Nueve canciones

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En otras circunstancias, la mente de Jongin le habría gritado sin parar y sin descanso que parase, que detuviera a Chanyeol en seco y lo echara de su cama y de su casa; también le habría estado martilleando con preguntas como "¿Qué pasará después de que os acostéis?", "¿Qué significa esto?", "¿Le dirás lo de tu mudanza a Seúl?" y "¿Significará esto algo para Chanyeol?".

Sin embargo, Chanyeol estaba haciendo bien su trabajo, pues toda la atención de Jongin recaía directamente sobre el contacto de los labios del mayor sobre su piel y cómo éste le hacía sentir. Ninguna pregunta osó colarse en su mente, era como si sus labios succionasen todos los malos pensamientos, dejándole la mente en calma para disfrutar.

Todo era un error. Lo sabía con certeza. Pero ya habría tiempo para arrepentimientos más tarde, cuando unas cálidas manos no se estuvieran colando debajo de su camiseta, despertando un sentimiento que llevaba mucho dormido y planeaba despertar con todo su esplendor.

Ahora Chanyeol volvía a estar encima de él, metido entre sus piernas y tumbado cuan largo era para alcanzar los labios del moreno, quien recibía sus besos con pequeños ruiditos de placer, originados por el suave roce de sus caderas contra las de Chanyeol.

Muy poco a poco, toda su ropa fue retirada con delicadeza, asegurándose Chanyeol de llenar cada espacio de piel desnuda con lentos besos. Daba la impresión de que disponían de todo el tiempo del mundo para tomarse aquello con tanta calma, y lo cierto era que Jongin disfrutaba de cada movimiento plenamente. El pecho se le hinchaba con aquel sentimiento que tanto había añorado y se odiaba por sentirse así, pero a la vez no quería que Chanyeol se detuviera en ningún momento.

El mayor también fue desnudado con la misma lentitud, siendo acariciado por unos finos dedos que se tomaron su tiempo para recordar cada ápice de su cuerpo, que recorrieron los tatuajes de sus brazos como si fueran pequeñas obras de arte recién descubiertas en el arcón olvidado de un famoso pintor. Las ropas cayeron al suelo y ambos sintieron una pizca de frío, así que se metieron debajo de las sábanas, desnudos y con los nervios a flor de piel. Chanyeol sonrió como un bobo antes de besarle la punta de la nariz, luego el mentón y por último los labios.

La misma sensación que los invadió la primera vez que llegaron hasta el final cuando eran unos adolescentes inexpertos, se arremolinó ahora entre el poco espacio que separaba sus cuerpos. Jongin volvía a sentirse un joven de dieciséis años que no tenía ni idea de lo que hacía, pero que solamente tenía una cosa clara: no había otro lugar dónde se sintiera más a salvo que entre los brazos de Chanyeol.

Jongin nunca dejó que otro hombre le dominase a excepción de Chanyeol, si se acostaba con alguien, él siempre era el que dominaba en el acto sexual. No sabía exactamente porqué era así, quizás en el fondo no quería que nadie más tocara donde Chanyeol tocó o simplemente le gustaba tenerlo todo bajo control y Chanyeol era la única persona con la que se podía permitir perderlo. Pero, fuera como fuese, desde que rompieron, ningún otro hombre entró e irrumpió en el cuerpo de Jongin, por lo que, cuando Chanyeol comenzó a prepararle, dolió muchísimo, tanto, que vio destellos de luz tras sus párpados fuertemente cerrados. Con una mano aferrada a la nuca del mayor y otra en su hombro, Jongin intentó reprimir los gemidos de dolor a duras penas.

Chanyeol se quedó muy quieto, y bajo sus manos Jongin notó cierta tensión de sus músculos.

—¿Te encuentras bien?

—Sí...—pronunció con dificultad.

—Podemos parar si...

Jongin le agarró de las orejas e hizo que agachara la cabeza hasta quedar a su altura.

La canción que nos une | ChanKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora