6: Pérfidos recuerdos

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Mis pensamientos no lograban conectarse, oscilaban estrellándose entre sí, derrumbándose ante el vacío donde se ocultaba mi conciencia. La realidad que aparentaba estar frente a mí se había desdibujado, había desaparecido, y el silencio que dominaba mi entorno estaba a punto de engullir mi cordura.

Por alguna extraña razón volvían a mi mente todos los acontecimientos de mi vida. Recordaba sobretodo mis errores; recordaba cuanto me arrepentía del tiempo que desperdicié, de los días en que permití que las horas se escaparan de mis manos en tanto que me sumergía en la insípida realidad que mis semejantes vivían.

Me veía y entendía cuan iluso e inocente era; sin duda jamás hubiese imaginado la angustia que me esperaba. Volvía a verlo todo tan claro: estaba en una edad en la que el temor hacia el futuro me atormentaba cada día, alentado por mi inexperiencia y por la complejidad de una insana sociedad. Intentaba no perderme entre la monótona y anémica vida que todos a mí alrededor exhibían, intentaba vivir, no sobrevivir; tenía un sueño y buscaba que ese sueño le diera sentido a mi existencia, pero el entorno que me conformaba se transformaba en un obstáculo, en una especie de cadena, que aunque desgastada por el óxido y por la corrupción de las circunstancias, era pesada, muchas veces más pesada que mi frágil determinación.

La pobreza, la incomprensión de mis seres queridos, la indiferencia del mundo hacia mis intenciones, hacia los anhelos de mi alma. Todo hacía tan cansino mi camino, tanto que muchas veces desesperado pensé en detenerme, en rendirme; sí, en varias ocasiones dudé de seguir avanzando, pero nunca contemplé la opción en retroceder y volverme similar a ellos, menos aún la opción de acabar con mi vida.

Quería escribir, ese era mi sueño, quería que mis palabras, mis ideas y mis pensamientos se extendieran a través del mundo y del tiempo, y que mi nombre quedara grabado en la memoria de la humanidad. Quería escribir, pero los que me rodeaban no entendían la razón de ello y por tal motivo me despreciaban; desde su punto de vista todo era una vana fantasía, una ilusión que se desvanecería con el transcurso de los años, un desperdicio. Para ellos lo único que hacía era desgastar mi vida engañándome. Para ellos me mentía a mí mismo al pensar que era diferente, que podía vivir otro tipo de vida.

Lloré muchas veces, cansado de no encontrar una palabra de aliento, cansado de intentar avanzar solo. Pero en medio de ese extraño sufrimiento pude descubrir una fortaleza diferente: apareció ella y en sus ilusiones me vi reflejado, tanto que alcancé a denotar una esperanza. Pero la oscuridad no pretendía liberarme y se apoderó también de ella, pero con más fuerza, con más vehemencia. ¿Tan débil era ella en su interior? Aun no puedo aceptar que simplemente desistiera de esa forma, por ello llegué a odiarla, por cobarde, y porque dejó en mis pensamientos la interminable reproducción de su muerte.

¿No había sido suficiente? ¡Era un sufrimiento asfixiante que debía padecer en silencio! ¿Por qué entonces veía también a otra persona matarse? Supongo que era el inicio de la locura.

Silencio y penumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora