Narra Maite
Subo las escaleras lentamente, intentando hacer el menor ruido posible. Poco a poco voy sacando la caja de la bolsa mientras me acerco al lavabo. Cierro la puerta y pongo el pestillo. Me miro al espejo y con una toalla me seco las lágrimas. Creo que nunca antes había sentido tanta tensión en mis carnes. Camino hacia el retrete y bajo la tapa, bajo mis pantalones y la ropa interior hasta las rodillas y me siento. Abro la caja y saco de ella mi recién comprado aparato nuevo. Sólo espero que me alegre el día. Tiro la caja al suelo y me dispongo a estrenarlo.
Doy las gracias por haberme bebido dos botellas de agua está tarde, porque si no, no sé cómo lo hubiese hecho para conseguir orinar. Después de haber remojado el aparatito en mi maloliente liquido amarillo espero impaciente a que su pantallita se ilumine.
No sé con exactitud cuantos minutos pasan, pero a mí se me hacen eternos, como si hubiesen pasado horas. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos cuando veo en la pantalla que estoy embarazada de tres semanas. Siento como poco a poco se me cae el mundo encima. ¿Ahora qué hago? Estoy embarazada a los quince años. Y todo porque tonta de mí cometí el error de acostarme con Albert cuando estábamos borrachos, y el decidió que era capaz de hacer la marcha atrás. Me siento estúpida, ¿por qué le deje? Si mi madre siempre está insistiendo en la importancia de los preservativos y me compró una caja para que siempre fuera preparada.
Recojo la caja y el predictor, me lavo la cara y camino despacio hacia mi habitación. Tiro todo a la papelera, mañana a primera hora tendré que tirarlo para que nadie se entere. Cierro la puerta de mi habitación y me lanzo sobre la cama. No sé qué hacer, solo quiero llorar y dormir. Dormir y no volver a despertar. ¿Cómo se lo digo a mis padres? ¿Voy a tener al niño? Nunca he creído en el aborto, me parece un cruel asesinato. Y además me lo merezco, por no haber tenido más cuidado.
Agarro mi móvil y busco a Alberto entre mis contactos para enviarle un mensaje.
Maite: Tenemos que hablar, es muy importante.
Lo lanzó hacia los pies de la cama y hundo mi cabeza sobre la almohada. No sé qué voy a hacer ahora. Me siento impotente, y sola.
No sabría deciros cuanto tardo en dormirme, pero cuando me quiero dar cuenta mi despertador está sonando marcando las once de la mañana. Rezo para que todo haya sido un mal sueño, pero lamentablemente el predictor sigue en la basura. Saco la bolsa del cubo y la ato, me retoco un poco el pelo y la ropa, ya que me fui a dormir vestida, y salgo al pasillo dirigiéndome a las escaleras.
—Buenos días cariño. —Me sorprende mi padre cuando bajo el primer escalón, me doy la vuelta y está ahí, de pie, frente a mí. Sin saber que estoy embarazada. —¿No me vas a dar un beso de buenos días? —me pregunta extrañado.
Me acerco a su mejilla y le doy un beso, como todas las mañanas desde que era una niña inocente que no llevaba una vida en su vientre.
—Voy a tirar la basura. —Enuncio.
—Tira también la de la cocina, por favor. —Me pide, —Hay pescado y comienza a oler un poco mal la casa. —Añade.
Asiento con la cabeza.
Sigo bajando las escaleras y voy rápidamente a por la bolsa de la cocina.
—Hay café preparado. —Me avisa mi madre mientras tiende la ropa en el balcón, —y no hagas planes para esta tarde, nos tienes que ayudar a limpiar la casa y preparar la cena, hoy tenemos invitados. —Añade.
—¿Invitados? —Pregunto sorprendida, lo cierto es que hace ya como dos años que no tenemos invitados tan importantes como para limpiar la casa. —¿Quiénes? —Añado.
—Los nuevos vecinos, se acaban de mudar al pueblo. La madre es encantadora y tiene un hijo de tu edad. —Responde, —quien sabe, a lo mejor os hacéis amigos, o algo más. —Se ríe.
«Lo dudo» escucho decir a una voz en el interior de mi cabeza, y tiene razón. Nadie querría ser algo más que amigos de alguien como yo. Nunca he destacado por una gran belleza, y ahora que estoy embarazada interesaré aún menos a los chicos.
—Bueno, voy a tirar la basura. —Evado el tema.
Bajo a la calle y me acerco al container. Veo a una mujer joven y a un chico de mi edad saliendo de la única casa de la calle. No los he visto en mi vida, estoy segura de que son los nuevos. El chico es bastante guapo, tiene el pelo corto peinado estilo tupé, morenito por el sol y es bastante alto. No está gordo, pero tampoco es un palillo y su voz es como un canto de sirenas, te hechiza sólo con escucharla, incluso a lo lejos.
Vuelvo a mi habitación y Alberto acaba de responder mi mensaje.
Albert Diaz: ¿Qué pasa?
Maite: Hace dos semanas que me tendría que haber bajado la regla.
Albert Diaz: ¿Qué quieres decir?
Maite: Ayer me compré un predictor, estoy embarazada.
Espero a que se vuelva a conectar, pero a los cinco minutos me doy por vencida. No es una persona que esté demasiado atenta a su móvil. Supongo que eso es algo positivo, no le gusta estar enganchado a las redes sociales. Aunque en este momento daría lo que fuese por que leyese el mensaje.
—Maite baja y ayúdame. —Me grita mi madre.
Menudo día me espera, ojalá acabe pronto porque sinceramente, ahora solo quiero dormir.
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ACADEMY
Teen FictionMisterios, corrupción, secretos y muchas mentiras se esconden tras todos los rincones de este recóndito pueblo. Federico se ve obligado a mudarse a él con su madre y deberá adaptarse a su nueva vida, a su nueva academia y a sus nuevos amigos mientra...