Capítulo X

5 1 0
                                    


-Señor...un helicóptero intenta salir del perímetro trazado. –en aquel tanque, hacía un calor espantoso. Jimmy Roos había sido sacado del periodo de instrucción y llevado hasta allí con otros tres novatos que probablemente llevarían pañales bajo el uniforme militar. Los otros tanques que formaban el perímetro militar establecido, estaban ocupados también por novatos. Se habían preguntado todos, si aquello había sido una maniobra de entrenamiento, pero no habían obtenido respuestas por parte de los altos cargos.

El presidente O'neal alzó las cejas al oír aquella afirmación y desde la enorme mesa donde se encontraba en Washington, miró a todos los altos cargos militares, científicos, y políticos de los que se había rodeado. Muchos de ellos permanecieron impasibles, a excepción de un par de científicos que negaron con la cabeza.

-¿Qué hacemos? Su órden era destruir la base, pero el helicóptero parece haber recuperado a los heridos. ¿Les dejamos salir, o abrimos fuego?

O'Neal miró uno por uno los rostros de los presentes buscando apoyo y soluciones, pero la mayoría de ellos estaban desorientados. Uno de los científicos levantó la mano visiblemente preocupado. Su frente brillaba, cubierta de sudor, a pesar del aire acondicionado que ambientaba la sala de reuniones.

-Mire, creo que no deberia dejar salir a nadie del perímetro. Ese virus...no entra en lo conocido por nuestras investigaciones. Probablemente...sea, ¿Quién sabe? Algún error experimental, que por desgracia se haya escapado o liberado de su origen donde se hallaba contenido. El caso es, que si lo que me cuentan es cierto, deberían...destruir la base y volver cuanto antes.

-No podemos hacer eso. Si hay supervivientes, debemos traerlos de vuelta. Sería...además de un delito, una condena, dejarlos allí estando vivos.

-Coronel Santos – respondió el científico firme en su razonamiento- si ese virus, es tan agresivo como parece, según la poca información que tenemos, podemos estar hablando de una pandemia inminente. Hay que hacer sacrificios para evitar el bien de la comunidad. De nada serviría traerlos a salvo, si mueren aquí, justo antes de hacer que nosotros, también fallezcamos junto al resto...¿del pais? ¿del mundo?

-¿Y que arreglamos con dejarlos alli? ¿Es que usted cree que se van a suicidar o algo por el estilo? Buscarán regresar de alguna manera, incluso atacarán a los tanques si es preciso. El instinto de supervivencia, es el más agresivo de cuantos tenemos. Usted como científico debería saberlo.

-¿Y si les decimos que esperen? Podemos...obtener ma's información, o hacerles...pruebas allí mismo. Si han sobrevivido lo importante es...que el origen del virus está cerrado...o eso sería lo más lógico. Ahora es necesario controlar las formas de transmisión.

-¿Entonces qué cojones hacemos, señores?- preguntó O'Neal visiblemente alterado.

-Dígales que no les dejen salir. Que hablen con ellos y les mantengan dentro del perímetro durante un tiempo mientras calculamos la evolución del virus.- aconsejó finalmente el coronel Santos.

-¿Lo ha oído?- preguntó el presidente al artillero del tanque.

-Si, señor, pero es tarde. Van para allá.

-¡¡maldita sea!! ¡¡Abran fuego!! No les dejen salir...

-¿Con qué? ¿Con la pistola? Estos tanques no son antiaéreos, son chatarras. Las bases militares más cercanas a esta zona están semi des-habilitadas. Hemos tenido que utilizar estos cacharros...hubieramos podido abatirles si hubieran sido ustedes más rápidos para decidir. Si quiere, podemos destruir la base.

-Si, hágalo. – ordenó O'Neal desesperado cerrando la comunicación.

-bueno, podemos intentar comunicar con el helicóptero, decirle que aterricen en una zona que no esté...excesivamente poblada. –aconsejó Santos.

-Dios mío...esto...va ser un desastre.- murmuró uno de los consejeros del presidente.

El tanque que había recibido la órden de atacar avanzó lentamente hacia la base. Cuando estaban a una distancia lo suficientemente buena para ser precisos sin que les pudiera afectar la metralla o las posibles explosiones consecuentes, comenzaron a disparar. El primer cañonazo impactó en la parte frontal y la derribó. Los escombros cayeron desparramados sobre la arena. Mientras recargaban, comenzaron a salir de las piedras, millones de insectos que se extendieron en el aire y se abrazaron a la estructura del edificio.

-¿Qué cojones...?- dijo uno de los artilleros- ¿Son moscas? Bueno sigue disparando.

El segundo misil impactó por encima de los escombros en la estructura trasera, pero infranqueable. La explosión golpeó las paredes pero no las derribó a pesar de que la fuerza de la misma, hizo temblar el suelo por debajo de los tanques.

-Señor...señor...

-Ya...ya lo he visto.-sentenció Roos.

Mientras tanto todos los informativos de la tarde, abrieron con el siguiente titular:

"Base militar improvisada descubierta en una zona despoblada de Arizona"

El segundo titular era:

"Desaparecen veinte periodistas en toda la costa oeste de estados unidos".

Lo único bueno de ambos titulares, para los altos cargos del gobierno, era que no se mostraron imágenes de lo primero, y no fueron culpados de lo segundo.

-tal vez...sería mejor que nos fuéramos.-sugirió uno de los novatos. Roos miró atentamente la columna monstruosa de insectos que vestía las paredes todavía en pie del edificio. Pensó un instante y negó con la cabeza. No le gustaba nada todo aquello.

-Martin, ponte a la ametralladora y intenta disparar a los insectos.

-¿Qué?- pregunto el soldado dubitativo.- ¿Quiere que....me ponga a matar moscas con la ametralladora de un tanque?-Roos bufó.

-Tenemos que cumplir una órden, y tenemos que probar cosas. Cuando esos insectos no estaban, la pared principal voló. Ahoar están ellos, y cuando disparamos...la pared no sufre ningún daño...es como si...como si la protegieran.

-pero señor...si pueden proteger una pared del misil de un cañón, probablemente también puedan sobrevivir a las balas. –dijo martin. Esto hizo que Roos quedara todavía más confundido.

-¿Desarmaron ya los túneles de pvc?- preguntó.

-No...todos no. Algunos se han visto afectados por las explosiones, pero todavía quedan algunos en pie. ¿Por qué? ¿Se le ocurre alguna idea?

-Mmmm...si. Creo que sí. ¿Sabeis donde podemos encontrar C4?


En Washington finalizaron el breve descanso con la súbita entrada del coronel Santos en la sala; las comunicaciones amistosas que se habían entablado, cesaron repentinamente, porque Santos no venía sólo, traía las noticias del canal 4 en el televisor portátil.

"lo más curioso de todo esto es que desaparecieron la misma semana, y nadie ha recibido noticias que es lo común en estos casos, donde los secuestros o las intimidaciones son algo frecuentes. Lo sorprendente es eso, tantos periodistas, en un periodo de tiempo tan limitado. Aún así no podemos descartar nada, ahora mismo se ha abierto una investigación al respecto y estamos trabajando profundamente en ello. Pondremos todo nuestro empeño para buscar culpables cuanto antes."

Santos bajó el volumen al ver que se aproximaba la sección de deportes, y sonrió.

-Esto es lo que sucede, cuando se le encarga un trabajo tan importante, a un matón mafioso.

-Bueno...mientras la información que nos interesa no salga a la luz...-dijo uno de los consejeros.

-¿Qué información?- de repente un silencio sepulcral se extendió en la sala. Todas las miradas se dirigieron a Santos. Éste negó con la cabeza y afirmó:

-No sé que tipo de información. Sólo sé que el servicio secreto debía identificar a una serie de personas del ámbito público y dejarlas..."fuera de servicio".
-investigarán, y sacarán conclusiones. A mi parecer, la cosa esta cada vez más nítida. –repetió de nuevo el consejero de O' Neal intentando quitarle hierro al asunto.

-Repito-los científicos comenzaban a impacientarse- ¿Hay información, que no está en nuestro poder?

Justo en ese instante, las puertas se abrieron: El helicóptero se acercaba a Washington.

-¿C4? ¿Qué piensa hacer? Para usarlo tendría...que entrar ahí, y lo tenemos prohibido.

-La órden es destruir el edificio.

-Pero si entra...se contagiará.

-me suicidaré, si es preciso.- susurró Roos bajando la cabeza. Esta vez fue martin el que bufó. Se colocó en la ametralladora, y disparó. La potencia del arma le hacía temblar al disparar, le habían enseñado a mantener el pulso, en la academia incluso les enseñaban a intentar armonizar los latidos con las pulsaciones del gatillo, pero aún así era inevitable perder la puntería en múltiples ocasiones. Usó ráfagas cortas, como le habían enseñado, pero los insectos permanecieron en su lugar.

-Déjalo...déjalo ya...tenías razón.- pero martín seguía disparando. Sabía de sobra que si dejaba de disparar, Roos probaría su plan, y era incapaz de asimilar que éste fuera capaz de suicidarse, por un mal, que ni siquiera era visible o apreciable por los sentidos. Realmente se trataba de un sacrificio por una órden.-Tengo que hacerlo, Martin. No hay otra solución.

-¡No vas a morir sólo por cumplir esa puta órden!-gritó.

-¡¡La cumpliré y admitiré sus consecuencias!! Es nuestro deber...no lo olvides. ¡Y no me grites, aquí no soy tu amigo, soy tu superior!

-Hay otras posibilidades.- dijo Martin.

-Déjame salir...y mientras tanto intenta conseguir el C4.

