Prólogo: Antes del silencio

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Al final, habían transcurrido varias horas y seguía despierto, sentado, mirando hacia el oscuro y tétrico cielo, a través de una indiferente ventana; abandonado, tal vez, en un único recuerdo, en una única imagen. No demostraba felicidad, no demostraba tristeza; estaba perdido, como si no poseyera una mente o un alma.

Ya no había más lágrimas que amortiguaran algún dolor, las había acabado, por completo, horas atrás. Ya no sentía más aquella punzada en el pecho, ahora solo percibía la sensación de un vacío en lugar de mi corazón, un vacío denso, insondable; una nauseabunda sensación de repudio hacia la vida, rechazando por completo la realidad, el amor y cualquier melancólico sentimiento, rechazando la idea de su cobardía, negando con cada uno de mis pensamientos el traidor acto de su muerte.

Ya no había más sonrisas, murieron junto a las palabras amables, dejando solo el silencio; ese que pretendía envolverme sin que yo sospechara la crueldad de sus intenciones, desconociendo, por supuesto, la demencial agonía que sufriría como consecuencia. 

Silencio y penumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora