Ocho canciones

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Los dos estaban sumamente nerviosos y los dos eran conscientes de ello. Intentaron disimularlo con sonrisas pequeñas y tímidas, pero no engañaban a nadie. Los recuerdos de la otra noche afloraban cada vez que sus ojos se encontraban o la vista se les desviaba a los labios del contrario sin querer.

Con ese ambiente tan incómodo y raro, ambos subieron a la habitación de Jongin, ya que supuestamente Chanyeol había ido hasta allí a por su querida guitarra.

—¿Entonces tus padres no vuelven hasta mañana? —preguntó el mayor, una vez que entraron a la habitación del piso superior. Jongin respondió con un sonido muy parecido a un "Sí", mientras abría el armario y buscaba el instrumento—. ¿Te acuerdas cuando estábamos en el instituto y deseábamos que alguno de nuestros padres se fueran de viaje para...?

De pronto, Chanyeol se detuvo y no terminó de formular la pregunta al darse cuenta del camino que estaba tomando. Él solamente quería romper el hielo, en cambio, lo había empeorado todo.

Jongin sacó la Fender Newporter y se la entregó con una ligera sonrisa de labios juntos; ni siquiera era capaz de mirarle directamente a los ojos. Sus palabras hicieron mella en él y ahora no podía parar de recordar aquellos lejanos fines de semana en los cuales sus padres se iban de viaje y Chanyeol aprovechaba para hacerle el amor hasta dejarle exhausto y al punto de desfallecer.

Lo echaba mucho de menos, sentir esas enormes manos pasar por su espalda, aferrarle de su cintura con firmeza y que su cuerpo le aplastara contra el colchón de la cama. Los besos por todos los rincones de su piel...hacía años que nadie recorría su cuerpo con sus labios de la misma manera que solía hacerlo Chanyeol.

Jongin tragó duro con un ligero rubor en sus mejillas e intentó sacarse los recuerdos con todas las fuerzas del mundo.

Chanyeol tomó su guitarra, rozando los dedos de Jongin con los suyos, haciendo que saltaran chispas allá donde sus pieles hicieron contacto. Los dos se sobresaltaron, pero no dijeron nada al respecto. Ninguno de los dos entendían cómo dos hombres adultos no podían comportarse como tal en una situación como esa. Eran peores que cuando fueron adolescentes, y eso que se besaron la otra noche.

Al verle de nuevo con su guitarra, que iba a juego con su pelo y le hacía ver mucho más atractivo de lo que ya era, Jongin sintió el deseo de pedirle que le cantara alguna de sus canciones. Necesitaba escuchar su voz con suma urgencia. Sin embargo, no era capaz de pronunciar una sola palabra porque sabía a la perfección que si Chanyeol se ponía a cantar, acabaría besándole de nuevo, lo cual no estaría para nada bien. ¿Lo peor de todo? Se moría por hacerlo.

Volvían a estar en el mismo punto que dos noches atrás: Jongin quería que lo tocara y a la vez no, quería que se quedara y a la vez deseaba patearle el trasero hasta que Chanyeol saliera de la casa de sus padres. No recordaba haberse sentido tan confuso en su vida como en ese momento.

—Chanyeol...—pronunció, sin darse cuenta apenas.

—Sí, gracias por guardarme la guitarra. —Hizo un intento de sonrisa que acabó en una mueca torcida—. Me vuelvo...

—No, espera —dijo, bastante rápido y le agarró del borde de la camiseta antes de que terminara de girarse.

«¿Pero qué haces?» se preguntó para sus adentros.

Un destello de esperanza brilló en los ojos del alto cuando miró a Jongin, quien tuvo que tragar duramente el nudo de su garganta para poder exponer algún tipo de excusa para tan estúpido acto.

—El otro día no dejé que terminases de enseñarme la canción que compusiste.

«¡¿Pero qué dices?!» gritó alarmado su raciocinio.

La canción que nos une | ChanKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora