NARRA FEDERICO
—Yo no quería venir, pero nunca te molestas en preguntar mí opinión. —Replico a mi madre pocos segundos después de que ha llamado al timbre de la puerta.
—¿En serio? —Sorprendida, —¿Y sacas el tema ahora? —Molesta, levantando el tono de voz.
—Bienvenidos. —Interrumpe una voz femenina. Una señora de aproximadamente cincuenta años nos ha abierto la puerta. Comienzo a acostumbrarme a las falsas sonrisas de los habitantes de este maldito pueblo. —La cena ya casi está. —Apartándose para que podamos entrar.
—Muchísimas gracias por invitarnos. —Responde mi madre, intentando esconder su agitación por mi ataque anterior. —He traído vino. —Añade.
—Gracias, pero no era necesario. —Sujetando la botella. —Es increíble, esta marca es la preferida de mí marido. —Sonriendo de nuevo. Hay que ver cómo cambia la sonrisa de una persona cuando la finge y cuando verdaderamente está feliz agradecida por algo. —Muchísimas gracias. —Abrazándola y dándole un beso en cada moflete.
Recuerdo aquello que dijo Juanma una vez que estábamos todos en clase, aquello de que los catalanes eran de mano muy abierta y bolsillo cerrado. No puedo evitar reírme por dentro y hago todo lo posible por contenerme.
—Este es Federico. —Me presenta mi madre, al verme apretar los labios.
—Un placer. —Dándome besos a mí también. —Mi hija está en su cuarto, arriba, seguramente con el móvil. —Señalando la escalera y girándose hacia mi madre. —Ven, te presentaré a mi marido. —Le dice empujándola hacia el salón, pero se detiene, se gira y me mira. —¿A qué esperas? —Extrañada, —venga, que mi hija no muerde. —se ríe.
Me sujeto a la barandilla y subo lentamente las escaleras, no puedo evitar sentir que lo hago por obligación. El parqué está muy desgastado, las paredes necesitan una nueva capa de pintura y una mezcla de humedad e incienso invaden toda la casa. Camino por el pasillo, deteniéndome a observar detenidamente cada uno de los tenebrosos cuadros que cuelgan de sus agrietadas paredes. Me acerco despacio hacia la única puerta que veo abierta, me asomo por ella y veo a una chica mestiza, con las piernas sobre su cama y su cabeza colgando casi tocando el suelo, viendo publicaciones de Instagram de quienes supongo son sus amigos. Pico tres veces a la puerta.
—¿Quién eres? —Pregunta al verme, sin cambiar de posición. Me pregunto cómo es posible que no le duela el cuello. —Que haces en mi habitación. —Añade seria.
—Soy Fede, el nuevo vecino. —Me presento, —Tu madre nos ha... —Comienza a reírse e interrumpe mi explicación.
—Tranquilo, es broma. —A carcajadas, mientras se mueve y se tumba boca abajo sobre su cama, con la cabeza levantada y mirándome. —Tendrías que haberte visto la cara. —Añade. —Seguro que mi madre te ha obligado a subir. —Me sonríe, —pareces majo.
Creo que esto es lo más surrealista que me ha pasado nunca en la vida.
—Me llamo Maite. —Dando golpecitos en el colchón, invitándome a sentarme a su lado.
Le obedezco. No puedo dejar de mirarla fijamente a los ojos, siento como si su mirada pudiese atravesarme, pendiente a cada uno de mis movimientos. Como si lanzase cien mil cuchillos hacia mí. No me suele gustar hacer caso a mis prejuicios, pero diría que se trata de una de esas típicas personas a las que es imposible decirle que no pues, sin duda, sus ojos muestran una gran seguridad en sí misma y le otorgan cierta autoridad. O por decirlo con otras palabras, intimida.
—Si miras tan fijamente a la gente, no harás demasiados amigos por aquí. —Se burla, —Es un poco siniestro. —añade lanzándome una almohada.
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ACADEMY
Teen FictionMisterios, corrupción, secretos y muchas mentiras se esconden tras todos los rincones de este recóndito pueblo. Federico se ve obligado a mudarse a él con su madre y deberá adaptarse a su nueva vida, a su nueva academia y a sus nuevos amigos mientra...