NARRA FEDERICO
—Buenos días. —Me sonríe mi madre en cuanto entro por la puerta de la cocina, intentando controlar las náuseas que provoca en mí el hedor del beicon recién hecho. Camino hacia la cafetera y estiro el brazo. —Deja eso y siéntate. —Melódicamente.
No os engañaré, comienzo a temer por mí vida y creo que debería salir corriendo de aquí antes de que mi madre decida desayunarme junto con el beicon.
—¿Por qué estás tan contenta? —Pregunto con curiosidad mientras obedezco. Llevaba tiempo sin verla tan eufórica por las mañanas. De hecho, llevaba muchísimo tiempo sin verla así en cualquier momento, siempre ha estado decaída, en los últimos años como mínimo.
—Todo a su debido tiempo. —Sigue sonriendo mientras sirve en la mesa el desayuno más trabajado que he visto en mis cortos quince años de existencia.
Frente a mí, sirve un plato de huevos revueltos i otro de tortitas con sirope de chocolate. Intento disimular las ganas de devolver cuando veo que, frente a ella, sitúa un plato de beicon, huevos fritos y pan con tomate.
—Deja que se caliente una mijilla. —Luciendo su brillante dentadura. No puedo evitar pensar que nuestra muy corta estancia en este pueblo comienza a afectarle. —Espera. —Se exalta dando un brinco para ponerse en pie. —Casi se me olvida lo más importante. —Yendo hacia la cafetera y sirviendo dos buenas tazas de café. —Qué día más bonito hace, ¿verdad? —Pregunta mientras añade la leche y el azúcar.
Miro por la ventana, el cielo se encuentra pintado de un apagado azulado que destaca junto al grisáceo brillo que emana hoy el sol.
—Precioso. —Respondo sarcásticamente mientras observo como se sienta de nuevo a la vez que coloca ambas tazas en la mesa de madera.
—¿Iremos a la fiesta? —Me pregunta. Ya se me había olvidado completamente la insistencia que tuvo ayer con el querer ir al festival para dar bienvenida al nuevo invierno y despedir el otoño. Estoy a punto de negar con la cabeza, pero detecto algo especial en sus ojos que remueve algo en lo más profundo de mi alma. Ese brillo es especial, tengo la sensación de haberlo percibido en otra ocasión, pero no logro recordar cuando. Está claro que soy un mal hijo, mi madre es feliz después de tanto tiempo y yo estoy a punto de negarle este maravilloso momento de paz que ha encontrado en su vida. Supongo que quizá soy algo egoísta. No puedo estar toda la vida castigándola por haber cometido el error de traerme aquí sin preguntarme. Además, lo está intentando solucionar.
—Claro. —Le sonrío. Y por un instante estoy seguro de que todo va a ir bien. No puedo evitar mirar al patio cuando comienzo escuchar a unos pájaros que se han posado sobre una de las ramas del viejo pequeño árbol que los anteriores dueños sembraron en uno de los laterales del patio, donde también decidieron poner césped. —¿Cres que significaba algo para ellos? —Le pregunto.
Ella niega con la cabeza y me mira fijamente a los ojos.
—Sinceramente, no me importa. —Nunca la había oído hablar tan tranquila. —Lo importante es lo que signifique para nosotros. —Sonriendo.
—Pues que así sea. —Bromeo, —por nosotros. —levantando mi taza. Ella me imita y brindamos con el café.
Me pregunto cómo será el festival.
Seguimos desayunando tranquilamente, pero el teléfono comienza a sonar y mi madre decide atender la llamada. Me pregunto qué sorpresa o noticia me espera, ¿por qué tanta atención repentina? Cada vez estoy más seguro de querer perdonarla, aunque me cueste. Aunque sienta esa intensa punchada en pecho solo de pensarlo.
—Diga. —Responde la llamada en cuanto posa el auricular sobre su oreja izquierda. —Buenos días señora alcaldesa. —Añade, —Sí, disculpe, buenos días Rebecca. —Medio riéndose.
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ACADEMY
Teen FictionMisterios, corrupción, secretos y muchas mentiras se esconden tras todos los rincones de este recóndito pueblo. Federico se ve obligado a mudarse a él con su madre y deberá adaptarse a su nueva vida, a su nueva academia y a sus nuevos amigos mientra...