NARRA FEDERICO
Al poco rato de llegar a la mesa después del incidente de la farmacia, todos los que estábamos sentados en la mesa comenzamos a pedir la comida. La velada resulta por ser bastante agradable, si no fuese por la incomodidad de que aquel chico alto del callejón se nos ha unido. Resulta que se trata nada más y nada menos que de Alberto Diaz de Villalba, el hermano menor de la alcaldesa. Durante toda la cena noto su amenazante mirada clavada en mí, quitándome el hambre. Como si de un león observando a su presa se tratase.
—¿Tienes ganas de comenzar? —Me pregunta Rebecca.
—Si, supongo. —Respondo poco convencido, —lo cierto es que me cuesta hacerme a la idea de comenzar en un instituto nuevo. —añado.
—Bueno, no pasa nada. —Me sonríe, —Ya te acostumbrarás, la academia es un sitio maravilloso. —Añade, —¿verdad Alberto? —Girando la cabeza hacia él.
—Claro. —Responde secamente. Giro la vista hacia él y nuestras miradas se encuentran. Intenta intimidarme, como intentando que le respete o le tenga miedo y así evitar que diga algo de lo que le he visto hacer. —Es genial. —Añade.
—Ves. —Sonríe convencida la alcaldesa. —Y más si tienes buenas notas. —Añade.
Parece ser que Alberto es el primer compañero de la academia al que he conocido, y de momento no nos va demasiado bien, espero que cuando comiencen las clases la situación mejore o lo tendré crudo para sobrevivir aquí tres años.
Al acabar de cenar nos ponemos en pie y caminamos hacia enfrente del escenario, donde la banda del pueblo se dispone a cantar algunas canciones. No me había dado cuenta hasta ahora, viendo a todo el pueblo reunido, bailando y cantando todos juntos, de las pocas personas mayores que viven aquí. Está claro que este no es un pueblo típico. Bueno, de hecho, según internet, fue construido hace poco más de cuarenta años sobre el ya casi abandonado pueblo de Vila de deu. Es por eso que el nombre le fue cambiado y, cuando una gran empresa se encargó de construir uno nuevo, decidió dejarle el nombre por el que era popularmente conocido. Si no me equivoco, la iglesia y el cementerio son lo único que quedan del pueblo original, construido a mediados del siglo XVIII entre la playa y el bosque, antes de la construcción del parque.
—Me voy a casa. —Le grita a Alberto a su hermana, intentando que está le escuche a pesar de la música a todo volumen.
—Vale, yo me quedo aquí. —Responde ella, sin dejar de bailar.
—Yo también me voy. —Le digo a mi madre al oído. —Diviértete. —Añado dándole un beso en la mejilla.
Me alejó de ellas, voy abriéndome paso entre la multitud mientras busco a Alberto, que no se ha dignado ni a esperarme. La música hace temblar todo el suelo de la plaza y rebota contra los edificios, viajando entre las calles, oyéndose como siniestros susurros en las más alejadas.
—¿Por qué me sigues? —Pregunta Alberto. No puedo evitar dar un pequeño bote. Ha aparecido detrás de mi como por arte de magia. —¿Acaso eres maricon? —Se burla.
—Sólo quiero hablar. —Respondo manteniendo la calma, intentando ignorar su ataque discriminatorio. No hay nada que odie más que eso, que insulten a alguien solo por ser como es. Si yo fuese gay no me gustarían esos comentarios, y por eso siempre que los escucho intento regañar al emisor. Me temo que en esta ocasión he de hacer una pequeña excepción.
—Habla rápido, mañana madrugo. —Espeta secamente. Está claro que no va a parar de insistir en mantener esa actitud tan típica de los chicos que se creen superiores al resto.
—¿Qué ha pasado antes? —Pregunto, —en el callejón. —Aclaro.
—No es asunto tuyo. —Impertinentemente.
—Si que lo es, sobre todo porque por vuestra culpa he perdido algo importante. —Levantando la voz. Lo cierto es que comienzo a estar cansado de su actitud.
—Pues ve y búscalo. —Se burla de mí.
—Está dentro del alcantarillado, donde voy a meter tu cabeza. —Os juro que estoy a punto de lanzarme sobre el para atinarle unos cuantos puñetazos.
—Que rápido salta el Sevillanito. —Se sigue burlando, —Tengo cosas mejores que hacer que darte una paliza, así que me voy antes de que me arrepienta. —Mientras se gira y comienza a caminar.
Comienzo a caminar hacia él con los puños bien cerrados. No pienso dejar esto así, se va a enterar de quien soy yo, de mí no se burla nadie.
—Fede. —Me llama la atención una voz, —¿Qué haces? —Es Maite, que comienza a correr hacia a mi e impide que siga caminando. Sé que me está diciendo algo, pero no la escucho, solo puedo ver como Alberto se aleja cada vez más.
—¿Qué quieres? —Enfadado, —¿No ves que estaba ocupado?
—Estabas a punto de cometer un gran error. —Advierte, —Es el hermano de la alcaldesa, la persona que te ha conseguido una beca en la academia. —añade.
Y me doy cuenta de que tiene razón. Si se enterase de que le he pegado a su hermano lo más probable es que moviese sus hilos de nuevo para que me denegasen la beca.
Doy media vuelta y me voy. Estoy demasiado enfadado como para seguir hablando. Miro el reloj, son las dos de la madrugada. Está claro que los medicamentos ya no me están haciendo efecto. Lo mejor para todos es que me encierre en mi cuarto.
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ACADEMY
Teen FictionMisterios, corrupción, secretos y muchas mentiras se esconden tras todos los rincones de este recóndito pueblo. Federico se ve obligado a mudarse a él con su madre y deberá adaptarse a su nueva vida, a su nueva academia y a sus nuevos amigos mientra...