Game Over" pero aquello no era un juego. Las balas rebotaban en el objetivo y chocaban en las paredes, hasta que la distancia entre ambos seres era tan mínima, que las balas que rebotaron de maker impactaron en el artillero hasta matarle.

Mientras tanto en la sala de reuniones, Santos miraba sus uñas y las recortaba a bocados. Los científicos guardaban silencio; miraban a la mesa cabizbajos, serios e indecisos. Era tal la desconfianza que habían adquirido después de contemplar el dossier que todas las opciones que les cruzaban la cabeza eran rápidamente desechadas.
De pronto, el estruendo de los tiroteos cesó. Todos esperaron la correspondiente comunicación por radio que anunciara la victoria, pero en lugar de eso, oyeron pasos que se acercaban lentamente por el pasillo. Santos hizo ademán de levantarse ante la impaciencia que sentía por recibir las buenas noticias, pero O'Neal con su mano derecha le pidió tranquilidad. Y mientras el coronel volvía a sentarse, las enormes puertas de mármol se abrieron bajo el impulso de los brazos de una joven desnuda. Todos los presentes la observaron boquiabiertos y se quedaron paralizados ante la simple visión de la chica. Su cuerpo ya estaba bien formado, sus rodillas, más fuertes, se tensaban y le propiciaban un equilibrio más adecuado. Y sus pies tenían ya el poderío óseo que les otorgaban los tobillos ya, más fortalecidos. Se había alimentado de la carne de los soldados, y ésto le había dado una energía vital de la que antes carecía.

-Qué...honorable placer...que hayan extendido la alfombra roja para recibirnos –dijo con el semblante serio. Se aparto el pelo de los ojos, y encorvada, dio un par de pasos para dejar que maker se colocara delante de ella, a su derecha.

-¿Qué coño eres, y qué has hecho con mis soldados?- preguntó Santos levantándose de la silla encolerizado.

La joven levantó la vista, y lo buscó entre los científicos, cuando le encontró, le miró sin desviar la vista un instante. Levantó el brazo derecho y señalándole con el dedo índice, en tono soberbio le susurró:

-Tu, ¿Quién coño eres para hablarme de ese modo? Jodido humano uniformado de mierda. ¡Arrodíllate ante el futuro!

Santos se quedo en silencio, sin saber como reaccionar. De reojo miró a todos los presentes esperando una respuesta, o algún gesto de complicidad. Pero todos se limitaron a contemplar de forma impasible la escena. O'Neal estaba completamente aterrorizado. Las sienes le palpitaban de una forma tan tosca que el solo hecho de ver, le provocaba dolor.

Maker, enfurecido, se acercó a Santos caminando con rapidez y le dio tal puñetazo en la cara que le lanzo hacia atrás varios metros de distancia.

-Arrodíllate ante tu dios- le dijo. Santos se limpió la boca, y se arrodilló. Pidió perdón, y agachó la cabeza avergonzado. Maker, satisfecho, miró a la joven para observar su estado anímico, y mientras lo hacía, Santos sacó la nueve milímetros que guardaba en una de sus botas y le disparó por la espalda. El piloto se giró fugazmente y atrapó la bala en el aire.

Los científicos lo miraron boquiabiertos, sin saber explicar aquellas capacidades. El piloto se acercó al presidente O'Neal y extendió la mano derecha donde sujetaba la bala, la empuñó, fuertemente, apretándola contra la palma, y cuando abrió la mano, todos los presentes vieron el bulto de la bala bajo la piel, la había introducido dentro de él, y ésta comenzaba a diluirse en su...¿Sangre? Cuando ya no había rastro de la bala, el piloto se acercó con paso ligero hacia Santos, y le golpeó con la mano abierta donde se había introducido la bala, en la nuca. El sonido fue estremecedor. Similar al que hubiera producido el golpeo de una barra de hierro contra el hueso. El coronel, cayó al suelo mientras de la nariz y de la boca le escapaban a borbotones ríos de sangre.

Maker se giró para ver la reacción de los presentes, y de inmediato, los científicos se arrodillaron ante él, a excepción de uno.

-Tú que eres, ¿El puto amo o algo así?- le dijo Alvin Tosseau con una mueca irónica en el rostro. Maker enarcó las cejas sin comprender al único cerebrito que permanecía en pie. O'Neal miró en derredor, y se dirigió luego a la chica.

-No nos hagan daño, por favor. Díganos lo que quieren.- la chica sonrió. Maker negó con la cabeza, y mirando a Alvin le pidió que imitara a sus compañeros de profesión. Pero el señor Tosseau parecía indeciso. Se levantó con las manos a la espalda, y dijo:

-Ustedes son aparentemente perfectos.- la chica sonrió y negó con la cabeza.

-Dejémonos de formalidades. Usted tenía el mando de este país, ¿No es cierto?- le dijo a O'Neal y éste asintió.- Quiero que se lance por esa ventana.

Todos los presentes giraron la cabeza rápidamente hacia el presidente esperando su reacción. Pero éste, cabizbajo, resopló. Sabía que había llegado el final.

-Puedo...ser su esclavo, si quiere. Le enseñaré algunas cosas en cuanto a organización, podemos ser socios.

-Creo que...usted no ha entendido nada -dijo la chica- nosotros... no hemos venido a organizar nada, ni necesitamos organización. Esto...no es una colonización, es una destrucción.

-¿Qué?- preguntó Alvin- ¿Quiere decir que van a autodestruirse y a destruir a la vez a todos nosotros?

-Si, así es.

-¿Pero por qué? No lo entiendo...-murmuró Alvin. –ustedes son...aparentemente perfectos. He leído el dossier, las capacidades de mutación de su ADN son...rápidas, efectivas, e ilimitadas. No sé...como coño lo hizo, aquel que os creó, pero accidentalmente cuando adoptais un huésped humano, adoptais a su vez al sistema límbico cerebral como "director térmico" siendo capaz de crear una temperatura absolutamente idónea para la mutación de ADN que se precise, y en unos segundos...voilá.

La chica negó con la cabeza, y chasqueó la lengua de forma impaciente, se acercó hasta O'Neal que permanecía sentado en la silla de cuero frente a la mesa, y le plantó la mano derecha en el centro de la espalda, y con la izquierda sujetó la mesa por el borde, empujó a ambos a la vez para la colisión entre ellos, y partió al presidente por la mitad. Uno de los científicos comenzó a llorar, otro gritó desesperado, y un tercero vomitó.

-Somos una mutación...doctor. No somos viables. Viviremos un par de años alimentándonos de carne humana, para fortalecer nuestra estructura y nuestra musculatura. Pero cuando logremos la plenitud, nuestro corazón no podrá bombear suficiente oxígeno, ya que nuestro cerebro funciona a una velocidad vertiginosa. Moriremos...porque nuestro corazón sigue siendo humano...y no puede abastecer de energía nuestro sistema, ni nuestras capacidades.

-¿Y cómo sabe todo eso? ¿Cómo nacieron ustedes?- preguntó Alvin dominado por una creciente curiosidad.

La chica se sentó en la silla de O'neal sin limpiar el enorme charco de sangre que chorreaba desde el respaldo de cuero. Y observó el soleado paisaje que se contemplaba por los ventanales.

-Nos creó un científico, el famoso Doklam Naiala en su laboratorio en Turquía. Estaba experimentando con el cáncer, con su equipo de científicos, pero tenía algunos cultivos anteriores que habían pertenecido a experimentos con distintos tipos de gripes y de virus, entre los que se encontraban el sida. Por un movimiento torpe, una noche que uno de los ayudantes estaba ebrio, varios de los cultivos que estaban en el congelador cayeron y se mezclaron. El muy estúpido en vez de limpiarlo, estaba colocado hasta tal punto, que lo olió. Los cultivos se prendieron de las fosas nasales y se alojaron posteriormente en los pulmones. El fue...el primer huésped humano que tomó uno de los nuestros. A estas horas...Europa estará prácticamente colonizada. Él es nuestro origen, él nos hizo llegar sus órdenes y nuestra historia a partir de soldados infiltrados en la base de Arizona, que no sabían a qué se sometían.

-¿Por qué van a destruir a la raza humana, si ustedes no son mejores que nosotros?

-¿Cómo que no?- preguntó Maker. Levantó los ojos dejando de mirar a Santos, al que vigilaba mientras le robaba las botas militares intercambiándolas con las suyas de piloto.

-Si tenemos la capacidad de destruirles, debe ser, porque podemos hacerlo, y eso...creo, que nos hace superiores.-dijo la chica irónicamente.

-¿Qué pasará cuando nos hayan matado a todos?- preguntó uno de los científicos-¿Morirán ustedes, y ya está?

-No...secuestramos a Naiala, él, en vez de arrepentirse de habernos creado, se jactaba de ello y estaba dispuesto a mejorar nuestras capacidades. Pero sólo le pedimos que nos ayudara a crear una especie, que sin ser tan poderosa como nosotros, fuera viable, y reproductible a gran escala. Y nos ayudó. De hecho los huevos de esa nueva especie ya se están gestando. Igual que los primates antecedieron al hombre, nosotros antecedemos a la especie, que será probablemente definitiva.

-¿Mataron a Naiala?- preguntó uno de los científicos que se hallaba tan desesperanzado como desorientado.

-No...-murmuró maker- murió infestado.

-¿Infestado de qué?

Maker volvió a levantar la cabeza, miró primero a Alvin, que era el que había hecho la pregunta y luego miró a la chica, ésta sonrió.

-Parece que con tanto espectáculo físico, se han olvidado de algo.- dijo. Los científicos se miraron entre sí buscando restos aparentes de algún virus en sus rostros. Maker sonrió y murmuró.

-No les darán las diez, ni las once... buenas noches.

Mientras tanto, en la base de Arizona, bajo el cuerpo de un humano, la cáscara de un huevo empezó a crujir, y un fluido viscoso y transparente salió deslizándose por la apertura. La madre, erguida sobre sus casi ocho metros de altura, se erigió sobre sus finísimas pero afiladas patas, para dejar que sus crías pudieran ver la luz cegadora del sol abrasador. 

PANDEMIAWhere stories live. Discover now