Siete canciones

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Jongin siempre pensó que era imposible que un corazón cambiase de opinión de un día para otro hasta la noche anterior. Obviamente, seguía estando muy confuso, pero esa mañana no despertó deseándole la muerte al cantante, sino queriendo ver su sonrisa de nuevo. Definitivamente estaba perdiendo la cabeza.

Antes de comenzar la jornada, su cuerpo le pidió con gran urgencia una pequeña dosis de nicotina, quizás aquello calmase la tormenta de sentimientos que se estaba batallando en ese momento en su interior.

Aquel gesto de abrir la ventana y encender un cigarro se había vuelto bastante común en esos días —aunque muchas veces se había tenido que reprimir por la presencia de cierto cantante—.

Cuando la mitad del cigarro ya estaba consumido, un movimiento frente a Jongin captó toda su atención. Su vecino se había despertado y no podía verse mejor.

El pelo rojo de Chanyeol, que lucía muy alborotado, asomó por la ventana. El mayor vestía una camiseta negra de tirante ancho, por lo que sus grandes hombros y fuertes brazos estaban a la vista. El cigarro tembló entre los labios de Jongin, amenazando con caer en otro momento de despiste.

—¿Fumando desde tan temprano?

Jongin solamente supo encogerse de hombros. Desde la distancia no se podían distinguir, pero algunos tatuajes de Chanyeol estaban a la vista a lo largo de sus brazos. Recordó cómo de joven Chanyeol afirmaba y reafirmaba que jamás se haría un tatuaje pues, su temor a las agujas era casi enfermizo. Una pequeña sonrisa asomó por los labios del menor y, curioso, Chanyeol apoyó los brazos sobre el alféizar, admirando la expresión tan natural y hermosa del que una vez fue su pareja.

—¿De qué te ríes?

—De ti —respondió, ensanchando más la sonrisa. Chanyeol estaba guapísimo y eso sólo hacía que su humor mejorase por segundos.

Mantuvieron una charla liviana y mañanera hasta que el cigarro de Jongin terminó por consumirse. Entonces, cuando estuvo a punto de marcharse hacia el interior de su casa, Chanyeol le detuvo con algunas palabras.

—Jongin, ¿te gustaría agregarme a Kakaotalk?

El nombrado le miró un poco desconcertado por unos segundos, pero al final aceptó. Ahora podía decir que tenía a una celebridad en su agenda.

2

Cuando bajó a la cocina, se encontró a sus padres desayunando en la mesa. Los saludó muy sonriente y se sirvió una taza de café mientras tarareaba distraídamente.

—Parece que alguien se ha levantado de muy buen humor —comentó su madre, mas Jongin no se dio por aludido.

—¿Has encontrado ya un apartamento? —preguntó esta vez su padre.

—No. Todavía no he podido decidirme, creía que sería más fácil —confesó mientras se sentaba a su lado en la mesa.

—¿Entonces por qué sonríes como un bobo? —volvió a hablar su madre—. ¿Ha ocurrido algo bueno?

Jongin se quedó un poco parado y la imagen de Chanyeol, acariciando sus labios con los suyos, se hizo presente por unos instantes en su mente. Controlando su nerviosismo, negó hacia su madre.

—No, nada en especial. Será que estos días estoy consiguiendo descansar en condiciones, hacía mucho que no dormía tan bien.

Su padre le miró con ojos entrañables y una sonrisa torcida. Al señor Kim siempre le había costado mucho decir lo que sentía pero, a pesar de ello, poseía unos ojos muy expresivos, fue por ello que Jongin comprendió lo mucho que le echaban de menos por allí y que, si no fuera por esa armadura implacable que el hombre tenía, ya le habría pedido que se quedase más días en casa.

La canción que nos une | ChanKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora