Capítulo#26 La pirámide.

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Aún no lograba acostumbrarse a esas cenas grupales, agradecía que eran muy esporádicas, sólo en ocasiones especiales o fechas relevantes, siempre lo disgustaba tener que comportarse discreto y educado, tantas formalidades y estilos sofisticados, una curiosa mezcla entre la nobleza antigua y la moderna, para al final terminar por sentar un cuerpo mortal en el regazo y hundir los colmillos en su cuello; de hecho resultaba un panorama un tanto grotesco y vulgar, algo así como las escenas de un antro de la mala vida, solo que no había ningún desnudo ni nada carnal, solo el placer de deleitarse, satisfacer, saciar sus necesidades biológicas con la sangre fresca y tibia de los humanos presentes, para ser exactos con el que le habían destinado, pero para ello había que pegarse a los cuerpos tanto que resultaba una imagen erótica, aunque no tenía que ver con nada ni erótico ni sexual realmente.Se sentaron en sus puestos habituales, todos sabían perfectamente cual era su lugar en la regia mesa, a la cabecera su madre Isabel, tan altiva, imponente y dominante como siempre, a su derecha su padre Derwyn inescrutable, sereno y discreto, Adrián a su izquierda, formal y altivo, aparentemente en su propio ambiente y estilo, digno en su papel de príncipe, luego seguían sus tíos encabezados por Augusto y Ainara, uno en frente de otro, de personalidades tan opuestas, él arrogante y distinguido, con expresión rígida y seria, ella dulce y apacible, con facciones suaves y relajadas, al lado de cada uno de estos sus respectivas parejas, continuaban sus primos, los otros vampiros originales y por último los convertidos. Meliades miraba a Adrián divertido desde su puesto, sabía como se sentía su primo y mejor amigo, pero no podía evitar sentirse así al verlo fingir que le agradaba todo aquello, aparentemente todos los presentes creían que ese era su mejor día, pero él que lo conocía tan bien sabía que era todo lo contrario.

Luego de la incomoda pero necesaria cena, concluyó la actividad de esa mañana, en la noche se efectuaría un baile en su honor para festejar su cumpleaños y su coronación. Todos se retiraron, y él también salió acompañado de Meliades, su madre lo observaba atentamente, pero no le dijo nada, ya no era un niño que tenía que informar siempre a donde iba o dar explicaciones de sus actos, a fin de cuentas no podía salir de esa ciudad, lo tenía bien claro y su madre sabía como evitarlo... Caminaban rumbo al castillo de Meliades cuando este tomó de repente una dirección opuesta.

―Creí que íbamos para tu casa―dijo Adrián dudando.

―Hay cambios de planes primo―dijo Meliades con un brillo malicioso en su mirada―sígueme, ya verás mi regalo de cumpleaños. ¿Que creías? que lo iba a dejar pasar por alto―salió a una velocidad inhumana, claro que ellos no eran humanos, y Adrián lo siguió, igual de veloz, se alejaron pasando por avenidas, autopistas, elevados, puentes, túneles... como cualquier ciudad desarrollada y sofisticada, sorteaban los obstáculo a la perfección, incluyendo modernos autos que circulaban por las carreteras perfectamente elaboradas, que también habían en su ciudad, a ellos le gustaban los coches, tal vez muy en el fondo a todos al igual que a Adrián les atraía el mundo de los humanos, claro que los autos que circulaban normalmente eran conducidos y ocupados por humanos, ya que ellos se trasladaban mejor e incluso muchísimo más rápido con sus propios pies, aunque sí era una verdadera lástima que modelos exclusivos y espectaculares estuvieran aparcados, casi sin uso en cada vivienda de vampiros e incluso tenían colecciones de coches, desde el más antiguo, hasta el más moderno, sofisticado y exclusivo del año actual.

Meliades se detuvo frente a una gran pirámide al igual que Adrián que lo iba siguiendo, se encontraban en el otro extremo de la ciudad. La pirámide era muy alta, e imponente, al acercarse retrocedieron las piedras y luego se corrieron hacia un lado, dejando una entrada amplia justo un el medio, parecía un complejo sistema operado desde el interior. Adrián sintió que eran observados y no le agradó esa sensación, entraron, en el interior habían unos hombres vestido con tajes formales de color negro, que los saludaron con honores y le hicieron reverencias, era obvio que sabían que él era el príncipe, así como además era más que evidente que conocían muy bien a su primo Meliades, lo saludaron con un apretón de manos y nos preguntaron:

―¿Ya van a escoger?―Adrián no tenía ni la menor idea de que hablaban ya empezaba a molestarse con Meliades, su primo sabía cuanto lo desagradaba sentirse como un idiota, reparó en su entorno y le pareció que esos hombres no encajaban en ese lugar, era una estancia sumamente amplia, decorada con muebles antiguos, en las paredes se observaban imágenes de mujeres desnudas, con forma y tamaño que parecían reales, en posiciones muy sensuales y eróticas, sin caer en lo obsceno o vulgar, todo lo contrario en otras que sí estaban en parejas, el sexo femenino y masculino representado a la perfección, exaltando los cuerpo en sus posiciones más favorables, era un arte tridimensional asombroso en todas esas paredes que hacían perecer, engañosamente ante los ojos, aún más amplia la estancia de lo que ya de por sí era, se apreciaba un derroche de arte excelente, una autentica creación artística. Estaban elaborados como para hacer volar la imaginación y despertar el libido. Su vista pasó de las pinturas a las estatuas, unas con formas femeninas y otras masculinas, que habían a ambos lados de la entrada y otras al final del salón, eran increíblemente hermosas, parecían que alguna vez tuvieron vida, que fueron modelos en poses artísticas que instantáneamente fueron trasformados en bronce, sin tener tiempo de reaccionar y mostrar dolor o miedo en sus facciones, quedando petrificados con sus gestos y poses sensuales, cada detalle estaba trabajado a la perfección, pero su atención se centró en una estatua abstracta, tan opuesta a todas las demás, parecían como dos cuerpos de sexos opuesto que se fundían en un solo ser, como si estuvieran siendo devorados por el fuego de la pasión, era llamativa y rara, una vez que la mirabas te llenaba la mente de preguntas sin respuestas, o quizás sólo le pasaba a él, tenía curiosidad por experimentar una pasión así de intensa, que lo consumiera una llama interna al fundirse con otro cuerpo... La voz de su primo llamó su atención y lo sacó de su ensimismamiento.

―Ven, miremos juntos estos catálogos, se que alguno te va a interesar―sonrió Meliades con picardía, con mirada divertida por el desconcierto de su joven e inexperto primo, pero hoy era su mayoría de edad, tenía que estrenarse con una mujer, las humanas no solo servían para alimentarse, también podían darle placer... y ya era tiempo de que Adrián lo supiera, luego se lo iba a agradecer, de eso estaba seguro.

―Muéstrame que es eso que me tienes que enseñar y te advierto que ya me estás colmando la paciencia Meliades, no me agrada que se diviertan a costa mía y ni a ti te lo voy a permitir―habló en tono frío y seco, como mordiendo cada palabra, su mandíbula estaba tensa, y todo al rededor comenzó a temblar, los hombres presentes entraron en pánico y Meliades en ese instante comprendió que se le había pasado la mano, se borró instantáneamente todo rastro de sonrisa en su rostro, sabía que su primo a pesar de ser el más joven de los vampiros era el más temido de todos, poseía unos poderes increíbles, por eso era que su madre siempre lo había cuidado y vigilado en exceso.

―Perdón primo, sólo quería darte una sorpresa, ¡mi regalo de cumpleaños!, lamento que no lo haya hecho bien, yo sería incapaz de burlarme de ti―habló Meliades arrepentido, algo nervioso y pálido. Adrián lo miró detalladamente, su primo era alto y delgado como él, con cabello color castaño claro y ojos de un verde intenso, sus facciones agradables y delicadas, muy hermoso, con rasgos tan delicados y suaves como una mujer; lo observó temblar casi imperceptiblemente bajo su escrutinio, no le agradaba sentir que le tomaban el pelo, pero la expresión de temor de su primo le desagradó aun más, miró a su alrededor y reparó en los rostros desencajados de los mortales por el pánico y comprendió que tenía que controlarse y relajarse.

―Aun estoy esperando que me acabes de mostrar tu sorpresa primo―le dio lo más relajado que pudo. Meliades le dio el catalogo que sostenía y le dijo:

―Ya yo hice mi elección, bueno a decir verdad siempre elijo la misma, mira las fotos de las mujeres y escoge la que te guste, ella será mi regalo―habló como si fuera lo más natural del mundo que uno eligiera así a una persona y que encima esta tenía que servirle sexualmente, como si fuera una marioneta y no tuviera sentimientos, esta vez sí que había impactado a Adrián, pero de modo contrario a lo que esperaba, lo miró con el ceño fruncido y expresión de disgusto profundo.

Tú Loba y yo VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora