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—Muchas gracias por la oferta, señor Kim. —Jongin hizo una reverencia hacia su jefe, con el corazón danzando dentro de su pecho.
—Es un honor para nosotros que las oficinas de la capital requieran de tu trabajo, Jongin. Eso es una buena señal, ¿no crees? —comentó el señor mayor desde la silla de su escritorio, con una sonrisa afable en su rostro.
—Sí, señor.
—Espero que te lo pienses bien y no dejes pasar la oportunidad.
—Descuide, señor Kim.
Con una reverencia más, Jongin salió del despacho de su jefe.
El hombre de edad avanzada le acababa de comunicar que había llegado una solicitud de traslado para que él se fuera a trabajar a la sucursal que tenía la empresa en la que trabajaba, en Seúl, la capital del país. Le ofrecían un puesto más alto y un sueldo muy por encima del que recibía en ese momento. Básicamente le habían ofertado el ascenso de su vida, ¿cómo podía decir que no?
Jongin pasó toda su vida en la ciudad de Daejeon, nació y se crió allí junto a sus padres. Ellos se quedaron en la pequeña casa que tenían, en un barrio a las afueras de la ciudad, mientras que Jongin se mudó al centro cuando obtuvo su primer empleo.
Pero ahora le había llegado por fin la oportunidad de mudarse a la gran ciudad, después de tantos esfuerzos y años sacrificados por la empresa al fin obtenía el reconocimiento que tanto se merecía.
A la hora del descanso, no dudó en subir a la azotea del edificio y sacar su teléfono móvil para marcar el número de su madre y así poder comunicarle la buena noticia. La mujer felicitó a su único hijo, aunque después echó alguna que otra lagrimilla, pues su pequeño ahora se iba mucho más lejos y no podrían verlo tan seguido como hasta ahora.
Jongin trató de tranquilizar a su madre con dulces palabras y una vez que lo consiguió, la mujer comenzó a bombardearle con las típicas preguntar que haría una madre, tales como si ya tenía pensado dónde iba a vivir, cuándo se iba, si el sueldo era bueno, si se veía capaz de adquirir tal responsabilidad, y muchas otras más que Jongin no pudo responder pues su madre solapaba unas preguntas con otras de lo rápido que estaba hablando.
—Tranquila, mamá. Esta tarde voy a tener una videoconferencia con mis futuros jefes de Seúl. Hasta ahora sé lo mismo que tú.
—En cuanto sepas algo más me dices, ¿sí? —dijo desde la otra línea la mujer, sin abandonar su tono preocupado—. ¿Vendrás a vernos antes de mudarte?
—Pues claro que sí. Supongo que me darán algunos días para encontrar casa, la mudanza y todo eso. Aprovecharé esos días para visitaros.
—Eso espero, Kim Jongin. O sino te juro que no volverás a pisar esta casa.
Jongin rió por lo dramática que podría llegar a ser su madre.
—Te tengo que dejar ya, mamá. Nos vemos, un beso.
—Adiós, Jongin. Cuídate.
Jongin colgó el teléfono y se quedó un pequeño rato viendo la inmensidad de la ciudad de Daejeon desde la altura. Si al final resultaba que se mudaba a Seúl, echaría mucho de menos aquél sitio, el que le vio crecer poco a poco y en el que guardaba miles de recuerdos, tanto dulces como amargos. Sin embargo, tenía la sensación de que algo mucho mejor le esperaba en Seúl.
Esa misma tarde, la videoconferencia que el moreno tuvo con sus futuros jefes fue como la seda. Fueron muy amables y le dieron dos semanas para encontrar un nuevo hogar en la capital y acomodarse a él. En sus veintisiete años de vida, Jongin jamás tuvo un golpe de suerte tan grande y temía que pronto esa felicidad y suerte se esfumara de un solo plumazo.
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La canción que nos une | ChanKai
Fiksi PenggemarJongin fue abandonado hace diez años por su novio, Chanyeol, el cual se marchó a la capital para convertirse en cantante. Un día, escucha una canción de su exnovio en la radio, provocando que todos los hermosos y dolorosos recuerdos borbotaran de su...