Capítulo IV: Evolución

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La sala del auditorio estaba completamente llena de individuos. En el escenario, un señor obeso se acariciaba su brillante calva mientras comentaba expectativas con un hombrecillo abigotado. En las filas de sillas plegables, improvisadamente dispuestas sobre el suelo cuidadosamente encerado a diario, se agolpaban hombres que por lo general vestían de forma elegante y miraban con brillos depredadores. Cuando las puertas situadas en la zona frontal, se cerraron, el hombrecillo del prominente bigote comenzó a repartir una serie de hojas entre los sujetos de la primera fila, que se encargaron de pasarlos hacia atrás. Cuando todas las hojas se hubieron repartido, el jefe de todos aquellos hombres, que permanecía aún en el escenario, se levantó y se situó ante un atril. Golpeó el micrófono con unos toques imprecisos, y lo comprobó vocalmente. Luego, este señor al que apodaban "el calvo cabrón", comenzó a hablar:

-Buenos días, hermanos. He conseguido que el padre Jonas, nos deje su iglesia para nuestra reunión, por eso no quiero que desaten sospechas, somos un grupo coordinado que trabaja para alcohólicos anónimos, concretamente somos el grupo de un psiquiatra llamado Ripper. Como veis, se trata de una ocasión especial, es la primera vez que nos reunimos todos, por ello os ruego especial atención en este trabajo. –tras esta frase empezaron a oírse murmullos en la sala, por ello Viltirrely elevó la voz- En la hoja que se os ha repartido, circulan una serie de nombres, y de datos, con la intención de facilitar la localización. Quiero que esos sujetos mueran, que sean eliminados, y quiero una seguridad del cien por cien. No puedo darles datos, ni razones, la cantidad de dinero que recibirán circula entre los datos proporcionados. Ah, por cierto, con otros trabajos les doy el tiempo que necesiten, con este no. Quiero que hagan lo acordado, y que lo hagan ya. Pueden contactar conmigo de la forma acostumbrada, pero no quiero matices ni peros. ¿Alguna pregunta?

Se quitó las gafas y las colocó sobre el atril. Luego arrugó la nota que había estado leyendo y comenzó a romperla en pedazos insignificantes e inteligibles hasta que incluso la tinta del pilot que había utilizado comenzó a emborronarse.

-¿Pero señor, me está diciendo, que se trata de matar a unas...a más de cien personas?
¿Y tanto dinero...? ¿No nos estará traicionando?- estas preguntas ocasionaron un gran revuelo en la sala. El señor viltirrely elevó la mirada, completamente desquiciado, y buscó al sujeto que había preguntado. Lo encontró de pie, al fondo de la sala. Era un chico joven, y extremadamente corpulento. Su altura era normal, pero su musculatura resaltaba entre el público, el chico más que un sicario parecía un monitor de gimnasio.

-Suba aquí, señor...

-García, soy Fernando García, de México. – el señor García, que había llegado muy joven a estados unidos y se había visto obligado a evolucionar mediante la realización de trabajos poco éticos, se dirigió hacia el escenario y se detuvo a pocos metros de su jefe tendiéndole la mano de forma respetuosa. Viltirrely se acercó a él erguido, sonriéndole, miró su mano de tez templada, y señalándola dijo al público.

-Fíjense: primero insinúa que estoy traicionándoles, y ahora viene con toda la educación del mundo y me tiende la mano. Obsérvenle, es un crío indeciso, cínico, y ridículo. Es un mediocre mexicano que mata a gente mediocre para poder satisfacer las mediocres necesidades de su familia mediocre mexicana. No es un sicario, ¿Por qué está aquí entonces?

De repente un silencio sepulcral se hizo en la sala y todos los presentes reflexionaron casi de forma inconsciente sobre el trabajo que a menudo realizaban de forma mecánica tan fríamente. Y Joseph Cannes, el hombrecillo que había repartido las hojas al comienzo de la reunión, sonrío convencido del dominio que su jefe tenía sobre la situación. Observó la escena que se llevaba a cabo en el escenario, y contempló como aquel señor obeso, con tirantes ocres, y camisa blanca impecable se giraba sobre sí mismo, con el semblante serio, y debidamente decepcionado, y se dirigía hacia la mesa donde antes había estado sentado y donde había posado el maletín que siempre llevaba consigo.

-Soy un fiel servidor, señor. Nunca le he fallado, perdóneme por favor.- dijo el mexicano. – Ha sido una estupidez...- la sonrisa de Joseph se ensanchó cuando vió antes que los demás presentes, el brillo hipotenusa de la culata de la Parabellum. Negó con la cabeza, y sacó un pañuelo que se extendió sobre el rostro, luego se acomodó sobre la silla y esperó. Algunos de la primera fila, confundidos, miraron tal acción y enarcaron las cejas.

Viltirrely posó el cañón del arma en la frente del mexicano y este se estremeció.

-Díselo a ella. –el disparo atronador provocó la muerte en el acto del señor García. La sangre salpicó a los ocupantes de los asientos de primera fila, a excepción de Joseph, que sólo tuvo que quitarse el pañuelo ensangrentado de la cara y lanzarlo al pasillo. Viltirrely ignoró los murmullos que se extendieron en la sala mientras guardaba la pistola y luego miró a sus trabajadores- Él no era un sicario, él mintió, no era un hombre honesto, y no superó la prueba. ¿La superarán ustedes? ¡¡Os pago por matar, no por hacer preguntas!! ¿Entendido?

Decenas de cabezas asintieron entre el gentío, y mediante un gesto con la mano derecha, el jefe dio inicio a la cacería. Algunas preguntas quizás hubieran llegado a la conclusión de que los blancos que circulaban en la diana, eran víctimas inocentes, pero ellos eran sicarios, no trabajaban haciendo preguntas.

-¡¡Joseph!!- gritó Viltirrely enfurecido- el hombrecillo se levantó sorprendido, y se dirigió hacia él- llama a Parker y dígale que mis hombres se han puesto en marcha, que vaya haciendo la transferencia.

-Si señor.

Mientras tanto en los laboratorios de Arizona, las cosas iban cada vez peor. Mientras Guinian y Ford intentaban recomponerse tras la horrible experiencia vivida, Soo intentaba entretener al presidente O'Neal para que este no supervisara la evolución destructiva del virus, y su extensión descontrolada en el entorno.

El caos de la situación llegó a su máximo exponente cuando Ford contemplaba con asombro en las pantallas de vigilancia, como el cadáver de Sara Finnes, una de las víctimas de la epidemia, comenzaba a revolverse realizando espasmos descontrolados.

-Guinian, ¿Ha visto eso?

-Sí, ¿Qué sucede?

-Ni idea. Lo único que puedo decirle es que las constantes vitales del sujeto han cambiado.

-Explíqueme eso.- exigió Guinian. Por la cámara observaban como Sara se dirigía hacia el cristal de aislamiento, mirándolo con curiosidad. Ford, comprendió sorprendido lo que sucedía, y mientras lo explicaba se sorprendió más aún al entenderlo.

-Verá, tenemos los electrodos colocados en su cerebro y en sus pulmones. Las constantes del cerebro han vuelto a activarse, superando la normalidad. Los pulmones están a un ritmo inferior, y luego...luego los electrodos parecen estar captando, una especie de motor de actividad eléctrica diferente. Intuyo que debe estar...cerca de los pulmones, pero no se exactamente cual será su composición.

-Ajá, entiendo. Joder...¿Bueno y ahora que demonios está haciendo? No me gusta nada...Parece como si estuviera...reconociendo el material aislante del cristal. –dedujo Guinian. Sacó un chesterfield y lo prendió. La nicotina le ayudó como tantas veces a sincronizar latidos y pensamiento, sin dejarse llevar. – Intenta hacer un análisis funcional-anatómico, aunque sea improvisado, intentemos analizar lo que ha cambiado en su cuerpo, para que haya...para que pueda moverse. Puede ser peligrosa...

-No, señor. No estará consciente, probablemente sólo esté...obedeciendo a espasmos de dominio medular.

Guinian observó el comportamiento de Sara, y guardó silencio durante un instante. Intentó predecir su siguiente movimiento, porque tenía miedo, a pesar de lo que Ford pudiera decir, era una situación extraordinario que por mucho que intentaran disfrazar, hasta ahora seguía resultando incontrolable. Y fue cuando observó la posición de las manos de Sara, en el cristal, el contacto perfectamente sensible entre las yemas de los dedos y la superficie...cuando entendió el comportamiento, era, efectivamente, como si intentara reconocer el espejo. Y de repente, como si una fuerza sobrenatural lo impulsara, la pantalla de cristal chocó contra la pared del pasillo exterior del laboratorio, sin fragmentarse ni arañarse, destrozando sólo los marcos de hormigón que la contenían. Y aquello, con el aspecto de Sara Finnes, saltó de forma humana el espacio que había sido liberado.

-Hostia...puta-susurró Ford.

-Cierra las compuertas, hay que salir de aquí joder.

-Nos seguirá...-gritó Ford mientras comenzaban a correr por el pasillo.- Y cerrar las puertas no servirá de nada...y usted lo sabe.

Al oír estas palabras Guinian se detuvo. Su semblante serio reflejaba una mezcla de miedo y de desesperanza. El cadáver de Sara caminaba hacia ellos, despacio, lentamente, como saboreando cada paso que daba. Desde su posición, Guinian pudo observar como los ojos de Sara estaban descontrolados, se movían de forma alternativa en todas direcciones.

-Espera

-¿Qué?

-Quédate aquí, volveré. – dijo Guinian, renovando la carrera. A su espalda oyó de nuevo la voz de su alumno, y su corazón se fragmentó. –confía en mí. –gritó, y esto fue lo que más le dolió. Llegó al final del pasillo y cerró las compuertas.

Soo se acercó a él con rapidez, intuyendo que algo peligroso había ocurrido, y Guinian negó con la cabeza.

-Hemos perdido el control. Traiga a hombres armados, y...intentemos trazar un plan de fuga. He dejado dentro a uno de mis investigadores, mediante las cámaras de seguridad podremos investigar lo que sucede.

-¿Qué? ¿Lo ha hecho adrede?.- preguntó Soo fuera de sí.

-Sí, no...no hay otra opción. Ni siquiera sabemos a lo que nos enfrentamos.

-Dios mío...pero...¿Me está diciendo que está usted huyendo del cadáver que yo había analizado?

-Sí. Y ahora, usted también. Mire la cámara, y juzgue ahora mi decisión.

-Oh dios mío...¿Qué cojones va a hacer?

En la pantalla de las cámaras de seguridad, observaron como Sara retenía entre sus brazos a Ford, y lo abrazaba mientras éste se resistía. El chico intentaba desasirse y pataleaba con furia, mientras el parásito con forma humana le rajaba la ropa desnudándole. Tocó su piel, como había tocado previamente la superficie del espejo, primero el pecho, lo tanteó lentamente como reflexionando sobre cada zona, luego sus manos descendieron hacia el ombligo, el vientre, y por último hacia los genitales. Se arrodilló sobre Ford, y empuñó sus testículos tirando de ellos hasta arrancarlos. Los gritos eran ensordecedores, y la sangre salía a borbotones impregnándolo todo. Los investigadores pudieron contemplar como Sara esparcía el líquido extraído de los testículos por su lengua y por su piel, oliéndolo también y reflexionando, mirando a todos lados y a la vez a ninguno y finalmente escupió a Ford que permanecía inconsciente sobre el suelo. Luego se levantó, mientras el chico se retorcía compulsivamente de forma espasmódica en el suelo y se dirigióhacia las compuertas, su rostro cambiaba alternativamente de expresión sin razón física alguna que le impulsara a hacerlo.

-Es como si estuviera...experimentando.

-Si, y mientras lo hace copula con individuos de nuestra especie para colonizar nuestro territorio.

PANDEMIAWhere stories live. Discover now