Quinto, sexto y séptimo cádaver.

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Quinto, sexto y séptimo cadáver.

—¡Maldito! ¡Raúl, te juro que te voy a matar como no pares ahora mismo! —Grita Fran, como si no le hubiera asegurado que lo iba a matar hiciese lo que hiciese.

—¡Déjeme tranquilo, déjeme! —grita despavorido mientras golpea la puerta del ascensor y con la otra mano no deja de pulsar el botón.

—¡Aún tienes que responderme unas cuantas cosas! —grita Fran sin dejar de correr.

—¡VA, VA, VA! —E xclama Raúl, desesperado—. ¡SOCORRO, AYUDA!

—¡YA TE AYUDO YO! —grita Fran.

El salvaje preso da un salto con el que logra colocarse detrás de Raúl y, una vez ahí, extiende su brazo izquierdo hacia atrás e inmediatamente le golpea empujando la cabeza con todas sus fuerzas.

Justo en ese momento el ascensor empieza a abrirse y la cabeza de Raúl choca contra el extremo de la puerta izquierda y su cuerpo acaba saltando hacía dentro, de forma errática por el golpe, hasta estamparse contra la pared cae al suelo, junto a otro vigilante que está en shock tras lo sucedido.

Le has salpicado con sangre la cara.

Ha sido Raúl.

Lo que tú digas pero se ha quedado de pie.

—E inmóvil —dice Fran mientras entra al Ascensor—. Oye, ¿sigues con nosotros? —Pregunta, sin recibir respuesta— Todos son unos putos inútiles, de verdad.

Eres tú el que no logra respuesta, no ellos.

—Cierra el pico.

No estoy seguro de tener.

Fran suspira mientras mira los botones del ascensor.

Parece estar en el menos seis. Da al menos cinco.

—A ver que encuentro ahí.

¿Qué esperas encontrar?

—Parece ser que hay más gente atrapada aquí así que quizá encuentre a algún conocido.

¿Todos son igual de inhumanos que tú?

—Oye, ¿Acaso te insulto yo a ti?

Perdona, es que has aguantado un taser de alto voltaje.

No soy el único que puede y eso no es nada.

Ahora en serio, ¿Con qué te pegaron la paliza?

Vete a saber. Si estaba Kie podría haber sido a base de puñetazos sino con balas, granadas o vete a saber qué.

—¿Gra-granadas? —Pregunta el vigilante.

—¿¡Qué!? —grita Fran, girando la vista.

El vigilante ha recobrado el conocimiento y arremete contra el preso, lanzando una ráfaga de puñetazos que Fran logra esquivar sin problemas.

—Puedes vivir unos segundos si me dices lo que quiero sabe —dice Fran mientras sigue esquivando sin problemas.

—¡No pienso decirte nada! ¡Has matado a Raúl y seguro que también a Mike y Jorge!

—¡Y tú estarás con ellos si no te calmas y me contestas!

—¡Te mataré!

Fran suspira mientras esquiva y finalmente empieza a devolver los golpes, dando todos en su diana. Buscando puntos vitales a la vez que esquiva y haciendo sonar los huesos del vigilante a cada puñetazo que da.

Llegan a la quinta planta pero Fran sigue golpeando, parece desquiciado.

Se abren las puertas, sigue golpeando.

Para finalmente.

El vigilante cae al suelo, muerto, desplomado y con costillas incrustadas en los pulmones pero vete a saber si muerto anteriormente por algún otro motivo.

Sin embargo, antes de que Fran pueda suspirar, el vigilante de la planta menos cinco se abalanza sobre él con el taser.

El preso lo esquiva sin dificultad y le da un puñetazo en el estómago, con todas sus fuerzas, haciendo que salga por los aires y caiga sobre la mesa donde rebota y cae al suelo.

Fran le mira fijamente, en silencio, con la mirada perdida y muecas de furia. Se acerca lentamente al vigilante y, sin mediar palabra, le patea la cabeza como si chutara el penalti que daría la victoria a su selección, matando inmediatamente al vigilante.

Fran se queda observando la sala. Es exactamente como la anterior pero, a diferencia de esa esta tiene una puerta más en otra de las paredes.

¿Ya ni intentas preguntar?

—¿Lo has visto? Su mirada era de alguien aterrorizado, no iba siquiera a poder articular palabra.

Vaya mierda de vigilantes.

—Sí, algo no cuadra. ¿Cuántos van, cuatro?

Efectivamente.

Pero aún quedan cinco plantas, contando la cero, de un total de siete. No puede ser que queden solo tres, ¿qué hacían todos aquí abajo?

Quizá uno de los dos que bajaron iba a hacer el relevo del que te vigilaba y el otro iba para irse con su compañero porque también lo habían relevado.

—Sí, es una opción. Pero eso no explica la mediocridad que tienen.

¿Quizá no cuenten con tu fuerza?

—Para reducirme tienes que saber de lo que soy capaz.

Hablando de eso, ¿Por qué no te has escapado rompiendo los barrotes?

—Pese a que tengo una fuerza muy, pero que muy por encima de la media, esos barrotes eran jodidamente duros. Además, yo no poseo el dote de la fuerza, ese es Kie, que puede destruir edificios a puñetazos.

¿Qué?

—Pues eso, vamos.

¿A dónde?

—A ver a quien cojones tienen en esta planta.

Una Bala para Ciento un Cadáveres.Where stories live. Discover now