-Y una mierda.-gritó martin.

El chico cogió la caja de granadas que llevaban y la sacó del tanque. Corriendo se dirigió hacia el edificio mientras Roos le gritaba desde el blindado que se detuviera. Sacó una granada de la caja, y tirando de la anilla con la boca, la activó. La lanzó hacia el interior del edificio y se detuvo para esperar el resultado. Se agachó y se ocultó tras unos cimientos. La explosión tardaba demasiado. Esperó...y esperó...pero no se produjo. De nuevo, ya sentado, volvió a preparar una granada y la lanzó de espaldas. Pero la granada rebotó contra el cimiento tras el cual él se ocultaba, y cayó a su lado. Quedaban unos siete segundos para que explotara. La re-lanzó tan rápido como pudo, y asustado comenzó a correr alejándose del edificio. El lanzamiento de la granada fue errático, y su caída se produjo junto a las otras granadas. La explosión no le alcanzó pero una piedra quemada se le incrustó en la parte trasera de la rodilla y le hizo caer. sus gritos provocaron en Roos una desesperación peligrosa que le dejó completamente paralizado.

-Se acabó-murmuró martin. Se levantó tomando impulso con las manos y se acercó al edificio. Atravesó los túneles de pvc, mientras en el tanque, sus compañeros negaban con la cabeza sin atreverse a actuar. Sacó su propio revólver mágnum del 38 y lo preparó para disparar. Pero cuando entró en lo que quedaba del edificio, comenzó a sentir una sensación de asfixia. El olor era tan penetrante que los pulmones parecían negarse a respirar aquel aire. Comenzó a correr para acabar con aquello cuanto antes, la rodilla astillada le hizo caer un par de veces pero eso no evitó que llegara hasta el lugar donde...los insectos, habían desaparecido.

Sonriendo, Martin pensó que todo había acabado, y que ahora sí sería efectivo el tanque. Pero cuando se volvió para atravesar de nuevo el túnel lo encontró taponado. Una enorme masa negra había tapado la salida por completo. Indeciso, se dirigió hacia dentro del edificio con la intención de buscar alguna apertura que pudiera haber causado la caída de los primeros cimientos, pero no la encontró. Se adentró en el edificio consciente de que probablemente ya estaría infestado, y conforme lo hacía, iba notando como el mal olor le iba dejando sin fuerzas, agotándole. Era una mezcla entre naftalina y comida pasada de fecha. En la pared comenzó a ver una sustancia pastosa que se adheria a la roca conformando una capa similar al moho pero mucho mas orgánica, esta...parecía respirar. Fue la curiosidad la que le empujó a penetrar todavía más en el edificio. Conforme bajaba hacia el subsuelo, atravesando los túneles de roca que habían sido excavados, la oscuridad le envolvía, y el olor le confundía. De repente oyó un sonido...era como una especie de grito excesivamente grave para pertenecer a un ser humano. Se detuvo, luego recordó que llevaba bengalas y encendió una. Vió riachuelos de sangre recorriendo la tierra, y siguió bajando. La bengala se apagó, cuando llegó a la sala más grande de la estructura. Recordó el plano, y recordó que en su momento aquella sala le había causado una especial impresión. Era como una especie de salón rocoso de unos ocho metros. Lo contrario a las habituales férreas salas cerradas con puertas herméticas que se habían construido arriba, al nivel del suelo, y que ahora permanecían ocultas por los escombros. Dio unos pasos más, y se detuvo cuando volvió a oír aquel grito, esta vez justo delante de él. Encendió una bengala situándola al lado del revólver, pero cuando vió lo que tenía ante si, perdió la fuerza, y se le cayó tdo al suelo. Un insecto enorme parecido a una mantis religiosa, se erigía sobre él, llegando hasta el techo. Y bajo el insecto, millones de huevos de color negro, bajo una manta de espuma que burbujeaba, recibían el calor de la madre. Lo más sorprendente, es que aquel enorme insecto, exteriormente...era sangre, se movía...respirando, pero moviendo todo el cuerpo de forma dinámica y armónica, siguiendo un pulso común. Parecía una vena enorme, con forma de mantis.

Martin soltó de su boca un ruido que era una mezcla entre un grito de terror, y un graznido de desesperación con inicio de llanto, sus compañeros le oyeron y esta vez, Roos acabó con la indecisión que le tenía paralizado, y posó su pistola entre los labios disparándose sinp ensarlo un instante. A su lado, el soldado que quedaba vivo, salió del tanque y comenzó a correr desesperado sin rumbo alguno.

El insecto enorme que permanecía frente a martin, bajó la cabeza y lo miró. No movió sus enormes patas larguiruchas de forma mortal, ni siquiera se acercó a él, sólo lo miró. Y martin, sin cojear ni dudar, se tumbó cuidadosamente sobre los huevos, los abrazó, y se disparó en la cabeza.

PANDEMIAWhere stories live. Discover now