~Introducción~

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1978

Era un día lluvioso en la ciudad de Cokeworth. Las calles se encontraban inundadas por el clima y el viento se llevaba las hojas caídas de los árboles, junto con ellas la basura. Las personas que se encontraban caminando aceleraban el paso bajo sus paraguas para llegar a sus hogares, entre aquellas personas se encontraba un chico de 17 años debajo de una capa que caminaba rápidamente. De cabellos color negro azabache, un poco grasiento pero era disimulado por la lluvia.

Llegando a la Calle Hilandera buscó de entre sus bolsillos la llave. Al entrar a la casa un extraño sentimiento lo invadió. La casa tenía una cámara oscura, cerrada, amueblada con muebles raídos, una lámpara con luz tenue de las velas colgaba del techo, y las paredes estaban cubiertas de libros.

La casa estaba al menos a dos pisos de altura, como una puerta oculta en la pared del conjunto de libros revelados por una estrecha escalera ascendente. El lugar tenía un aire de abandono, ya que el muchacho pasó la mayor parte de su tiempo en Hogwarts.

Avanzó directamente a una sala diminuta, que tenía el aspecto de una celda oscura, acolchada. Las paredes estaban completamente cubiertas de libros, la mayor parte de ellos cubiertos con un viejo cuero negro o marrón; un sofá gastado, un viejo sillón, y una mesa desvencijada estaban de pie agrupados bajo la luz débil arrojada por una lámpara con velas que colgaba del techo.

Dejando sus pertenencias en el viejo sillón se encaminó hasta la pequeña cocina, esta consistía de una nevera simple, un horno a un costado de esta, una encimera, y sobre esta varias alacenas, algunas más gastadas que otras con una que otra mancha de humedad, y en una esquina una pequeña mesa para dos con un juego de sillas igual de viejas que los demás muebles.

Rebuscó entre la nevera, encontrando una vieja fruta y lo que parecería ser un cartón de leche cortada. Se quejó entre dientes al tener que salir nuevamente, y con aquél clima. Tomó una capa negra para intentar cubrirse de la lluvia y salió de la casa. Antes de salir del pequeño techo fuera de la puerta de entrada, contempló el cielo lluvioso; las gotas caían con más intensidad que antes y el ambiente estaba cubierto por una delgada capa de neblina. Cerró los ojos y suspiró pesadamente, recordando sus últimos momentos en Hogwarts y la noche anterior.

Había perdido a su mejor amiga y amor por una palabra, una desagradable palabra que juró no volver a repetir nunca.

James Potter y los merodeadores lo habían provocado. Le habían recordado como llamó a Lily Evans: una sangre sucia.

Cuatro contra uno. Primero contra Potter, pero sus amigos al ver como este estaba en problemas decidieron intervenir. Hartaron su paciencia con una palabra, una palabra que no paraban de repetir: Quejicus...Quejicus...Quejicus...

Explotó y atacó a los merodeadores: atacó a Sirius Black con un crucio, atacó a Remus Lupin con un Sectumsempra, a Peter Pettigrew no hizo falta atacar ya que el cobarde se transformó en una rata y escapó, pero lo peor se lo llevó James Potter. Lo atacó con todo lo que tenía hasta hacerlo sangrar en contra de un árbol.

Lo tenía donde quería, estuvo a punto de lanzar uno de los maleficios imperdonables, el peor. Pudo haberlo matado, pero Lily se lo impidió. Se enfrentaron, él dijo que lo sentía y ella solo lo abrazó, aquél abrazo llenó de felicidad a Severus pero ella le recordó que camino había decidido él.

Sacudió levemente la cabeza e ignoró sus pensamientos. Caminó nuevamente por las calles de Cokeworth hasta llegar a la tienda más cercana y comprar los víveres necesarios para aquellos días. Desearía tener Whisky de fuego para dejar de atormentarse con sus pensamientos, pero no encontraría nada en esa ciudad, tendría que ir al Callejón Diagon más tarde.

The Princess of Slytherin (En pausa temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora