Cuarto cadáver (Parte 2)

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—¿Ya no estás tan gallito, eh? —le pregunta aunque, en realidad, no ha estado gallito en ningún momento y sigue sin hacerle mucho caso —. Maldito... ¡Ahora veras!

El vigilante arremete contra el con el taser encendido pero, para su sorpresa, no surte efecto alguno.

Fran aprieta los dientes y lleva su mano derecha al cuello de su enemigo, apretándolo y alzándolo mientras éste no deja de intentar zafarse, dando con el taser y pataleando.

Finalmente pierde las fuerzas, el oxígeno, la vida y su arma cae de sus manos, rebotando hasta llegar a su compañero, quien la agarró tembloroso.

—¿¡Jorge!? ¿¡Jorge, estás vivo no!? —gritaba entre lágrimas, con el rostro desfigurado, el taser enchufado y con los brazos endebles apuntando hacía Fran.

—¿Quieres a Jorge? —preguntó.

—¿¡Qué!? ¡Callate, monstruo!

—Lo tomaré como un sí —dijo Fran, lanzando al vigilante muerte a su compañero.

El cuerpo inerte golpea al vigilante con vida, con la fortuna que el taser impacta en su pierna y se autoelectrocuta.

Ambos caen al suelo y Fran se acerca con rostro serio, pensativo. Tras un rato mirándolos, vuelve a voltear la cabeza en varias direcciones como si estuviera buscando algo. Cuando se cansa vuelve de nuevo al vista a los vigilantes y de una patada aparte el cadáver del vigilante inconsciente por el taser pero aún con vida.

—¡No por mucho! —grita, girando la cabeza y mirando al techo, como si contestar algo a alguien pese a que no había nadie ahí.

Aprieta los dientes y agarra el vigilante inconsciente. Lo coge cual saco de patatas y sale de la celda finalmente.

Suspira al poner un pie en el suelo. Pese a ir descalzo y seguir estando helado, el suelo del pasillo es liso y suave, en comparación con el que tenía en su celda, lleno de gravilla, es como ir calzado con las mejores botas posibles.

No tarda en ponerse en marcha y dirigirse a la sala que hay al fondo del pasillo. No recuerda nada antes de que le pegaran la paliza ni de cómo lo llevaron allí, no sabe que hay después pero espera encontrar una respuesta allí.

Sin embargo su cara muestra una clarísima decepción al ver que la sala es tan solo un cubículo moderadamente grande con una silla, nevera, mesa con cajonera y otra puerta.

—¿Pero qué mierda es esta? ¿¡No estás aquí!? ¿¡Desde donde me observas!? —grita desesperado Fran, pensando que alguien sigue sus movimientos—. ¡No te burles de mí, malnacido! —sigue, mientras deja al vigilante en el suelo—. Maldita sea, voy a encontrarlo y a matarlo lentamente. Ahora lo importante es ver como despierto a este pazguato —murmura, más hablador que los últimos días.

Muerde los dientes suelta un sonido que parece un suspiro de bestiacabreada y se dirige a la cajonera. No hay nada, absolutamente nada. Vacía.Prueba la nevera, hay agua y fruta. Huele y, tras asegurarse de que todoestuviera normal, se sienta para beber y comer mientras va golpeando con el pieal vigilante, esperando que se despierte.

Una Bala para Ciento un Cadáveres.Where stories live. Discover now