twenty-four - angels & demons

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chapter xxiv.
( iron man 3 )

¿qué hay de los ángeles?
vienen y se van, haciéndonos especiales

no me jedes, no me jedes
not about angels ─── birdy

no me jedes, no me jedesnot about angels ─── birdy

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tennessee
23 de diciembre, 2012

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Un gemido silencioso escapa de mis labios mientras mis ojos luchan por abrirse. Todo está húmedo y frío y mis piernas se sienten pesadas, como si algo muy fuerte me empujara hacia abajo. Me arde el costado y hay un viento ardiente golpeando mi nariz y labios agrietados. Todo es horrible, pero nada se compara con los gritos extraños, agudos y muy molestos que suenan en el fondo de mi mente.

—Oh, Dios —murmuro antes de que finalmente logre abrir los ojos.

Y ahora desearía haberlos mantenido cerrados.

Lo que me esté cargando está temblando salvajemente, y mi cuerpo se balancea dolorosamente de un lado a otro. Mis pies se mueven débilmente debajo de mí mientras el suelo oscuro donde pertenezco está a cientos de metros. Hay manos de metal agarrándose debajo de mis brazos, sujetándome fuertemente para asegurarse de que no me convierta en el equivalente humano de un insecto aplastado. Los árboles se extienden a nuestro alrededor y se vuelven más distintos y detallados a medida que me doy cuenta de que estoy cayendo.

—¡Tus propulsores! ¡Tus propulsores! —los gritos de papá se vuelven distintivos en mis oídos cuanto más nos acercamos a la carretera y al auto que conduce por debajo.

Estamos muy jodidos.

Me sumo al grito, intentando agarrar en pánico el cuello del traje. Mis piernas patean desesperadamente al aire, como si esto de alguna manera nos impidiera golpear contra el asfalto negro que rueda hacia nuestras caras. Esto es todo. Morir por caer de bruces. Que típico. Papá nos da la vuelta justo cuando vamos a chocar contra la carretera, haciendo que el suelo se encuentre con su metal. El coche, a solo unos metros de nosotros, se detiene y gira desesperado. Escucho un fuerte ruido cuando saltamos del asfalto y volamos una vez más.

Todo lo que puedo escuchar son nuestros chillido al estrellarnos por el bosque. Las ramas y las rocas me raspan la piel y mi cabello vuela en mi boca. Nuestras extremidades se agitan cuando el traje de papá se estrella contra los árboles y el suelo y luego más árboles y más tierra hasta que, una vez más, ya no puedo distinguir nada. Nuestros cuerpos finalmente se deslizan hasta detenerse dolorosamente dentro de una gruesa capa de nieve; el traje vuelve a sonar en el acto. Las manos de metal me empujan de la espalda de papá para que pueda darse la vuelta.

Los dos miramos al cielo con expresiones aturdidas y temblorosas. La nieve, suave y gentil, se desliza por el aire hasta que baña mi pelo castaño mojado y me pica las mejillas. A medida que los dolores y los gemidos salen de nuestros labios, nos mantenemos en silencio, escuchando nuestras respiraciones. Él está vivo. Estamos vivos. Es, sinceramente, un giro de la trama. Estaba casi segura de que era el final. Muchas veces he pensando que iba a morir, pero no estoy segura de haber estado tan cerca antes. Un pequeño escalofrío me sube por el estómago hasta el pecho cuando recuerdo la última vez que me mantuvieron bajo el agua durante largos períodos de tiempo. Afganistán. Dios, eso fue hace tanto. Pero sobrevivimos entonces y hemos sobrevivido ahora. Él debe haberme sacado de casa después de ser noqueada. Esa es la única explicación. Oh, Dios, la casa. Ya no está.

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