Día 1

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~••~madrugada~••~

Como estaba acostumbrado, Reiner se movía de forma irregular sobre su cama.

Otra pesadilla.

Me pregunto si algún día pararía de tenerlas. Quizás estaría bien preguntarle sobre ellas, ¿no?

Pero todavía no puedo quitar esa imagen que tengo de él en mi cabeza. De cómo mi hermano no está conmigo por su culpa.

No sé si podría esforzarme en comprenderle.

Pero verle con la mirada perdida todo el rato me enfada. Me saca de quicio.

Finalmente se despierta.

—¿Otra pesadilla? —Ya era rutina para mí, y se notaba en mi voz.

No me respondió. Se me quedó mirando fijamente por unos segundos hasta que desvío su mirada de mí y se llevó las manos a la cabeza.

—¿Cuánto tiempo vas a seguir así? —En mi tono de voz se notaba cómo su actitud que nunca cambiaba me empezaba a molestar.

Pero no respondió. Seguía mirando al mismo punto fijo de siempre. Pensando en dios-sabe-qué.

No sé cómo no estaba ya acostumbrado.

La habitación estaba inundada de un silencio muy incómodo y constante que no tenía pinta de acabar pronto. 
Empezaba a replantearme si debería gastar mi tiempo en algo que iba a tener 0 resultados.

Me levanté de mi silla y me apresuré a la puerta, giré del pomo y antes de que tuviese tiempo a salir Reiner llamó mi atención.

—Porco... —Dijo Reiner casi entre susurros con una voz ronca.

—¿Pasa algo?

—Por favor, quédate aquí.

Tardé un poco en reaccionar.

—Claro. ¿Puedo preguntar por qué?

Los dos nos miramos fijamente.

—Por favor... quédate...

Estos días había descubierto facetas de Reiner que no me imaginaba de él. Casi rogándome que estuviese a su lado... No sabría decir si era por estar conmigo o por simplemente la compañía de una persona. 
No pude negarme, a pesar de todo. No me podía creer que empezase a sentir pena por él.

Agarré mi silla y la coloqué más cerca de él.

—¿No tienes nada que decirme? —Le dije lo que hace tanto tiempo me preguntaba a mí mismo.

—Porco... Yo...

Sus palabras no conseguían salir. "Tenía mucho que expresar pero no sabía cómo." Pensé.

—Si te fuerzas será peor. —Agarré su mano y miró hacia arriba para ver quién le estaba tocando. —Últimamente tienes muchas pesadillas. Cualquiera podría ver que no estás bien. —No sé por qué fingía que me importaba.

𝓛𝓸 𝓘𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸 𝓓𝓮𝓵 𝓜𝓪𝓷𝓪𝓷𝓪 {ᵍᵃˡˡⁱʳᵉⁱ} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora